Gabriel García Márquez le prometió una entrevista con la condición de que no grabe y le mande la transcripción de la charla para ponerle el okey. La norteamericana Toni Morrison fue reticente a la sesión fotográfica. El nigeriano Wole Soyinka lo adentró en la selva de su país y le puso dos vigilantes armados con pistolas para cuidarlo. Desde una calle de Barcelona y con un teléfono móvil cuya batería agoniza, el periodista catalán rememora sus aventuras periodísticas con más de 20 escritores que obtuvieron el Premio Nobel de Literatura. Una primera edición de esas entrevistas con un notable registro fotográfico se publicó en 2009 en varios idiomas. En el 2022 tiene planteado reeditarlo incluyendo los que vinieron después.
El proyecto comenzó en 1995. La Academia Sueca concedió ese año la distinción a Kenzaburo Oé. Su compañero de aventuras, el fotógrafo Kim Manresa, tuvo a disposición al autor japonés. Le tomó fotos en el metro, en un templo, pasearon por las calles de Tokio, fueron a su casa, estuvieron con su familia. Con García Márquez fue distinto. Oé parecía caribeño y Gabo nikei. El colombiano aceptaba una entrevista después de 20 años de silencio, pero con el decálogo que imponía en sus escuelas de nuevo periodismo, no grabadoras. ¿Por qué? El autor de Cien años de soledad tenía la teoría de que el redactor trasvasa las imperfecciones del lenguaje oral al texto. “Por lo tanto queda menos bonito”. Gabo me aconsejaba: “Invente pero no tanto. Luego mande el texto para verificar si inventó mucho”.
La charla duró tres horas, Ayén solo tomó notas. A la tarde, cuando regresaba al hotel, sonó el celular. Era el premio nobel 1982, quería cambiar una respuesta. Según él, se le había ocurrido algo mejor.
¿Dónde querían llevar a García Márquez para las fotografías?
A Colombia era lo ideal. Él estaba en Ciudad de México, en su casa de El Pedregal de San Ángel. Nos conformábamos con que saliera a la calle, no hubo manera de convencerle (…).
Wole Soyinka fue el primer nigeriano en llevar el galardón para África. Es el nobel menos conocido, pero probablemente el más hospitalario en la aventura de Ayén-Monresa. Convivieron con él una semana en Nigeria. Llegaron hasta su aldea natal, donde el escritor tenía una casa de ensueño. El inmueble, en plena selva, funcionaba con sus propias plantas de luz y agua. El estudio del escritor tenía paredes de vidrio para apreciar los bosques y animales. Ese paisaje acompañaba a Soyinka mientras trabajaba. Nigeria era muy peligroso para los occidentales. Dos guardaespaldas cuidaban del periodista y el fotógrafo por disposición del escritor.
¿Alguna vez quiso tirar la toalla?
Nos pasó de todo. Fuimos a Nueva York a casa de Toni Morrison. El mediador malinformó de nuestro proyecto y cuando vio al fotógrafo se escandalizó. Dijo que de ninguna manera le harían fotos. Tres meses después aceptó con ciertas condiciones.
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Hay fotos donde usted aparece con Vargas Llosa en los recorridos matinales que hace antes de escribir.
Lo acompañamos en su rutina deportiva en Lima y en sus ensayos teatrales en España (…). Estuve con él en Manhattan dos días antes de que gane el Nobel. Me habían dicho que ese año (2010) podían darle el premio. Por eso viajé. La noche anterior a la noticia, le dije: “Si le dan el Nobel, me deja entrar en su departamento”. Respondió: “No te preocupes, Xavi, ese tren ya pasó para mí”. Bueno, no pasó porque se lo dieron.
A propósito de su libro Aquellos años del boom, usted contó que se hizo una edición nueva con detalles sobre las causas de la riña Vargas Llosa y Gabo.
