Winston despierta con una tarea programada: interrogar a “la hereje”, una mujer que clama por la libertad de pensamiento. 2084 está basada en la novela 1984 escrita por George Orwell y fue adaptada a las tablas limeñas. Marcello Rivera es el protagonista y nos habla del arte en esta coyuntura y de los inevitables –o necesarios– paralelos sobre el poder. “(Con la pandemia) salió la radiografía completa. El país en bonanza se fue al demonio, es la verdad. Era para un sector muy pequeño, pero el resto estaba olvidado y eso no puede volver a suceder”, dice.
¿Cómo ha sido volver al teatro, además, con una historia tan potente?
De hecho, cuando lo leímos en grupo, más allá de la emoción de echar a andar otra vez la rueda del teatro, nos pareció sumamente importante asumir el reto de este texto. Porque los temas de la obra, la libertad de los individuos, la opresión de los gobiernos y de los dictatoriales son situaciones que tenemos en carne propia. Siempre el mal uso del poder genera opresión. Es un tema del que hay que hablar y qué mejor que con el arte que es nuestro trabajo. También es una tarea y el Británico se ha comprado el pleito (sonríe). El teatro sirve para movilizar, para abrir los ojos, para entender las situaciones que nos pasan y, en el mejor de los casos, salir de ellas.
¿2084 va más allá de derechas e izquierdas?
Sí, definitivamente. Es el poder autoritario que coge conceptos de uno y de otro. También llevándolo a otros temas, como la igualdad, la equidad... Hay que manifestarse para que podamos estar mejor sin que seamos silenciados. Tiene que ver mucho con nuestra situación política.
¿Te parece que van quedando muchas de esas heridas?
¡Grandes heridas! Lo que propone la obra es uno de los últimos textos que dice Winston. “La gente está abriendo los ojos pronto”. Cada persona debe tener la libertad de ubicarse en el sector que le corresponda, eso es la democracia. Sin embargo, somos tan manipulados y manipulables.
Entonces, ¿eres de los que piensan que hay un sector que ha despertado?
Definitivamente lo creo, además yo he sido parte de ese grupo que ha salido a marchar, a levantar mi voz. Nuestra historia es clara sobre los excesos que se han cometido. Pero también, lamentablemente, ante una situación de manipulación, pueden volverse a cegar. Eso es lo peligroso. Soy enemigo de las verdades establecidas. Siempre hay que estar en una constante revisión.
Del statu quo.
Por supuesto, somos un país demasiado diverso y no hay ningún derecho a juzgar al del frente. Soy limeño y he vivido toda mi vida en Lima y siento que Lima siempre se siente tan superior al resto del país –generalizando, claro– que lo único que hace es cerrarle la puerta al resto del país y no mirar lo que pasa allá. Y eso no puede ser.
En ese sentido, los líderes tendrían que reconocer que somos un país desigual, machista...
Así podríamos ir cambiando. Pero no sé si los políticos inmediatos estén a la altura de eso, honestamente (sonríe). Yo no creía en ninguno de los dos candidatos, finalmente le di mi apoyo a Pedro Castillo porque el fujimorismo ha hecho tanto daño al país. Creo que Castillo tiene la oportunidad de hacer algo bueno y me parece muy significativo que cuando el Perú cumpla 200 años de independencia llegue al Gobierno –más que al poder, palabra tan peligrosa– alguien que es del Perú profundo, un campesino. Es significativo por lo que representa con sus orígenes tan peruanos, hasta me emociona. ¿Qué va a hacer? Pues no lo sabemos, ojalá no defraude.
Suscríbete aquí al boletín Espectáculos La República y recibe de lunes a sábado en tu correo electrónico las noticias más resaltantes de la farándula nacional e internacional, así como los temas que son tendencia en las redes sociales.