En busca de la soledad y el silencio, un buen día de 1986, Christopher Knight, de 20 años, entró en un bosque en la zona rural de Maine, en el noroeste de Estados Unidos y no salió de allí en 27 años.
Christopher Knight no solo se hallaba incómodo al estar cerca de otras personas, sino que tenía un “impulso” de soledad que se parecía a una “fuerza gravitatoria”. “Todo su cuerpo decía que se sentía más cómodo solo”, por ello inició una nueva vida en su hogar -una carpa- en un pequeño claro en la zona boscosa que rodea a un lago llamado North Pond.
Su carpa y hogar se ubicaba completamente escondida, pese a que se hallaba apenas a unos minutos de cientos de cabañas de verano que se hallan en la zona y de un centro comunitario.
Precisamente, logró sobrevivir robando comida, combustible para cocinar, ropa, botas, baterías y muchos libros de esos lugares.
A pesar de que los inviernos suelen ser muy crudos en Maine que la temperatura desciende hasta -20°C
Aunque Christopher Knight intentó causar el menor daño posible, la gran cantidad de robos, más de 1000 a lo largo de las tres décadas logró causar gran ansiedad en los propietarios de dichos lugares.
El final de su aislamiento se produjo cuando la policía le tendió una trampa y logró atraparlo. Lo enviaron a prisión.
El escritor Mike Finkel visitó al ermitaño en la cárcel con el objetivo de recopilar información para escribir el libro The Stranger in the Woods: The Extraordinary Story of the Last True Hermit. (“El extraño en el bosque: La extraordinaria historia del último verdadero ermitaño”.
“¿Por qué?” era la pregunta básica.
Porque tenía “el impulso para estar solo era como una fuerza gravitatoria”, pues todo su cuerpo decía que se “sentía más cómodo solo”.
Según la investigación de Finkel, Christopher Knight, mayormente, hizo lo que se denomina ‘nada’. Y no tuvo contacto con otros seres humanos por 27 años, salvo una vez que le dijo “hola” a un campista.
A pesar de este aislamiento absoluto, dijo que no estuvo aburrido en ningún momento en 27 años. Por el contrario “dijo que se sentía total e intrincadamente conectado con todo lo demás en el mundo. Era difícil para él decir dónde terminaba su cuerpo y comenzaban los bosques. Dijo que sentía esta comunión total con la naturaleza y con el mundo exterior”, señala Finkel.
Casi una experiencia mística lograda por la soledad, sin necesidad de drogas psicodélicas.
Así, para Christopher Knight, el ermitaño de Maine, la soledad y el silencio fueron la recompensa. Quería vivir su vida en ese pequeño lugar en el bosque, morir allí entre los árboles, sin dejar nada atrás. Sin embargo, no se lo permitieron.
Christopher Knight vivió como ermitaño durante 27 años. Foto: Difusión
“El silencio es un lugar en el que puedo encontrar el éxtasis. Solo lo consigo en silencio y la mayoría de las personas que conozco solo lo consiguen en silencio. Es simplemente una sensación fabulosa. Ya sabes, estás caminando y de repente simplemente dices ‘¡Sí!’. Es una respuesta extraordinariamente intensa. Totalmente alegre”.
Es lo que cree Sara Maitland, quien vive en soledad en Escocia, Reino Unido, en una casa linda y sencilla que ella misma construyó.