Por: Laura Fernández. EFE
El presidente palestino Mahmud Abás describió el plan (que Washington denomina el Acuerdo del Siglo) como “la bofetada del siglo” y apostó por avanzar en la reconciliación de las facciones y la celebración de elecciones en Gaza, Cisjordania y “el corazón de Jerusalén”, cuya parte oriental permanece ocupada por Israel desde 1967.
Trump insistió con su plan en que la Ciudad Santa es “capital indivisible” israelí, aunque sugirió que los palestinos podrían tener su capital en zonas de los suburbios de la parte oriental. Una premisa inaceptable para los palestinos y contraria al consenso internacional, que ve la parte este como territorio ocupado en el que establecer la futura capital de Palestina.
El movimiento islamista Hamás, que controla Gaza y está enfrentado con el nacionalista Al Fatah, de Abás, que gobierna en Cisjordania, participó en una reunión de urgencia del liderazgo palestino en Ramala, en lo que pretendió ser una muestra de unidad.
Abás había mantenido poco antes una inusual conversación telefónica con su principal rival, Ismail Haniyeh, jefe Hamás y residente en Gaza, con quien acordó “hacer frente” conjuntamente el plan de paz, en una muestra sorprendente de sintonía.
Haniyeh apeló a “la unidad” como factor “esencial en esta etapa” y aseguró estar preparado para trabajar políticamente y terminar con la división interna palestina, algo que ambas facciones llevan prometiendo sin cumplir más de una década.
El liderazgo palestino rompió los contactos con la administración estadounidense en 2017, cuando esta reconoció Jerusalén como capital israelí y cerró la oficina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington.
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Desde entonces, rechazan a EEUU como mediador en solitario y consideran que todas sus acciones apoyan las posiciones de la derecha israelí, como la anexión del Valle del Jordán, (un 30 % del Cisjordania) que recoge la propuesta de hoy de Washington.
Abás consideró el plan estadounidense como un intento de “liquidar los derechos legítimos de los palestinos”, y afirmó que ni Jerusalén ni los palestinos “están en venta”, en respuesta a la inversión de 50.000 millones de dólares que prevé este para desarrollo y creación de empleos.
El liderazgo palestino decidió hoy mantener la estrategia contra “la ocupación israelí hasta lograr la independencia”.
El presidente planteó un cambio en el papel de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero no aclaró qué podría suponer.
“Nos mantendremos firmes contra los esquemas y planes que están llegando para poner fin al problema palestino”, concluyo Abás.
Amnistía Internacional (AI) calificó el plan de paz de EEUU como “un manual para más sufrimiento y abusos en Israel y los territorios palestinos ocupados”, e instó a la comunidad internacional a rechazarlo.
Según la ONG, el llamado “Acuerdo del Siglo” corre el peligro de “exacerbar las violaciones y consagrar la impunidad” e incluye medidas contrarias a la ley internacional, como la anexión del Valle del Jordán y de colonias judías en la Cisjordania ocupada, algo que el primer ministro israelí en funciones, Benjamín Netanyahu, planea empezar a poner en marcha el próximo domingo.
“Durante más de medio siglo de ocupación, Israel ha impuesto un sistema de discriminación institucionalizada contra los palestinos, negándoles derechos básicos”, señala Philip Luther, de AI para la región.
Mientras las cámaras apuntaban al apretón de manos entre Trump y Netanyahu, en Israel el fiscal general del Estado presentó formalmente en los tribunales la acusación por corrupción del primer ministro, Benjamín Netanyahu, después de que este retirara su petición de inmunidad, lo que da inicio a su procesamiento.
Netanyahu se sentará en el banquillo de los acusados por el conocido caso 4000 o Bezeq, en el que se le imputa haber hecho favores entre 2012 y 2017 al gigante de telefonía israelí Bezeq a cambio de cobertura favorable para él y su familia.
En el caso 1000 es sospechoso de aceptar lujosos regalos de millonarios para él y su familia, por hasta un millón de shéqueles (unos 260.000 euros).
El procesamiento de Netanyahu no lo inhabilita para los comicios del próximo 2 de marzo, pero el Tribunal Supremo se tendrá que pronunciar.