Reliquia. El periodista Dante Zegarra López conserva un pedazo de la costilla de la beata; se lo regalaron en 1985 y al año siguiente le detectaron cáncer.,En un pequeño cofre, Dante Zegarra López guarda un secreto. Es un pedazo de la costilla de Sor Ana de los Ángeles, beatificada por el papa Juan Pablo II en 1985. A esta religiosa, que dirigió el monasterio de Santa Catalina en el siglo XVII, se le atribuyen varios hechos milagrosos. Zegarra es un periodista e investigador de la historia de la beata y del monasterio. Once años demoró en escribir Monasterio de Santa Catalina de Sena de Arequipa y Da. Ana de Monteagudo Priora. Se trata de una publicación de más de 500 páginas que reposa en la biblioteca del Vaticano. Dos de esos ejemplares se llevó el papa Juan Pablo II en su visita a la Ciudad Blanca en 1985. Días antes de que Sor Ana de los Ángeles fuera declarada beata, el 22 de enero de 1985, en el Monasterio de Santa Catalina las monjas trabajaban en la exhumación de los restos de la beata. Estos serían trasladados desde el coro bajo que había en el templo a una urna. Zegarra estuvo en el traslado. De pronto, la madre Archivera cogió un pedazo de la costilla y se la dio. "Llévatela", le dijo. Parte de los restos se enviaron al Vaticano en Roma, como parte del trámite para la beatificación. El cráneo permanece en la urna depositada en la iglesia Santa Catalina, a la vista de los feligreses. La beatificación es un paso más antes de llegar a la canonización. Sor Ana está en proceso. Para conseguir su santificación ante el Vaticano, deben sustentarse sus milagros. A Sor Ana de los Ángeles se le atribuyen varios. Zegarra dice que ha sido de uno de los beneficiarios. Un año después de la visita del papa, le diagnosticaron cáncer. Era un fumador empedernido. Consumía de seis a siete cajetillas de cigarrillos al día. Antes de que lo operaran en el hospital, pidió a un familiar suyo que le lleve el fragmento de hueso de Sor Ana y se lo puso en el cuello. Oró y depositó su fe en la beata. Después de la intervención, debía seguir un tratamiento de quimioterapia de ocho sesiones, solo llegó a la tercera y no retornó, pero tampoco fue necesario. “Dos veces aparecieron los tumores, pero dos veces también han desaparecido”, cuenta Dante, tocando una estatua de la monja como agradeciéndole el haberlo ayudado en el trance de la salud. Zegarra compartió el pedazo de costilla con pacientes con males terminales. “He ido repartiendo a gente que necesitaba un milagro para curarse”. No supo cómo actuó Sor Ana en esas personas, es más, dice que si le preguntan quienes fueron, no podría contestar porque borró de su mente esos episodios, quizás bajo la premisa de “dar sin recibir nada a cambio”. EN BÚSQUEDA DE LA CANONIZACIÓN En el Monasterio de Santa Catalina, las monjas dominicas sí buscan un milagro para lograr la canonización de Sor Ana. La Maestra de Novicias, Sor Flor de María y Jesús OP, explica que recientemente recibieron un nuevo caso que podría ser potencial para lograr la santificación. Se trata de la historia de Patricia Cesarini, una ciudadana argentina que buscaba concebir. Con tratamientos médicos, en cuatro oportunidades, quedó embarazada pero perdió a sus criaturas durante la gestación. Su hermana visitó Arequipa por turismo y estando en Santa Catalina supo de los milagros atribuidos a Sor Ana. Llevó tierra de la antigua sepultura de la beata hasta Argentina y se la dio a beber en agua a Patricia. En un quinto intento y sin ningún tratamiento médico, ella pudo concebir y logró alumbrar a una niña. En agosto del 2017, la hermana de Patricia transmitió esa experiencia a las monjas de Santa Catalina y en noviembre envió toda la documentación para que preparen el caso. “Se terminará de revisar la documentación y realizar los exámenes que se tengan que hacer”, dice Sor Flor. Una vez que el caso esté listo, debe traducirse al italiano para enviarlo al Vaticano (Roma). Las madres dominicas quieren tener un expediente sólido que no sea refutado, esto debido a que los dos casos que llevaron anteriormente se frustraron. El Vaticano pide historiales médicos rigurosos y las instituciones se muestran reacias a apoyar. Esperan presentar el caso de Cesarini este año. Uno de los últimos que quedó en la puerta del horno fue el de Marcelo Lenz, también ciudadano argentino. Cuando tenía nueve años de edad le diagnosticaron un tumor en la garganta. Sus abuelos, oriundos de Arequipa y creyentes en Sor Ana, le llevaron tierra de la tumba, se la colocaron en el cuello y el tumor desapareció completamente. Para mala suerte de la causa, el historial médico se perdió. Se trató de armar nuevamente, pero no se concretó. El proceso de canonización es complejo, en el Vaticano hay abogados y médicos que hacen una evaluación rigurosa. El pasado 10 de enero se recordó 332 años del fallecimiento de la beata. Ese día, muchas parejas acudieron al monasterio a agradecer a Sor Ana el milagro concedido: sus hijos.