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Vaticano pide perdón por curas pederastas del Caso Próvolo [FOTOS]

‘’La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores’’, expresó la Santa Sede por primera vez, luego de que se comprobaran las trágicas condiciones en que niños con discapacidad auditiva eran abusados sexualmente por los religiosos.

El Caso Próvolo en Argentina remeció los cimentos de la Iglesia Católica en todo el mundo, debido a que la justicia condenó a dos curas tras comprobarse que abusaron sexualmente de varios niños con discapacidad auditiva.

Desde el 2005 hasta 2016, decenas de menores denunciaron por violación a los religiosos, quienes contaban con el respaldo de las monjas, monaguillos y hasta el jardinero para perpetrar los delitos.

“Pedimos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión”, indicó la Santa Sede en clara referencia al papa Francisco.

Los sacerdotes implicados son Horacio Corbacho y Nicola Corradi, a quienes las autoridades de Argentina sentenciaron a 45 y 42 años de cárcel, respectivamente.

El Vaticano se pronunció por primera vez luego del escándalo de abuso sexual en el Instituto Próvolo de Mendoza, y negó que hayan obstruido las investigaciones y protegido a los curas pederastas.

Alberto Bochatey fue el obispo asignado por el sumo pontífice para que actuara como comisario apostólico de la Santa Sede.

‘’Toda vez que la Justicia argentina libró exhortos o pedidos a las instancias que corresponden en la Iglesia, ésta respondió según derecho, en tiempo y forma. Nunca ocultó información ni quitó colaboración”, indica la misiva firmada por la Iglesia.

Kumiko Kosaka, la monja acusada de abusar de menores en el Próvolo. Foto: Difusión.

Kumiko Kosaka es la monja vinculada al accionar de los sacerdotes, y mientras espera una sentencia, las víctimas recrean la tortura a las que fueron sometidas en el Instituto Próvolo.

Una de las agraviadas acusa a la monja de no protegerla tras sufrir una hemorragia por las agresiones sexuales, y solo atinó a ponerle un pañal para ocultar las manchas.

Algunos de los niños también fueron encadenados y obligados a violar a otros de sus compañeros, para deleite de los sacerdotes que los observaban.