Por Juan Álvarez Morales
¿Qué hace que 15.000 personas aguarden en la Costa Verde de San Miguel, de pie, con frío y por más de tres horas de lo programado? ¿Qué hace que algunos de ellos hayan pasado previamente por el ritual de pintarse la cara para —intentar— parecerse a un demonio, una estrella, un ángel o un gato? Es más de la medianoche y los rostros de satisfacción de los que presenciaron el paso por Lima del tour de despedida de Kiss podría explicarlo.
Digámoslo así: los que pagaron por ver en directo a los cuatro artistas desplegando sus temas clásicos en medio de luces, láseres y pirotecnia no tenían nada que reclamar. Parafraseando el grito de guerra con el que sus ídolos saltan al escenario: si los fans querían lo mejor, Kiss les daba lo mejor.
Voz. Eric Singer se luce en el solo de batería, pero también en el piano al cantar ‘Beth’. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Y así fue. Como en todo el tour de despedida, la puesta en escena resultó impecable y no faltaron la sangre ni el fuego en la boca del ‘demonio’, las plataformas móviles y Paul Stanley ‘volando’ hacia la torre de sonido. ¿Cómo que qué tiene que ver eso con el rock? Nada en una banda normal, todo en una banda como Kiss, desde hace ya 50 años. Es natural que Gene Simmons ahora se apoye más en el histrionismo de Paul Stanley, el virtuosismo de Tommy Thayer en la guitarra y la destreza de Eric Singer en la batería. Más allá de eso, nadie puede negar que en su repertorio hay casi himnos contemporáneos, y ninguno de ellos faltó.
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A propósito, fue una lástima que Frágil no participara en esa noche mágica como se había anunciado. Los organizadores indicaron “fallas técnicas” al comentar la ausencia. Ojalá haya sido solo eso.