
Desde hace décadas, la ciencia ha buscado respuestas sobre cómo se originó la vida en la Tierra. Ahora, diversos estudios geológicos sugieren que la clave podría estar en el movimiento de las placas tectónicas, un fenómeno exclusivo de nuestro planeta que remodela la superficie terrestre y, al parecer, también habría sido crucial para el surgimiento de organismos vivos.
La tectónica de placas, además de ser responsable de terremotos y montañas, cumple la función de regular el clima, reciclar minerales esenciales y permite la existencia de hábitats diversos. Estas cualidades hacen que muchos científicos consideren que, sin ella, la vida tal como la conocemos no habría sido posible. Pero, ¿cuándo comenzó este proceso y cómo influye en la búsqueda de vida en otros planetas?
La tectónica de placas es el proceso por el cual la corteza terrestre se fragmenta en grandes bloques que se desplazan sobre el manto, la capa intermedia del planeta. Este movimiento continuo es responsable de fenómenos como la formación de cordilleras, la apertura de océanos y los sismos.
En el Parque Nacional de Thingvellir, en Islandia, se puede observar la falla entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. Foto: Gancarczyk
A diferencia de lo que ocurre en Marte, Mercurio o la Luna, que tienen una corteza rígida y estática —lo que los geólogos denominan "tectónica de una sola tapa"—, la Tierra posee placas móviles que colisionan, se separan o se deslizan unas bajo otras. Este dinamismo convierte a nuestro planeta en un sistema geológicamente activo, capaz de renovar constantemente su superficie.
El geofísico Jesse Reimink, de la Universidad Estatal de Pensilvania, advierte que para entender cómo funcionan otros mundos, primero debemos descifrar la historia geológica de la Tierra: “La única forma confiable de estudiar una historia planetaria a largo plazo es en nuestro propio planeta”.
La relación entre la tectónica de placas y la vida va más allá de la geografía. Según numerosos científicos, este proceso desempeñó un papel esencial en la creación de un entorno habitable. Al sumergir partes de la corteza oceánica en el manto terrestre —en zonas conocidas como subducciones—, la Tierra logra regular la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera. Este reciclaje natural ayuda a mantener un clima estable, indispensable para el desarrollo de organismos complejos.
Proceso de subducción entre las placas de Filipinas y la placa del Pacífico. Foto: Ciencias Virtual
Además, las placas en movimiento permiten el ascenso de minerales y compuestos químicos desde el interior del planeta hacia la superficie. Esta constante renovación habría favorecido la aparición de nutrientes fundamentales para las primeras formas de vida.
Para el geólogo Robert Stern, de la Universidad de Texas en Dallas, la tectónica va aún más lejos: “Podría haber miles de millones de planetas con vida primitiva, pero construir una civilización requiere condiciones que solo existen en mundos con placas tectónicas y con océanos y continentes”, afirmó al portal Live Science.
Uno de los grandes debates en la geología moderna es determinar el momento exacto en que las placas comenzaron a desplazarse. Algunos investigadores sostienen que este proceso pudo haber empezado hace apenas 700 millones de años, cuando ya existían formas de vida multicelular. Otros argumentan que comenzó mucho antes, quizás hace más de 4.000 millones de años, durante el eón Hadeano.
Esta última hipótesis se basa en el análisis de circones, diminutos cristales resistentes al calor y a la presión que datan de hace 4.4 mil millones de años. Aunque las rocas que los contenían ya no existen, los circones han ofrecido pistas valiosas sobre la existencia temprana de agua, continentes y, posiblemente, actividad tectónica.
La investigadora Nadja Drabon, de la Universidad de Harvard, detectó un cambio químico en minerales antiguos que sugiere una transición hacia una corteza más inestable, similar a la actual. “Todo apunta a una transformación geológica importante”, explicó.
Sin embargo, no todos están convencidos. El profesor emérito T. Mark Harrison, de UCLA, considera que la evidencia aún es limitada: “Lo último que necesitamos es una nueva forma de pensamiento colectivo basada, literalmente, en un dedal de granos de arena”, escribió en un artículo crítico titulado "No sabemos cuándo comenzó la tectónica de placas".
Si la tectónica de placas fue crucial para el origen de la vida en la Tierra, su existencia en otros planetas podría ser un factor determinante para encontrar organismos complejos más allá del sistema solar. El problema es que, hasta ahora, no existe una forma directa de detectar este tipo de actividad en exoplanetas distantes.
Los investigadores sospechan que el exoplaneta LHS 3844b, ubicado a 49 años luz de la Tierra, también puede tener tectónica de placas. Foto: NASA
Un ejemplo es LHS 3844 b, un planeta rocoso ubicado a 49 años luz. Aunque carece de atmósfera y presenta temperaturas extremas, estudios realizados en 2021 por Tobias Meier, de la Universidad de Oxford, sugieren que podría tener un manto activo, lo cual indica algún tipo de tectónica primitiva.
Esta posibilidad abre nuevas preguntas sobre cómo identificar mundos con características similares a las de la Tierra. Telescopios avanzados como el James Webb podrían ofrecer pistas en el futuro, aunque también es clave observar a nuestros vecinos más cercanos.
Craig O'Neill, geofísico de la Universidad Tecnológica de Queensland, sugiere que Venus podría ser la pieza que falta en este rompecabezas. “Mucho del avance en tectónica de placas vendrá de mirar hacia arriba, no hacia adentro”, declaró.

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