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Cultural

Abdulrazak Gurnah, un Premio Nobel de resistencia

Épica. Es el quinto escritor africano que alcanza el Nobel. Su obra expone el drama de los pueblos poscoloniales, el difícil destino de los migrantes y refugiados.

Paraíso, Precario silencio y En la orilla son los tres títulos traducidos al castellano del recientemente galardonado Nobel de Literatura 2021. Foto: composición/ difusión
Paraíso, Precario silencio y En la orilla son los tres títulos traducidos al castellano del recientemente galardonado Nobel de Literatura 2021. Foto: composición/ difusión

Tenía apenas dieciocho años cuando llegó a Londres, a finales de 1967. Atrás había dejado su isla Zanzíbar, en el país africano de Tanzania. Había huido de la represión, de los abusos y asesinatos, como lo hacen casi todos los migrantes de países colonizados y violentos, con pasaporte falso. Abdulrazak Gurnah no sabía entonces cuál iba a ser su destino ni que la literatura sería la profesión que, 54 años después, cuando es un profesor jubilado, le iba a poner el Premio Nobel en las manos.

La Academia Sueca sorprendió, porque Abdulrazak Gurnah no figuraba en las quinielas ni en las apuestas. Si bien, como escritor, su obra es conocida por los especialistas, sus libros no son muy difundidos en su país. Es más, en castellano, solo tiene traducidas tres novelas, para el colmo, por editoriales que han dejado de trabajar.

El escritor ha hecho toda su carrera en Londres, pero su vida y su obra está marcada por sus vivencias en su lejana Zanzíbar. Precisamente, el jurado del Nobel ha premiado su obra “por su penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”.

Una obra que va al rescate de los suyos, que “rompe –agrega el jurado- conscientemente con las convenciones, dando un vuelco a la perspectiva colonial para resaltar la de las poblaciones indígenas”.

La Academia ha reconocido que en sus libros, como un hervor permanente, está el tema de la migración, de los refugiados, de aquellos que van por el mundo cuya patria solo está en la memoria de sus pueblos.

“Sus personajes itinerantes se encuentran en un vacío entre culturas y continentes, entre una vida que fue y una vida emergente, es un estado inseguro que nunca podrá ser resuelto”, ha subrayado el jurado del Nobel.

De aldea

Abdulrazak Gurnah nació en el sultanato de Zanzíbar, el 20 de diciembre de 1948. Su país, inicialmente, fue colonia de los alemanes, para después pasar, terminada la Primera Guerra Mundial, a ser colonia de los británicos, hasta lograr su independencia en 1963.

Es decir, un pueblo con una historia herida. Y él ha dicho que, cuando era joven, fue testigo de “crueldades y barbaridades”, de abusos, muertes y encarcelamientos. Y que la vida era difícil, pero se puso peor cuando hubo una orden para cerrar escuelas. Entonces, buscó salidas. Y la salida era huir. Falsificó sus documentos y se marchó hacia Inglaterra, en donde se quedó para edificar su vida y dedicarse a la literatura.

Se llevó su patria, su lengua nativa, pero también el inglés. Aprendió ese idioma en su isla, porque, como colonia inglesa, en las escuelas se enseñaba la lengua de los británicos.

Abdulrazak Gurnah escribe en la lengua de Shakespeare, pero, leal, no ha olvidado la suya, el suajili. No acepta el desarraigo, porque, cuando le preguntan de dónde es, no duda en responder: “Soy de Zanzíbar, en mi mente no hay confusión alguna sobre eso”.

Siguió estudios en Londres, para luego enseñar en la Universidad de Bayero, en Kano, Nigeria. Se doctoró en la Universidad de Kent, en Canterbury, en donde fue profesor hasta jubilarse.

Han pasado los años, más de cinco décadas. Gurnah ha alcanzado el Premio Nobel con una obra que no es otra cosa que remar para los suyos, una hermosa forma de resistencia.

