“Somos los olvidados de Dios”: hambre y suplicio en la zona más extrema de SJL
En la Asociación Familiar Virgen del Carmen viven al menos 600 moradores: pacientes con cáncer, TBC y discapacidades. Ninguno ha sido beneficiado por las canastas municipales y solo 15 recibieron bono estatal. La República conoció sus historias.
En una de las últimas casas de San Juan De Lurigancho, Marisol Flores Calangui cuenta lo único que le queda para sobrevivir en cuarentena: quince, dieciocho, veinte papas.
Las latas de café se han oxidado. Las ollas permanecen intactas, sin lavarse, una sobre otra. Los únicos seis platos no se usan desde hace una semana.
Afuera, bajo un sol feroz, en una de las zonas más extremas del distrito, sus cuatro pequeños espulgan a un cachorro.
— ¿Tú qué quieres, guau, guau?
—Mira, una pulga va por su pancita.
Tienen ocho, seis, tres años; el menor, apenas cinco meses. Cuando el viento sopla fuerte, mayormente por la noche, Marisol los ubica a un lado del colchón, los envuelve en una manta de lana y los abraza. La noche es como una lluvia de piedras.
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—Acá truena durísimo, durísimo. Pum, pum, pum. Como si llovieran piedras. Pero es lo único que tenemos. Yo pienso siempre que si me toca morir va a ser junto a ellos.
Hace siete años, dejó Socchabamba, la sierra de Piura, y desde hace tres vive aquí: en este cubículo de madera y techo de zinc, en la manzana P1 lote 4 de la Asociación Familiar Virgen del Carmen, al filo del abismo.
Más allá no hay nada. Solo polvo y piedras, la extensión del cerro. Frente a ese paisaje desolador alguien ha escrito, en mayúsculas, “AYUDA”.
Foto: La República.
—Antes era lo mismo— Marisol llora—, pero al menos había trabajo. Lavaba en las casas y traía lo que sobraba de las casas. Vendía verdura, traía lo que sobraba, le sacaba las partecitas podridas. Traía menudencia y hacía estofado. Ahora no. Ahora hay más hambre. Hambre de verdad.
—Tampoco has recibido el bono del Estado.
—Nada me ha tocado. Ni las canastas del alcalde. A veces me da miedo decirlo, pero somos los abandonados de Dios.
— ¿Crees en él?
—Y mucho. Vea, Dios nunca, nunca, nunca te deja morir así seas pecador.
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San Juan De Lurigancho es una suma de fatalidades: es el distrito más poblado de la capital (1, 117, 629 habitantes), el más difícil (en 2018 registró 17, 280 denuncias) y el más azotado por la pandemia (754 casos de coronavirus).
Está dividido en 18 comunas, cada una de las cuales contiene, además, unos 20 asentamientos. La comuna 13, a la cual pertenece la Agrupación Familiar Virgen del Carmen, está salpicada de calles empinadas y escaleras que parecen incrustarse en un cielo límpido, de un celeste sobrecogedor.
Virgen del Carmen, además, registra al menos 600 moradores, pero apenas quince han recibido el bono que el Estado designó en medio de la pandemia. Más de la mitad son madres solteras.
Es, desde luego, un rincón indiferente: no hay agua potable —se carga en baldes de un pilón—, solo algunas casas tienen luz eléctrica y los desagües discurren entre las casas, por donde juegan los niños —y a eso le llaman “el agua mala”, el “agua fea”.
La Agrupación Familiar Virgen del Carmen registra unos 600 moradores. Foto: Luis Paucar.
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El martes 21 de abril, Fiorella Román Cervantes se despertó temprano para formar la “fila de los víveres”. Bajó hasta el local comunal, un camino de piedras y arbustos espinosos, y se dispuso a esperar.
Un equipo de la municipalidad había confirmado al dirigente Javier Reyes que llegarían parte de las 25 707 canastas que el alcalde Álex González Castillo gestionó con el presupuesto del Gobierno (S/2 000 000).
Junto a los demás vecinos, Fiorella aguardó hasta la madrugada. Con los brazos cruzados, a veces en cuclillas. Nadie apareció.