(…) A él no le gustó que se contara esa parte. Estaba enfadado, sentía que era una invasión a su privacidad. Sin embargo, era inevitable, tenía todas las versiones de los testigos. Se perdió el contacto con él. “Él es una persona de apoyar a los suyos y cuando deja de considerar a alguien como de los suyos, corta. Le pasó también a Jeremías Gamboa, a quien apoyó mucho. Es una situación que se puede comprender.
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México. Durante la entrevista con el nobel colombiano Gabriel García Márquez. Foto: difusión
Usted señala en su libro que Vargas Llosa es un personaje políticamente correcto. ¿Cree usted que ahora lo acompaña la coherencia? ¿Es muy ultraderecha?
En los últimos años ha tenido una derechización, aquí en España, él antes apoyaba al Partido Liberal, y hace poco salió públicamente a decir que apoyaba al Partido Popular que está más a la derecha. Siempre ha sido honesto, no es una persona hipócrita que funciona por interés personal. Pero esta deriva de los últimos años a muchos de sus lectores les desagrada. Aquí en España lo invitan a los mítines políticos. Es el único escritor que lo hace. Ese nivel de compromiso es muy inusual en este siglo XXI.
¿Cuál es el gran tema que domina la literatura española?
La guerra civil española sigue siendo el gran tema. Los jóvenes la abordan desde otra perspectiva. Contraponen la modernidad del siglo XXI con los huesos del abuelo que no saben dónde está. En otros países, hubo operaciones de reparación por diversos crímenes, aquí faltó esa catarsis. Entre los escritores, Juan Gómez Bárcena cuestiona la figura del conquistador en América Latina. Acaba de salir Huaco retrato, un libro muy bueno de la peruana Gabriela Wiener, que vive en Madrid, va en la línea que cuestiona la colonización. También se revisa lo ocurrido en las colonias del norte de África con un enfoque crítico. También está la corriente de ciencia ficción.
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Podría ser novelable esa escena incómoda que vivió el rey Felipe cuando estuvo en el Congreso del Perú y el presidente empezó a detallar los abusos españoles en Perú.
(..) Pienso que todo eso está muy bien, que no se escondan las barbaridades. Si por un lado está la molestia de un rey, por el otro están familias enteras asesinadas, torturadas. En la balanza se pueden aguantar, en un lado, comentarios porque del otro está el horror.
También hay la versión de que es revisionismo anacrónico.
Nadie de los que estamos vivos hoy fuimos partícipes de aquello, que yo me disculpe de lo que pudo haber hecho Hernán Cortés es absurdo. No deja de ser una cosa simbólica que el Estado que hizo aquello diga: “Hoy decimos que aquello estuvo mal”. Lo que está mal es que condicione cosas del presente en cuanto a diálogo, acuerdos, festivales literarios, entre otros (…). Debería ser un debate de historiadores, no usarla como arma para decir que un político es mejor que otro, porque ninguno tiene que ver con aquello.
Barcelona para el mundo es una ciudad cosmopolita por el boom de Latinoamérica y luego por Messi.
No me hable de fútbol, me trae muchas malas noticias. Messi se fue, estamos muy mal en la liga, no jugamos bien, ahora no sé cómo va a acabar eso. En los años del boom, jugaba un delantero peruano, el ‘Cholo’ Sotil, era una de las estrellas del Barza, no duró mucho en el equipo, pero era una de las estrellas de la época. Vargas Llosa quería ir a ver jugar al ‘Cholo’. Yo no sé si hubo más, pero fue el único peruano en el Barza, fue muy apreciado y querido. Barcelona tiene fútbol, pero sigue teniendo a las dos grandes editoriales: Planeta y Penguin Random House. Lo que sucede es que ya no tiene esa sensación de que todos los escritores quieran ir a vivir a Barcelona, ya optan por Nueva York, Ciudad de México o por su propio país. Hay más variedad. Antes era la meca de los escritores.