La enfermedad de Alzheimer es una condición mental que afecta progresivamente a la memoria, de acuerdo con la Mayo Clinic de los Estados Unidos. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que este mal representa entre un 60 y 70% de los casos de demencia. Los medicamentos ayudan a atenuar los síntomas de deterioro, sin embargo, todavía no se puede hablar de una solución definitiva.
Para Donald Weaver, profesor de Química y director del Instituto de Investigación Krembil (Canadá), uno de los principales sesgos de esta enfermedad es la creencia popular de que solo los adultos mayores pueden padecerla, cuando en la realidad entre el 5 y 10% de los afectados son menores de 65 años y algunos incluso apenas pasan el umbral de los 40.
Weaver expresó al medio The Conversation, mediante un artículo neurocientífico, su preocupación por el tratamiento contra el Alzheimer. “Aunque se describió oficialmente por primera vez hace 115 años y, por supuesto, existió mucho antes de eso, todavía no tenemos una cura para esta devastadora enfermedad. ¿Por qué?”, se cuestionó el experto.
La enfermedad de Alzheimer vive a la sombra de otros grandes problemas de salud como el cáncer, el VIH o la COVID-19 —sostuvo Weaver—, por lo que la financiación, al menor por ahora, se destina hacia esas vertientes.
Sin embargo, la financiación solo es uno de los obstáculos contra una investigación profunda de este mal generalizado, porque el cerebro constituye el órgano más sofisticado del cuerpo humano.
Los puntos de observación del mal neurológico también se han asociado a una “liberación excesiva de sustancias químicas inflamatorias” de las células inmunitarias del cerebro, fallas en la sinapsis y hasta proteínas mal plegadas.
La detección temprana juega un papel fundamental en el tratamiento de la enfermedad. Probablemente esté presente de 20 a 30 años antes de los primeros síntomas. Ese es el motivo por el que la administración de algún fármaco en un momento inadecuado resulta inútil.
Aún no tenemos la tecnología de hacer semejante predicción de daños cerebrales a futuro enfocados en esa clase específica. Además, el medicamento puede funcionar diferente en las personas según las edades. De este último dato se infiere que el espectro de los estudios se dilatará con el tiempo.
“La enfermedad de Alzheimer no es una fruta madura, sino la manzana en la parte superior del árbol, y los científicos tendrán que trepar muchas ramas, muchas de las cuales nunca han sido pisoteadas, en el camino hacia una cura. Pero llegaremos allí”, indicó, en clave de metáfora, el profesor de Química para finalizar su artículo.