—Así es cuando hay hambre, vea. Esperamos hasta las cuatro y no llegó nadie. Después hubiera visto lo que era esto: colas y colas de gente que se iba llorando.
En las canastas que la gestión de Álex González repartió a otros asentamientos, como el Oasis, se registraron conservas de atún en mal estado, incluso con gusanos.
Desde el municipio han explicado que la empresa elegida para brindar sus alimentos pasó por el protocolo de calidad y salubridad, y calificó como apta. De modo que los representantes elevarán su denuncia ante la Fiscalía.
A Virgen del Carmen no llegó nada de eso, pero sí indiferencia.
“También pedimos al municipio que nos ayude con la fumigación y dijeron que ya. Nos pidieron cloro, alcohol y que les tengamos almuerzo para quienes harían el trabajo. Nos organizamos y lo hicimos, pero ese día vinieron con dos máquinas y se fueron al rato: una estaba rota”, asegura Javier Reyes, y barre el sudor de su frente.
Ni el burgomaestre de San Juan De Lurigancho ni Liliana Salazar, su jefa de Comunicación, atendieron a La República.
La Agrupación Familiar Virgen del Carmen registra unos 600 moradores. Foto: Luis Paucar.
Esta mañana, sentada sobre una roca, Fiorella Román dice que tampoco ha sido beneficiada con el bono estatal. Tiene cáncer de mama. El próximo marzo, en la primera semana, deberá acudir a su quinta quimioterapia en el Hospital Arzobispo Loayza.
Lleva dos días arrojando sangre, pero no se lo ha dicho a sus hijos. Son cuatro. Tienen 16, 13, 2 años. El menor, 16 meses. Los mantenía elaborando manualidades, aunque ahora nadie las compra.
—Qué le puedo decir. Si soy fuerte es por ellos. La quimio me destruye, pero sigo de pie por mis hijos.
— ¿Y qué te dicen?
—Mami, no te puedes morir. Las dos mayores saben, me ayudan. Los más pequeñitos ni se imaginan. Pero igual, mire, un día me han tomado el dedo fuerte, como si me dijeran no te puedes morir, no te puedes morir.
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Se multiplican.
Las tragedias, en Virgen del Carmen, se multiplican: en la manzana L2 lote 1 vive Denis Sánchez Alcántara, paciente con tuberculosis, la variante más severa. En la J lote 12, un derrame impide mover la mitad de su cuerpo a Sergio Basán Julca.
Yuri Cuaresma Ramos vive en la manzana T3 lote 8, muy cerca de la casa de Andrea Rojas Ramírez, ambas con cáncer.
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Daniel Lázaro Ayma, que es autista y vive en la manzana M lote 22, ha intentado lanzarse al vacío dos veces.
A los familiares de Eusebia Chuquisaca Nina, que tiene 70 años y permanece tendida en un catre, ya se les acabó el dinero para comprar pañales y entonces la han envuelto con una manta atigrada; le frotan paños de timolina cuando delira en fiebre.
—Mírelos usted, mírelos. Esto es verdad y nadie quiere ayudarnos— se quiebra Maruja Tello, también dirigente local. — Esto es lo que vivimos, pero nos dicen: esperen que ya llegará. Y luego desaparecen.
Por cosas como esta, Maruja quiere irse. Buscar un terreno donde, al menos, el agua llegue a través de un caño.
—Pero esta es mi posibilidad y, bueno, debo aceptarla. Aprender a vivir con lo que tengo, con lo que me toca.
Hoy, el último lunes de abril, ayudó a una vecina que estaba alumbrando en el piso de su casa.
—Como sea la llevé hasta el 10 (así conocen al Hospital San Juan De Lurigancho, ubicado en el paradero 10 de la Av. Canto Grande) y allí está dando a luz. La llevé para que su bebito llegue en un lugar bonito, en un lugar como manda Dios. ❋
Para ayudar:
René Cobeña Gómez, fundador del albergue Sin Fronteras: 922610019
Maruja Tello Villacorta, moradora y dirigente: 997133115
Javier Reyes, morador y dirigente: 999752331