Para Alejandro Hernández, Paranga, el arte de pintar es un oficio para cazar monstruos. No los imaginarios, sino los reales, aquellos que están encaramados o camuflados en el poder. El artista ha blandido sus pinceles para develarlos, hacerlos más visibles y ponerlos en una galería, como en la muestra “La segunda adolescencia” que actualmente exhibe en el centro cultural Ccori Wasi, Miraflores.
Alejandro Hernández (Lima, 1986) estudió en la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Egresó con el primer puesto de su promoción. Es magíster en Estudios Culturales en la misma casa de estudios. Hasta ahora ha presentado nueve exposiciones individuales. Entre sus distinciones, el 2010 ganó el premio Adolfo Winternitz en la PUCP. También tiene premios en el Británico Cultural, Fundación MAPFRE y el BCR. En el 2012, su proyecto de tesis fue reconocido por el Programa de Apoyo al Desarrollo de Tesis de Licenciatura (PADET-PUCP). Por su trazo y dibujos ha sido ilustrador de revistas como Cosas, Hombre y Buen Salvaje.
Realidad palpable
“La segunda adolescencia”, que está bajo la curaduría de Máx Hernández Calvo, recrea, en mediano y gran formato, una serie de situaciones y personajes que podemos asociar, de manera simbólica, con la realidad cotidiana, sobre todo aquella que descubrimos con la pandemia. Para el artista, el Covid-19 “acabó con el espejismo del supuesto desarrollo y progreso que vivíamos”. La realidad no era horrible, parafraseando a César Moro, sino, para Paranga, “la realidad, la de estar encerrados, sin hospitales, sin garantía de vida, era una verdadera mierda”.
Obras. Tres pinturas de la exposición con las que el artista intenta presentar la experiencia que vive la sociedad peruana. Foto: John Reyes
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Explica que la muestra se llama “Segunda adolescencia”, más que por su edad –tiene 36 años–, por este segundo aire tras los estragos de la pandemia, que él llama un periodo rebelde, de marchas y protestas.
“Ante la toma de las instituciones y el poder por una clase política y todo contra nosotros, nos obligó a manifestarnos. No podíamos estar callados”, dice Paranga.
¿La muestra, en ese sentido, ofrece un recorrido por esa realidad que describes?
Sí, la muestra es un viaje que se inicia, previo a la pandemia, cuando todo parecía felicidad y paz hasta que nos quitan esa promesa de progreso, desarrollo y consumo. Y somos encerrados, y es entonces cuando empezamos a hacer introspección, a vernos a nosotros mismos y a extrañar todo eso a lo que ya nos habíamos acostumbrado. Entonces, esa añoranza se convierte en un punto de furia, de ira, en mucha fuerza contenida.
¿Ese es el punto de parteaguas de la realidad, lo que llamas segunda adolescencia?
Exacto. Cuando empieza a salirse de control, con la falta de vacuna, con la muerte de Inti Sotelo y Brian Pintado, hay una especie de segundo despertar. Nos damos cuenta de que ese país que nos habían vendido, con desarrollo y progreso, era una vil mentira. La gente se moría, estábamos encerrados, no tenías garantías para la vida, no podíamos hacer nada. No estábamos preparados para nada. Nuestro desarrollo era un espejismo.
Obras. Tres pinturas de la exposición con las que el artista intenta presentar la experiencia que vive la sociedad peruana. Foto: John Reyes
O sea, ¿la realidad real?
Mira, cuando dejamos de vernos el ombligo, de añorar y desear cosas egoístamente para nosotros, es que llegamos a entender que hay problemas que nos afectan a todos como sociedad. Ahí empiezas a ver una ruptura. Y en la muestra ese es el parteaguas. Sí, dejamos de vernos de una manera individual para entender el país y que es nuestra clase política la que nos pone el pie en la nuca, la que nos ha mentido y vendido ese espejismo. La pandemia lo único que termina de hacer es revelar que vivíamos en una simulación, en una estafa.
O sea, ¿tu pintura busca revelar monstruos sociales?
Sí, esos son los monstruos reales, son los monstruos de verdad. Los monstruos imaginarios son bonitos y sirven para alimentar la creatividad vital, pero los monstruos de verdad son estos, los políticos, los que están dirigiendo el país, los que te dicen qué hacer cuando no tienen ningún conocimiento de causa sobre lo que dicen o hacen, lo que, finalmente, nos termina salpicando su veneno, toda su ponzoña. Cómo no graficarlos de esa manera. Esos son los monstruos para mí.
En tu muestra hay una galería de monstruos...
Allí, todos los monstruos, sin apariencias ficticias, son aspirantes a esos monstruos finales. Esos con apariencia, vamos a decirlo así, estereotipadas, deformes, con garras, con dientes, con uñas y demás, son posibilidades que pueden llegar a ser como los monstruos verdaderos. No hay que hacer mucho maquillaje a Keiko, a Dina, a nuestros políticos, a nuestra clase abusadora, los empresarios y tal, para darnos cuenta de que ellos, sin tanta garra ni dientes, son los verdaderos monstruos. Los que giran a su alrededor son los groupies, aspirantes a monstruos finales.
Obras. Tres pinturas de la exposición con las que el artista intenta presentar la experiencia que vive la sociedad peruana. Foto: John Reyes
Tras la pandemia, la cosa política se agudizó, sobre todo en las marchas del sur peruano...
Sí, claro, fue una rebelión contra los monstruos. Esos monstruos han tomado el país, nuestros medios, nuestras vidas, nuestras libertades y, claro, toda esta movida es contra ellos. Por ejemplo, yo considero que mi pintura es una forma de protesta como la movilización civil. Es una lucha, una cacería, un señalamiento de esos engendros que quieren tomarlo todo. Quizás cuando dejen de existir yo pueda dedicarme a pintar otra cosa, mientras tanto, es mi quehacer cotidiano.
¿Pintar y denunciar?
Sí, hay que señalarlo, atacarlos, no hay que tener miedo. Lo peor que podemos hacer es escondernos de estos monstruos. Claro, asustan, tienen poder, son monstruos grandes y pisan fuerte, como dice Mercedes Sosa. Ellos conocen su poder y nosotros no podemos decir “ya, cómeme, mátame”. No. La idea es decir, “oe, ¿sabes qué?, no te tengo miedo”. Yo les disparo con mis obras de arte.
La muestra. Se exhibe en el Centro Cultural Ccori Wasi de la U. Ricardo Palma. Av. Arequipa 5198, Miraflores. Horario: de lunes a domingo de 11:00 a.m. a 8:00 p.m. (incluido feriados). El ingreso es libre.