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Política

A 20 años del informe CVR: testimonios de los años de la violencia y el terror

Memoria. Un 28 de agosto del 2003 se entregó el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) al Gobierno peruano. Para recordar ese acto se ha lanzado el libro Memorias de dolor y resiliencia. Aquí, fragmentos de algunos testimonios recopilados en sus páginas y que no deben olvidarse.

Han pasado 20 años de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Foto: difusión
Han pasado 20 años de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Foto: difusión

Es imposible no sentirse impactado ante cada uno de los testimonios, 26 en total, reunidos en el libro Memorial del dolor y resiliencia (En homenaje a los 20 años de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación). Imposible no volver a sentir las décadas de la violencia, con tanta tensión vivida y tanta tragedia.

El libro, cuyos editores son el historiador y director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), Manuel Burga; la socióloga y exmiembro de la CVR Sofía Macher; y la historiadora y educadora Elena Príncipe, nos recuerda que un 28 de agosto del 2003 la referida comisión entregó al Gobierno peruano un informe de 9 volúmenes, 2.500 páginas, fruto del trabajo de dos años de 12 comisionados, con un análisis sobre las causas y consecuencias de la violencia que vivió el Perú entre 1980 y el 2000.

El libro Memorial del dolor y resiliencia nos lleva al desconcierto de hombres y mujeres, de pueblos enteros, enfrentados a la violencia demencial y a la pobreza; y nos lleva también a repensar las décadas del terror, cuyas cicatrices aún marcan a los peruanos. Sus lecciones no se deben pasar por alto.

Aquí publicamos fragmentos de los testimonios al cumplirse mañana, lunes 28, los 20 años de la entrega del informe de la CVR. Hoy, cuando la cultura por la democracia y los DD. HH. en el Perú sufren embestidas una y otra vez, y los muertos del sur todavía nos señalan, es necesario tener siempre presentes estos atroces hechos de nuestra historia.

Teodora Huincho: “Luego miré a mi hijo, bala le habían metido”

“No hay nadie que nos ayude. A mis hijos, a todos los han matado. Han entrado por la otra puerta (en la iglesia de Callqui). Cuando la han tirado, ya habían ametrallado todas las casas, todos estábamos en el suelo. Entonces, entran diciendo: ‘¿Dónde está Concepción Chávez?’. Y yo respondo: ‘Acá solamente está su nieto’. Entonces, a su nietito también le sacaron afuera. Les sacaron uno por uno. Entonces, he terminado de alabar y todos los niños también lloraban. Entonces, yo atrás salí. Miré al suelo.

Seguidito habían matado a toda la gente. Luego miré a mi hijo, que estaba tirado en el suelo. Bala le habían metido por el pecho. Al otro por la cabeza. Al otro en su pierna. Los habían destruido. Al otro, hasta sus tripas estaban en el suelo. Y yo he visto todo eso. Casi me vuelvo loca, no sabía qué hacer. Toda la noche he llorado. Y todos esos cadáveres, toda la noche han amanecido allí. Una vez que amaneció, recién nos hemos ido a Huanta… Mi esposo es inválido. A veces en la comunidad me dicen: ‘Que tu esposo trabaje’. Es inválido, ¿cómo va a trabajar?”.

 En quechua contó la señora Huicho del ataque en Callqui. Foto: difusión

En quechua contó la señora Huicho del ataque en Callqui. Foto: difusión

Prudencia Janampa: “No permitían que busquen a sus familiares”

“La señora María Cárdenas, una viejita, se había metido en un hueco y aguaitó desde ahí. Nos dijo que, de un momento a otro (los policías), ametrallaron a las 36 personas que estaban ahí sentadas y atadas, entre ellos niños, ancianos y mujeres, los asesinaron con las balas. Las personas gritaban. Cavaron la tierra, metieron a todos los asesinados y los cubrieron con la misma tierra. Y así se vinieron todos esos asesinos por las laderas, haciendo sonar de nuevo las metralletas. No permitían que las personas buscaran a sus familiares… Cada vez que querían, golpeaban la puerta en mi casa. Cuando estaba atajando, me dijo “Sal conch***”. Agarraron a mi hija y la sacaron, ella estaba aferrada al catre, mis nietos estaban gritando, atajando para que no se lleven. (Fue) cuando me agarró y me aventó al rincón el señor guardia Reátegui, sacó de su bolsillo una pistola pequeña y la mató… La policía asesinó a casi toda la población de Socos. Posteriormente entramos a juicio. Metieron a la cárcel a los responsables. Fujimori los soltó a todos”.