El profesor. Abdulrazak Gurnah en clases de la Universidad de Kent. Foto: difusión

Abdulrazak Gurnah

Opiniones urgentes

Abdulrazak Gurnah ha publicado una decena de novelas, de las cuales solo tres están traducidas al español, que son Paraíso (1994), Precario silencio (1996) y En la orilla (2003). También ha publicado ensayos, siempre llevando agua para sus molinos, de allí que aborda la obra de autores poscoloniales como Vidiadhar S. Naipaul y Salman Rushdie, entre otros.

En sus recientes declaraciones, el Nobel ha sido muy enfático sobre la temática de su obra y los motivos que le han dado origen, que no es otra cosa que el drama de los migrantes, los refugiados y la vida que fue y que es de países africanos como Tanzania, especialmente su natal Zanzíbar.

Como han difundido las agencias de noticias sus declaraciones, Abdulrazak Gurnah ha criticado la posición férrea de los gobiernos europeos ante los migrantes, sobre todo de África y Oriente Medio.

“Podría parecer que las cosas han mejorado. Pero, una vez más, cuando hay nuevas llegadas de refugiados, se les aplica la misma medicina, el mismo viejo desprecio en los diarios, el maltrato, la falta de compasión del Gobierno”, citan las agencias a Gurnah en la entrevista que dio en su departamento del barrio londinense Notting Hill.

Para el Nobel, “las instituciones siguen siendo igual de mezquinas, igual de autoritarias. No creo que eso haya cambiado”, ha dicho. Ha explicado las muchas razones del por qué los ciudadanos, como los de su país, migran en busca de otros horizontes.

“No solo no hay motivos morales, sino racionales: esta gente no viene sin nada, viene con juventud, energía, potencial”, le dijo a la prensa.

No se ha callado. Defendió todo el potencial que traen consigo, que no vienen a ofender a nadie y que, por eso mismo, nadie debe temer.

“Centrarse simplemente en la idea de que ‘aquí están, vienen a arrebatarnos algo de nuestra prosperidad’ es inhumano”, espetó.

Y para que sus interloculores no duden de su postura, Gurnah ha dicho que no dejará de hablar de los refugiados ni de otros temas injustos, y les endilgó: “No estoy interpretando ningún papel. Digo lo que pienso. Y si quieren emitirlo por televisión, esa es su decisión, yo no me estoy autoproclamando nada. Hago lo mismo que habría hecho (sin ganar el Nobel), lo que siempre he hecho”.

Señales de la obra

En la obra de Abdulrazak Gurnah laten los dramas de pueblos coloniales o poscoloniales, o de hombres y mujeres que se instalan en otros mundos, indefensos, vulnerables, sin rendirse al desafío.

“La prosa de Abdulrazak Gurnah –comenta Chema Caballero, de El País- es pulida y limpia, de fácil lectura. También tiene un regusto a las narraciones y conversaciones que se escuchan en suelo africano, lo que hace apreciar cada una de las palabras. Pero bajo ella fluyen, entre otras muchas cosas, horrores y atrocidades cristalizados en una constelación de temas que escasamente se han tratado en las literaturas africanas”.

Para enfatizarlo, la novelista Maaza Mengiste, que cita New York Time, afirma que su prosa es “como una cuchilla suave que se mueve lentamente hacia adentro. Sus oraciones son engañosamente suaves, pero la fuerza acumulada para mí se sintió como un mazo”.

Esa es la escritura de un Nobel de resistencia.

Nació en Acarí, Arequipa. Estudió Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú). Egresado y bachiller en Literatura. Ha publicado artículos y reportajes en diarios y revistas nacionales y extranjeras. Sus textos literarios han sido incluidos en la “Antología de la Poesía Arequipeña”, de Jorge Cornejo Polar y en la muestra de poesía de Perú y Colombia “En tierras del cóndor”, de los colombianos Juan Manuel Roca y Jaidith Soto. Ha publicado el poemario Manuscrito del viento y libro de perfiles Rostros de memoria, visiones y versiones sobre escritores peruanos.