Luis Ángel Romero. EFE
Un grupo de mujeres reza de rodillas en medio de una carretera bloqueada para que no puedan pasar los militares, antes de que comiencen a arder las barricadas de que quienes exigen que Evo Morales vuelva a Bolivia.
El Alto, unos de los bastiones electorales de Morales, está dividido entre quienes desean que regrese la normalidad y los que solo ven como salida a la crisis en Bolivia que retorne su líder.
Las mujeres, muchas indígenas aimaras, lloran mientras rezan arrodilladas en la carretera que comunica el altiplano con El Alto, la segunda mayor ciudad de Bolivia con cerca de un millón de habitantes.
Sus manos sostienen la whipala, la bandera de las comunidades indígenas, en esta ciudad vecina de La Paz fundada hace solo 34 años en su mayoría por emigrantes del campo.
La lucha tocaba este domingo frente a una refinería de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), para que no lleguen a abastecerse los militares, que junto con la Policía, están en las calles de un país convulso.
Lo peor no es que haya dos “fejuves” en El Alto, dos federaciones de Juntas Vecinales, sino la división en toda Bolivia entre los que solo quieren tranquilidad y los que no están dispuestos a rendirse hasta que retorne “el hermano Evo”, asilado en México.
Senkata es como se llama el punto de bloqueo frente a los tanques de combustible, ante la mirada incrédula de unos pocos soldados desde el interior de la refinería. Gritos de libertad, consignas para que se vayan los militares de las calles y con ellos la presidenta Jeanine Áñez, la sucesora provisional del líder indígena.
“Qué se vayan, carajo, Bolivia no les quiere”, proclaman desde un improvisado escenario en medio de la carretera, con la consigna de que “tiene que haber una lucha constante”.
La multitud se sobresalta cuando alguien alerta de que "están viniendo los pacos", los policías, pero los que aparecen son dos militares que pese a no ir de uniforme han sido descubiertos y son llevados a empujones.
Áñez tiene que irse y que vuelva Morales, aunque para ello tengan que estar indefinidamente en las calles, mantienen unos. Otros como Justina, una mujer mayor, lamenta que sus hijos sufran, incluso de noche lloran, porque sea quien sea el que gobierne, solo quieren vivir en paz. “Sufren los inocentes”, exclama, por un conflicto que se prolonga desde las elecciones del 20 de octubre, con al menos 23 muertos, más de setecientos heridos y más de 1.100 detenidos según datos oficiales.
“Evo, te estamos esperando en tu querido El Alto”, sentencia una joven, para arengar a la multitud: “El Alto en pie, nunca se rinde”.
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● La presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, canceló un viaje dentro del país por temor a un atentado, informó el Gobierno boliviano, sin aportar más detalles en espera del desarrollo de los operativos contra un supuesto “grupo criminal”.
● La Paz intenta abastecerse de alimentos, que escasean en los mercados hasta el punto de que la Alcaldía organiza una venta para evitar un alza desmesurada de precios, y de combustibles, que el Gobierno interino va a importar de Chile y de Perú.