 Doña Prudencia se refirió a matanza de Socos, en 1983. Foto: difusión

Doña Prudencia se refirió a matanza de Socos, en 1983. Foto: difusión

Esther Flores Pacheco: “No sabíamos por qué tanta crueldad”

“Trabajaba con María Elena Moyano como asistenta social de la Fepomuves cuando fue presidenta de 1988 a 1990. María Elena dijo: ‘Aquí se están matando mujeres, se están matando dirigentes, con el pretexto de revolución’. Desde ahí empezó a enfrentarse a Sendero…

María Elena estuvo comiendo la pollada, cuando de pronto aparecieron una mujer y un hombre. Vio que venían por ella, la mujer la encañona y le da un tiro, y ella cae al suelo. Sus niños también se agachan. Las dos personas le colocan a María Elena dos petardos… Yo avancé unos pasos. Lo que vi fue un cuerpo destrozado. Me quedé helada. Llegamos al local. Lloraban, llorábamos; unas se desmayaban, otras gritaban. Muchas no sabíamos por qué tanta crueldad, tanta barbarie”.

 Recuerdo de M. E. Moyano, asesinada en 1992. Foto: difusión

Recuerdo de M. E. Moyano, asesinada en 1992. Foto: difusión

Guillermo Linares Bay: “Los subversivos atacaron varias unidades”

“Quien les habla es el coronel de la Policía Nacional del Perú (PNP) Guillermo Linares Bay… En marzo de 1982 me encontraba como jefe del destacamento de la 48º Comandancia Los Sinchis, en la ciudad de Huamanga. Entre las 11:30 y las 12 de la noche hubo un apagón general en la ciudad y se escucharon varias explosiones y disparos; elementos subversivos estaban atacando a diferentes unidades… eran maniobras distractoras porque el verdadero ataque era en el CRAS de Huamanga.

Me impactaron dos balas. Una me cayó a la altura de la ingle en el lado derecho y la otra en la tibia de la pierna contraria. Mi personal también: el primero tenía tres balazos en el estómago, otro fue afectado por una Molotov. Un tercero sufrió un tiro en la clavícula… nos condujeron al hospital.

Transcurrieron un mes, dos, tres meses, y yo seguía con la tracción esquelética en una sola posición (decúbito dorsal). Estuve así más de ocho meses mirando el mismo techo, tomando mis alimentos, haciendo mi aseo personal”.

 Coronel PNP Linares. Ataque de SL al penal de Ayacucho. Foto: difusión

Coronel PNP Linares. Ataque de SL al penal de Ayacucho. Foto: difusión

Nelly y Hernán: “¿Por qué me lo quitaron? ¿Por qué te fuiste?”

“Soy Nelly Ninamango, esposa del periodista Hernán Tenicela… Hoy, 22 de mayo, hubiera cumplido 51 años. Abrazó el aprismo y hasta el día de su muerte no lo cambió por nada. Un día me dijo: “(Sendero Luminoso) se ha manifestado por la matanza en el penal de Lima. Por cada terrorista que haya muerto, van a morir diez apristas”. Sentí su tristeza y le insistí en que dejara el cargo… El 2 de septiembre (de 1987) lo asesinaron delante de mi hijo Hernán”.

Aquí habla Hernán: “Mi padre y yo tomamos la misma ruta para abordar el carro que le llevaría a él a su trabajo y a mí al colegio…

Llegamos a la calle Tarapacá, miré hacia el lado izquierdo –donde estaba el Mercado Mayorista de Huancayo– y vi a dos personas vestidas como cargadores… Distinguí un arma brillante y no recuerdo más. Cuando volví en mí lo vi boca abajo… Después no podía dormir, me despertaba asustado, gritando… cuando más sentí su ausencia fue en la adolescencia. Pensaba: ‘¿Por qué me quitaron a mi padre?’. O le decía a él de frente: ‘¿Por qué te fuiste?’”.

 Nelly Ninamango y Hernán. Amor al periodista Tenicela. Foto: difusión

Nelly Ninamango y Hernán. Amor al periodista Tenicela. Foto: difusión

Oswaldo Cava: “Pedro no pudo evitar lo que Dios deparó”

“Tendría que hablar, en primer lugar, de mi hermano Pedro, el menor de los Cava, de 27 años…

Hace diez años, el 16 de julio, no pudo evitar el destino que Dios le deparó. Vivía en Tarata y salí por azares del destino unos momentos antes… Conforme me iba acercando, me percaté de que era en Tarata… Inicialmente, al mirar el edificio, no pude reconocerlo. La fachada estaba totalmente irreconocible.

