Jerusalén. EFE. Cincuenta años después de la publicación original de Rayuela, el nombre de Ioram Melcer fue el primero que se le ocurrió al editor argentino-israelí Uriel Kon cuando pensó en quién se animaría a traducir la obra cumbre de Julio Cortázar al hebreo. Razones no le faltaban: Melcer es hijo de argentinos y tiene 93 traducciones en su haber, incluidas dos de Cortázar. Pero los israelíes se veían obligados a saltar de “Tierra” a “Cielo” por los complejos caminos del lenguaje original de Cortázar y por las dificultades que presenta en sus numerosas traducciones. Muchos de los 80 mil argentinos y otros tantos inmigrantes latinoamericanos en Israel se encontraron en más de una ocasión buscando Rayuela en su biblioteca en medio de una reunión con amigos nativos, mostrándoles alguna de las tantas ediciones y exclamando: “¡Si pudieran leer este libro, entenderían!”. Y ahora pueden. Es que por fin apareció Rayuela en hebreo, y lleva el nombre de Class: el juego de niños que era tradicional en Israel en la década de 1950. El trabajo, claro, es obra de Melcer. Cuando se pregunta al traductor políglota si traducir una obra como Rayuela no obliga a tener un conocimiento riguroso de París, Buenos Aires y Montevideo, Melcer sonríe, con un dejo de complicidad de hijo de argentinos: “Por una parte sí conozco estas tres capitales y no solo como turista casual; pero, por otra, me parece que hay un misticismo de la Argentina y los argentinos respecto de Rayuela, que consideran como si se tratara de la mismísima Biblia”.