Todavía era muy niño cuando veía que su padre, con el tocadiscos a todo volumen, se desbarataba en la sala bailando rock. El pequeño lo miraba con la redondez de su boca abierta. No entendía nada, pero sentía que el sonido lo iba invadiendo y que algo, en sus adentros, le ordenaba moverse a él también. Así, Sherman Meléndez (Lima, 1978) se metió de cabeza en el ruido y la tempestad de rock.
Con los años, se hizo pintor, pero nunca dejó la música. Es más, quiso ir al Conservatorio. Pero ocurrió que también desde edad temprana había descubierto otra pasión, el dibujo y la pintura. Por eso, a la hora de decidir qué profesión estudiar, tuvo el dilema si quedarse como rockero de banda -porque tuvo su banda- o ser un artista plástico.
De cómo acabó en las aulas de Bellas Artes, es otra historia. Lo cierto es que ahora, con la muestra “Hit Rock”, que exhibe en la galería Martín Yepez, en la que presenta retratos de rockeros míticos, ambas pasiones están juntas. “Para mí, el color también tiene música, y viceversa. Esta muestra es, sobre todo, un homenaje a José Emilio Meléndez Polo, mi padre, que hace un año falleció y quien me encaminó por el sendero del rock”, afirma el artista.
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La muestra presenta una galería de rockeros de los años 70, 80 y 90. Allí, entre otros, figuran Freddie Mercury, Cindy Lauper, Morrissey, Diana Ross, Jim Morrison, Pink Floyd, Robert Smith, Madonna, Laura Branigan y Cher. También Whitney Houston, Mick Jagger, Sting, Paul Stanley y Eddie Van Halen, que eran ídolos de su padre y suyos también. Los retratos están pintados a espátula, con fuerza, como quien acentúa tajos para resaltar el carácter, el gesto del personaje. Los colores, que se entremezclan entre cálidos y fríos, parecer recrear la vibración y la estridencia seductora del rock.
La espátula de Sherman Meléndez buscó el rostro y el alma de los músicos y cantantes rockeros en sus respectivas fotografías. “Para retratarlos, elegí que las fotos sean en blanco y negro porque yo tenía que hacer mi aporte, además del dibujo y la composición, con el color. Tenía que poner en ellos algo mío, lo que yo viví con el rock”, anota el artista.
David Gilmour, Janis Joplin, Laura Branigan y Robert Smith reflejados en el arte de Meléndez. Foto: composición La República
Creció escuchando música, además del rock, cumbia, salsa y huainos. Su padre gustaba de todo y lo disfrutaba en todo momentos. Si estaba sentado en la mesa, con sus manos tamborileaba la música que escuchaba. “Sí, además de nuestros alimentos, con él, el ritmo también estaba servido en la mesa. Y yo lo empecé a imitar, a seguirle el compás. Mi abuela un día me vio tamborileando la mesa y me regaló un tamborcito. Enloquecí, pues día y noche le daba duro al tambor”, dice Meléndez.
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Ese tambor fue el punto de partida para iniciarse como músico, sobre todo como percusionista, dominó la conga, la batería, el bongó y los timbales, aunque también aprendió guitarra.
Cuando llegó el Betamax, fue otra locura. Y ni se diga después con el VSH, más todavía si su padre era un coleccionista de la música disco. “Con el Betamax pude ver el rostro de los rockeros. Pude verlos en los escenarios. Alzaba todo el volumen y tenía concierto en casa. Y mi padre allí, solo, bailando solo, como un poseso”, narra Sherman.
En el colegio, además de dibujar y pintar -su otra pasión-, tocaba las tarolas y el bombo. También el bajo. Había aprendido a tocar de oído. Tenía un grupo e hicieron suyas las canciones de los Enanitos Verdes, Soda Stereo, el Tri, entre otros. Fue entonces que se le cruzó por la cabeza estudiar música en el Conservatorio, aunque también quería ser pintor. Pero necesitaba recursos, así que se puso a hacer murales. No sabía cobrar. Un día, por casualidad, pasó por la puerta de la Escuela de Bellas Artes y aprovechó para preguntar cuánto se cobra por un mural.
“Lo que vi dentro me deslumbró, había talleres de dibujo, escultura y pintura. Me enteré que para estudiar allí se tenía que postular y yo había llegado a pocos días del examen. Sin pensarlo mucho, me preparé e ingresé. Pienso que si hubiera ido primero al Conservatorio, me hubiera quedado allí, pero dio la casualidad que antes llegué a Bellas Artes”, comenta el artista.
En Bellas Artes fue, literalmente, otro cantar. Avanzó en artes plásticas, pero también como rockero y formó las bandas Histeria y Trago Amargo y tocaba temas de Arena Hash, Frágil, No sé quién y no sé cuántos y Río, su grupo preferido. Tocaba en grupos de adultos y había noches que las pasaba en vela en conciertos y bohemia y al día siguiente había que ir a clases. “Decidí dedicarme a la pintura, pero necesitaba dinero para comprar mis materiales. Tuve que vender mis instrumentos musicales pensando que después los iba a volver a comprar”, dice el artista.
Pero todo fue cayendo por su propio peso, se quedó como artista plástico. Su muestra “Hit Rock” sintetiza su experiencia rockera y su faceta de pintor. “Antes de pintar paisajes urbanos, sobre todo de Lima antigua, por los que soy conocido, yo hacía retratos. O sea, ahora hacer retratos de rockeros para mí no es nada nuevo”, explica Sherman Meléndez.
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Está dedicado a la pintura, pero sigue siendo fiel al rock (siempre pinta de pie, con música). Si alguna vez le dijeron, no sin prejuicios, que el rock era un camino a la perdición, que era satánico, no fue esa la razón para dejar el rumbo de rockero. “Son prejuicios. En la furia del sonido del rock hay una inmensa humanidad”, concluye Sherman Meléndez.
Muestra. “Hit Rock” se exhibe en la galería Martín Yepez. Av. Nicolás de Piérola 938 (en la plaza San Martín). Visita: de lunes a domingo: 11 a.m. a 7 p.m. Ingreso libre.