Se dice que el ayahuasca resulta beneficioso para tratar trastornos como la depresión y las adicciones. Sin embargo, este rito milenario que se practica en países como Perú, Colombia y Brasil está manchado por denuncias de abuso sexual.
Citadas por la BBC, dos mujeres extranjeras detallaron su indignante experiencia con dos chamanes peruanos. Rebrekah, de Nueva Zelanda; y Anna, de Canadá, fueron víctimas de violación durante una ceremonia del ayahuasca.
“Me pareció que sonaba interesante y pensé en probarla”, cuenta Rebrekah, una veinteañera que pidió ocultar su nombre real.
Era 2015 y la joven viajó para vivir la experiencia. Aquella primera vez fue buena, recuerda. “Al volver a casa después de eso, sentí que mis relaciones eran mucho más fuertes. Sentí que era mucho más fácil compartir y recibir amor”, señala.
La ceremonia del ayahuasca siempre está precedida por un guía, a quien se conoce como chamán o curandero. Ellos les dan el brebaje, mezcla de dos plantas, a los asistentes. Al cabo de media hora empiezan los efectos y sufren una especie de “purga”.
Algunos vomitan y hasta presentan diarreas, pero todos logran tener visiones sobre aspectos de su pasado o cualquier criatura extraña.
La ceremonia del ayahuasca es precedida por un chaman o curandero.
“Cuando estás bajo esos efectos, percibes muchos sonidos diferentes. La gente llora, verbaliza cosas que no tienen sentido, están purgándose o gimiendo", revela Anna, quien entonces tenía 34 años.
Después de su experiencia, Rebrekah retornó a Perú al año siguiente para beber el ayahuasca. Se encontró otra vez con el mismo curandero. Esta vez, él mostraba más amabilidad y le confesó algunos “secretos”.
Él, de más de 50 años, le decía a una jovencita de 20 que no se sentía sexualmente satisfecho con su esposa y que ella debía ‘curarlo’.
"También me prometió mucho progreso y poder espiritual si teníamos una relación mientras su esposa no estaba", asegura Rebrekah.
Aprovechando su poder como guía espiritual, el chamán la sometió y la obligó a realizar actos sexuales con él.
"Como él era un chamán, pensé que tenía superioridad moral. Confiaba en él. Es repugnante", expresa la víctima.
Lamentablemente, ella no fue la única. El chamán que la violó continúa en la actualidad realizando los rituales. Además, según señala la BBC, hay un sinnúmero de testimonios contados en foros de Internet sobre abusos sexuales después de beber el ayahuasca.
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Anna es una de las mujeres que se atrevió a revelar su caso. Su supuesto abusador se llama Guillermo Arévalo, quien fue homenajeado por el Congreso peruano en 2015 por su trabajo sostenible en la Amazonía.
Este nombre es el mismo que se repite en otras tantas confesiones.
De lo que recuerda Anna de aquella mala experiencia con el ayahuasca, Guillermo aprovechó que estaba bajo los efectos del brebaje para tocarla y posteriormente violarla.
"Guillermo vino y se sentó conmigo, y al principio sentí alivio porque pensé que iba a ayudarme", detalla. "Comenzó a cantarme y puso sus manos sobre mi estómago, sobre mi ropa, lo cual es normal. Y después bajó sus manos por mis piernas. Y entonces vino esa sensación helada. Me tumbé ahí, asustada, y entonces puso sus manos en mi camisa y me palpó los pechos".
Guillermo Arévalo
De acuerdo con su testimonio, Anna se sentía comprometida y coaccionada. Creía que no podría acceder más a la comunidad del ayahuasca si contaba algo, por lo que decidió callar.
Sin embargo, volvió a ser víctima de abuso sexual. Esta vez, por un curandero cercano a Guillermo.
“Me congelé y dejé que me hiciera lo que quisiera. Creo que me violó probablemente unas cuatro o cinco veces”, señala Anna.
La experiencia provocó en ella una posterior psicosis y recaídas en su adicción con las drogas. La mujer no solo fue víctima, sino también presunto testigo de abuso sexuales a los otros participantes.
“Creo que me culpé a mí misma durante mucho tiempo: por qué no pude decir que no, por qué no me pude mover, por qué le dejé que me hiciera esas cosas", expresa.
Hoy de 71 años, Arévalo niega las denuncias y argumenta que las supuestas víctimas imaginaron todo.
“A veces la gente simplemente se imagina esas cosas”, afirma.
Según su versión, se trata de “imaginaciones” de personas que “no están bien”.
"Cuando tocas a alguien que ha sufrido abusos o violaciones, piensan que eres igual. Eso es lo que pasa”, insiste.
Pese a ello, Rebrekah y Anna buscan difundir sus historias para evitar que sigan habiendo víctimas.
“Creo que lo único que podemos hacer es contarlo y hablar sobre ello”, concluye Rebrekah, “asegurarnos de que la gente sabe lo que está pasando”.