Érase una vez en los años 80, cuando películas como “Los Goonies”, “E. T., el extraterrestre” y “Gremlins” crearon un subgénero fantástico. Cuatro décadas después, “Stranger things” miró al pasado y nos transportó a aquella década. La nostalgia como negocio siempre fue efectiva, pero nunca fue un recurso tan poderoso como lo ha sido con la serie ideada por Matt Duffer y Ross Duffer.
¿Cómo es posible sentir nostalgia por una época ajena? Varios jóvenes se preguntan lo mismo, pero responde más a la añoranza de vivir en la versión idealizada de dicha época. De nuestros padres heredamos retazos y la cultura popular se ha encargado de que no la desconozcamos. Siempre está presente y ahora forma parte de nuestras vidas gracias a la serie éxito de Netflix.
“Stranger things” es modélica por defecto. Una lección magistral de cómo no quedarse en un borrador defectuoso (”Super 8″ y “La calle del terror″). Todo lo hemos visto ya, pero aquí está bien hecho y conjugado… Personalidad, corazón, personajes increíbles, aventura cautivadora, armonía entre humor y terror, la ternura de los niños protagonistas y un homenaje al cine de por medio.
Lo más fascinante quizá sea su sentido de la maravilla, aun cuando conozcamos cada camino de memoria. Sin duda, un clásico instantáneo con el que la pasada generación evocará viejas glorias, mientras que la nueva la retendrá en su memoria por mucho tiempo.
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Rindiendo homenaje a los clásicos sobrenaturales de los años 80, la serie de Netflix inicia con la desaparición de un niño en el pequeño pueblo de Hawkins. Tras esto, sus amigos, su familia y el sheriff local se ven envueltos en un enigma extra-ordinario que los acercará a otro mundo lleno de peligrosas criaturas.