LUIS SALAZAR, SANDOKÁN. Llevando solo un cuaderno y un lápiz al coliseo miraflorino manuel bonilla, esta noche se podrá apreciar a los catchascanistas de hoy, pero también a los de ayer, como el eterno y aún vigente sandokán. LUIS SALAZAR, SANDOKÁN. Llevando solo un cuaderno y un lápiz al coliseo miraflorino manuel bonilla, esta noche se podrá apreciar a los catchascanistas de hoy, pero también a los de ayer, como el eterno y aún vigente sandokán. Por Juan Álvarez Morales –Sandokán, ¿cuánto tiempo de catchascanista? –Más o menos 42 años. Era 1965 cuando empiezo en la lucha libre profesional. Tenía 17 años. –¿Dónde fue su pelea debut? –En el Coliseo Nacional, en la Av. Bolívar, La Victoria. –¿Perdió o ganó? –Luché con Pepe Pantera. Por supuesto que debía rendirme. Prácticamente él fue mi padrino. –¿Y después de cuántas peleas pudo salir ganador? –Después de casi medio año. Debí pagar el derecho de piso. Fue algo muy bravo. –Su carrera es recordada, eh... –Es que el catchascán se hizo popular y yo me lo tomé muy a pecho. Hasta salí a provincias y luego a Bolivia, Chile, Ecuador y Colombia. Hace poco viajé a Quito como el luchador legendario del Perú. –¿Cuántos años luchó? –En la primera etapa, más o menos diez años. Del Coliseo Nacional pasamos a otros escenarios de Lima, como el Coliseo del Puente del Ejército y, en los años 73 y 78, al Coliseo Amauta. Luego, en los 80’ luchamos en el Coliseo Nacional. –¿Por qué Sandokán? –Al principio luché con el nombre de Simbad, con traje de marino, pero un día encontré un libro cuyo título era Sandokán, y mi hermana en casa tenía una vestimenta tipo hindú. La adapté para luchar y gustó mucho a la gente. –¿Usted sigue por tele las peleas de WWF? ¿Qué le parecen? –Muy buenas, pero al principio no estuve de acuerdo con ellas. –¿Por qué? –En el Perú luchábamos al estilo greco, más en el piso. Aquí la lucha era muy fuerte en comparación con la mexicana o la norteamericana, que eran aéreas. –¿En el Perú también había arreglos en las peleas? –Aquí están los ‘arreglos’ (señala cicatrices en la frente). Y la pierna izquierda aún la tengo mal. –Siendo así, ¿por qué seguir peleando? –Mira, ¿quieres que te diga una cosa? Si volviera a nacer, volvería a ser luchador. Así de simple. –Se dice que los peleadores regresan porque extrañan los aplausos o el dinero... –Yo extraño los golpes. Reitero: yo nací para luchar. Tanto es así que tengo tres hijos luchadores, una de ellas mujer que está por incursionar en eventos como el de hoy en el Estadio de Miraflores. –¿Hizo dinero con la lucha? –Más o menos. Con una sola lucha, en casa había para tres días de comida. Y en esos días teníamos tres o cinco luchas por semana. –Lo que no faltó fue fama... –Sí. Mucha. Pero no me quejo. –Aunque la generación de hoy no sepan quién es Sandokán... –Ah, claro. Es que no hay peleas. Y aunque muchos dicen que la lucha ya murió, eso no sucederá mientras haya un solo luchador. –¿A qué luchador joven deberíamos poner atención hoy? –En mi escuela hay varios, ah. –¿Dónde tiene su escuela? –Por el Aeropuerto, en la Av. Pacasmayo. Tengo alrededor de quince muchachones que están bien metidos en esto. –¿A usted lo caracterizaba algún golpe o alguna llave? –No. A diferencia de otros luchadores, yo tenía varias llaves para confundir al contrincante. En cambio El Yanqui, por ejemplo, solo tenía ‘El Avión’ y una quebrada de cintura. Nada más. –¿Cuál es el secreto que usted transmite a sus discípulos? –Que sepan comportarse como un luchador profesional dentro y fuera del cuadrilátero, porque mañana la lucha puede volver a tener auge en el Perú. –¿Hasta cuándo luchará Ud.? –Creo que me van a tener que comprar un bastón, eh.