En 2015, un equipo de paleontólogos describió un extraño fósil que fue extraído de la Formación Crato, una zona en Brasil abundante en restos de animales prehistóricos. Pero esta era muy inusual: era larga como una serpiente y tenía cuatro patas. Entonces, se ganó el título del eslabón perdido de dicha especie.
Según la investigación, Tetrapodophis amplectus habría sido una serpiente primigenia de tierra que medía 15 cm. de largo incluyendo su extensa cola. Sobre sus extremidades —con cinco dígitos cada una—, los autores sugirieron que eran utilizadas para excavar, cazar presas grandes y sostener a sus parejas durante el apareamiento.
¿Por qué el hallazgo de este extraño fósil pareció acabar con un largo debate en la ciencia?
Imagen de Tetrapodophis amplectus, un fósil único hasta ahora. Foto: Dave Martill / University of Portsmouth
Durante mucho tiempo, los científicos han buscado en los registros fósiles una especie perdida que conecte a los lagartos y las primeras serpientes. Según sus teorías, el hallazgo de un fósil así culminaría con el debate sobre cómo las serpientes evolucionaron con cuerpos alargados y sin extremidades hace 120 millones de años.
Al respecto, existen dos teorías. La primera de ellas sugiere que los lagartos perdieron sus extremidades en la tierra tras empezar a cavar y adecuarse a la vida subterránea. Así, se cree que primero desaparecieron sus patas delanteras y luego las traseras.
La segunda hipótesis, por otro lado, sostiene que surgieron de lagartos acuáticos y su fisionomía se extendió para poder nadar como anguilas. En ambos entornos, este animal pudo desarrollar un cuerpo alargado y liso.
Los científicos debaten si las serpientes perdieron sus patas en el mar o la tierra. Foto: composición / Flinders University / South Australian Museum / Julius T. Cstonyi
Desde su descubrimiento, Tetrapodophis amplectus ocupó durante un tiempo el podio del candidato que rellenaba el vacío evolutivo de las serpientes; sin embargo, dicha teoría ha sido rebatida recientemente.
La nueva evidencia de Tetrapodophis amplectus, publicada en un estudio de 2021, revela que nunca fue una serpiente de tierra, sino un lagarto de mar diminuto que vivió en el período Cretácico.
Según los autores Michael Caldwell y Robert Reisz, el espécimen se trata de un dolichosaurio, un lagarto marino pariente de las serpientes y los mosasaurios, por esa razón la confusión al momento de clasificarlo.
Las pistas claves que confirmaban su identidad estaban ocultas en las dos losas de roca donde se encontró el fósil. El estudio del 2015 solo analizó una plancha de piedra y no su contraparte.
En una losa, por ejemplo, la mayoría de los huesos del cráneo estaban “aplastados como una cáscara de huevo”, mientras que, en su contraparte, estaba el molde natural intacto. “Es en el molde natural donde vemos algunas otras características que son de lagarto, no de serpiente”, dijo Caldwell a LiveScience.
Según un nuevo estudio, la primera descripción de Tetrapodophis fue incompleta ya que la contraparte de la losa donde fue encontrado el fósil ocultaba pistas esenciales. Foto: Max Caldwell
Por otro lado, el cuerpo del espécimen tenía costillas largas y rectas, características que sugerían que era un nadador y no un excavador. Esta estructura, además, no poseía dos sistemas estabilizadores que pudieron haberle permitido deslizarse hacia adelante y hacia atrás.
Sobre sus cuatro patas, los autores señalan que las delanteras eran vestigiales a comparación de las traseras, que eran más desarrolladas. Cabe destacar que ambas no eran osificadas, por lo que no pudieron caminar ni menos sostener a sus presas.
Pese a que no es una serpiente, los científicos destacan que Tetrapodophis continúa siendo un lagarto tan asombroso como extraño.
“Hay muchas preguntas evolutivas que podrían responderse al encontrar un fósil de serpiente de cuatro patas, pero solo si es real. La principal conclusión de nuestro equipo es que Tetrapodophis amplectus no es de hecho una serpiente y se clasificó erróneamente”, sostuvo Caldwell.