Si bien el juego se hizo conocido en otras partes de Europa, donde era jugado principalmente por la aristocracia, el que lo popularizó en todo el mundo fue Edwin Lowe, quien le dio al juego el nombre con el que lo conocemos hoy y quien transformó al bingo en un negocio multimillonario.
Lowe era el dueño de una compañía de juguetes de Nueva York que estaba por quebrar. En 1929, año en el que comenzó la Gran Depresión, viajó al estado de Georgia, en el sur de Estados Unidos, y visitó el carnaval de Atlanta.
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Ahí se encontró con un grupo de personas que jugaban ávidamente a una versión local de lotto, con frijoles para marcar los números. Cuando alguien completaba una línea de números gritaba “beano”, por el nombre del frijol en inglés: bean.
Encantado con este descubrimiento, Lowe regresó a su natal Brooklyn y les enseñó a sus amigos a jugar “beano”. Cuenta la leyenda, que una de sus amigas se emocionó tanto cuando ganó, que gritó por error: “¡Bingo!”.
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Y ese parece haber sido el “momento Eureka", a Lowe le pareció el nombre perfecto para llamar al juego de mesa que decidió lanzar a través de su compañía. Resultó un exitazo de ventas y no solo salvó a su empresa. También convirtió a Lowe en millonario. Cuando vendió su compañía, tres décadas más tarde, obtuvo 26 millones de dólares.
Fenómeno
El bingo no solo se popularizó en las casas. En Estados Unidos , durante la década de 1930 se estima que se realizaron unos 10 mil bingos públicos por semana. Y su éxito en ese país lo catapultó a la fama en el resto del mundo.
No solo se usó como pasatiempo. Los juegos de bingo también se utilizaron, y se siguen usando, como una forma lúdica de recolectar dinero para diversas causas benéficas.
FUENTE: BBC