Se sabía que para la economía peruana el 2021 iba a ser un año particular por varios motivos. En primer lugar por lo que significó el 2020, con una caída del 11% en el PBI en medio de la pandemia y en segundo lugar por ser un año electoral y de cambio de gobierno. Acabando el año, se comienzan a hacer los balances y también se inician las proyecciones del crecimiento de la economía para el 2022.
En cuanto al balance, si bien todo indicaba que se iba a tener un rebote, ni los más optimistas proyectaron las cifras que se van a alcanzar este año. Algunas proyecciones de exministros de Economía hablaban de un crecimiento de apenas 6%, sin embargo, las cifras muestran que estará por encima del 13% y, como lo ha señalado el presidente del BCRP, Julio Velarde, desde el tercer trimestre el PBI peruano ya superó los niveles previos a la pandemia.
La recuperación está empujada especialmente por el incremento de la demanda interna, una inversión pública que ha batido récords y la inversión privada, que acabará el año con un aumento de algo más del 12% en relación al 2019 y 34.5% respecto a 2020. Al mismo tiempo que se ha mantenido el impulso fiscal para sostener la recuperación, se ha iniciado un proceso de consolidación fiscal, reduciendo significativamente el déficit al 3% del PBI, uno de los más bajos de la región. Las fortalezas macrofiscales han permitido que el país acceda a bajas tasas de interés en el mercado de capitales: la emisión de bonos de noviembre tuvo una alta demanda y tasas de interés favorables.
El BCR también destaca que juegan a favor los precios de nuestras exportaciones que están en el punto más alto de los últimos años: este año se batirá, por segundo año consecutivo, el récord de superávit en la balanza comercial con alrededor de 15.600 millones de dólares, casi el doble del año pasado.
Por supuesto, sigue siendo una recuperación desigual, con sectores que están creciendo (construcción, minería metálica, entre otros) y otros que no terminan de recuperarse. Además, el empleo todavía no alcanza los niveles prepandemia y la inflación, aunque principalmente por presiones externas, sigue siendo un tema que preocupa.
El presupuesto 2022, aprobado por unanimidad en el Congreso estará dirigido al financiamiento de cinco prioridades: salud, educación, agricultura, alivio a la pobreza y generación de empleo. En salud, la prioridad será la atención a la emergencia sanitaria, el desarrollo de inversiones estratégicas, el fortalecimiento de capacidades y avanzar en el aseguramiento universal. En educación aparecen como prioridades el retorno seguro a clases presenciales, el mantenimiento de la infraestructura e inversiones y el fortalecimiento de capacidades. La agricultura también aparece como prioridad y se buscará fortalecer su competitividad, la investigación e innovación y el desarrollo de inversiones estratégicas. En materia de empleo, se continuará con programas de empleo temporal, como Trabaja Perú y en relación a los programas de alivio a la pobreza, se continuará con transferencias monetarias, vía bonos como el Yanapay o el dirigido al personal formal público y privado de bajos ingresos.
Si bien el presupuesto aprobado incorpora el mayor incremento de los últimos tres años, las demandas adicionales no cubiertas son del orden de los 60 mil millones de soles. Es aquí donde radica la importancia de la reforma tributaria, para precisamente comenzar a cerrar las enormes brechas que se arrastran. Llevar adelante una reforma tributaria debería ser un acuerdo básico de todos los estamentos de la sociedad peruana: la presión tributaria en el Perú está cada vez más alejada del promedio regional; si en el 2000 estábamos tres puntos rezagados, hoy estamos siete puntos por debajo del promedio latinoamericano.
El Perú no puede darle la espalda a las tendencias globales en materia de fiscalidad. Organismos como el FMI, Banco Mundial y la propia OCDE, señalan que en el actual contexto los países deben aplicar impuestos más altos para los grupos de mayores ingresos y las empresas más rentables. En realidad, la reforma debería permitir recuperar los puntos que perdimos en recaudación por las desastrosas políticas tributarias que se aplicaron entre el 2014 y el 2016.
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Además, sectores claves como la minería no perderán competitividad; la reforma está siendo diseñada con el apoyo de organismos como el FMI y el Banco Mundial, que aportan no solamente capacidad técnica sino también el análisis comparado con otros países productores de minerales. Se calcula que este año los ingresos extraordinarios de la minería bordearán los US$ 13,600 millones por el factor precios. El país tiene el derecho de diseñar instrumentos para una mayor captura de la renta de las empresas que explotan un recurso no renovable y que le pertenece a la Nación.
Finalmente, el reto sigue siendo sostener el crecimiento de la economía en los próximos años. Algunos proyectan un crecimiento por debajo del 2% para el 2022 (ojalá se vuelvan a equivocar), mientras que las proyecciones del MEF y algunos organismos internacionales apuntan a una cifra cercana al 4%. Para lograr esta meta se tendrá que seguir manejando las finanzas con responsabilidad, apuntalando la inversión pública y por supuesto también la privada y además, prendiendo otros motores para comenzar a diversificar la matriz productiva del país y hacerla más sostenible. Otra tarea clave para el Ejecutivo y el Congreso es bajar el ruido político y dar señales claras para seguir promoviendo la recuperación de la economía.