Mi hermano dice: ‘Pedro estaba en el consultorio’. Subí a buscarlo. En el trayecto me pude encontrar con varios vecinos. Muchos de ellos, por no decir todos, bajaban con los oídos con sangre, con la nariz con sangre. En el trayecto también pude ver cadáveres mutilados… Realmente fue una experiencia muy fuerte, muy dura”.

 Cava y su testimonio sobre Tarata, en 1992. Foto: difusión

Cava y su testimonio sobre Tarata, en 1992. Foto: difusión

Ingrid O. Rosado: “Dio mucho para que Huaycán sea lo que es”

Mi nombre es Ingrid Olazábal Rosado, hija mayor de Pascuala Rosado… En el 89 asumió la dirigencia general de Huaycán, dándole a su comunidad muchas cosas que necesitaba. Formó rondas vecinales. Dio mucho para que Huaycán sea lo que es ahora: un pueblo que trabaja, un pueblo que no se queda atrás.

En 1996, a las 7:10 de la mañana del 6 de marzo, ocurrió el atentado que se la llevó definitivamente. Afrontamos muchos problemas después de que mi madre murió… Mi abuelita (madre de mi mamá) tomó la decisión de autoeliminarse. Tanta era la presión, el estrés que ella tenía por no poder ayudar a sus dos menores hijas, y tantas las promesas que le hicieron y no le dieron (…) que se ahorcó. Entonces, a raíz de que las dos cabezas grandes en nuestra familia, mi abuela y mi madre, ya no estaban, nos desunimos.

Vengo a dar mi testimonio porque quiero que se sepa la verdad. Le pido a la Comisión que la muerte de mi madre no quede impune”.

 En su mente y corazón está la dirigente Pascuala Rosado. Foto: difusión

En su mente y corazón está la dirigente Pascuala Rosado. Foto: difusión

Cecilia Martínez: “Siempre fue honrado y transparente”

Voy a hablar como testigo del asesinato de Rodrigo Franco Montes, quien fue mi esposo y murió de treinta años. Teníamos tres hijos y un poco menos de diez años de matrimonio. Militante del Partido Aprista, de familia. Rodrigo siempre fue un hombre honrado y transparente…

Existían muchas divergencias con el Gobierno. No estuvo de acuerdo con la estatización de la banca, no estuvo de acuerdo con el dólar MUC… Era sábado 29 de agosto de 1987, pasábamos los fines de semana en la chacra de Ñaña, que era de su mamá. Llegamos el viernes en la noche, muy tarde. Nos recostamos inmediatamente.

Despertamos con un fuerte ruido. En la segunda detonación, ya para mí era claro que se trataba de un ataque terrorista. Hubo una voz que lo llamó y le dijo: ‘¡Rodrigo Franco, entrégate porque si no entramos por toda tu familia!’. Me prendí de su cintura… Salió caminando y de inmediato lo ametrallaron en la puerta del cuarto.

Salí a verlo y lo encontré tirado al lado de un cafeto. Yo le cerré los ojos, como probando que no era cierto, pero no reaccionó”.

 Esposa e hijos de Rodrigo Franco, víctima del terror, 1987. Foto: difusión

Esposa e hijos de Rodrigo Franco, víctima del terror, 1987. Foto: difusión

Maravillosas memorias

Enfoque. Manuel Burga, directr del LUM

¿Pueden ser maravillosas las memorias de dolor? El mismo Boris Cyrulnik (1937), psicoanalista francés que vivió la tragedia, como judío, de perder a sus padres en los campos de exterminio del nazismo y quedar huérfano, con padres desaparecidos, quedando como un huaccha-huaccha de Cayara. Apoyado por sus tíos, estudió medicina y cuando hizo la especialidad, entendió que tenía muchas preguntas que la psiquiatría solamente podía ayudarle a resolver. ¿Por qué le ocurrieron esos infortunios? No solo a él, sino a todo el pueblo judío y logró recordar esas desgracias para acercarse al concepto de resiliencia, para comprender tanta intolerancia, odio, crueldad, hasta transformarlas en memorias maravillosas que le permitieran hacerlas valiosas, sanadoras para él y para todos.

Por eso insisto en llamar maravillosos a los 26 testimonios que se incluyen en este libro Memorias de dolor y resiliencia, una ventana abierta para acercarse al alma de los que sufrieron el terror y para comprender lo ocurrido en esas décadas de violencia. Cada uno de los 26 son de un enorme valor. Singulares, auténticos. Tanto el del oficial PNP Guillermo Linares, como los estremecedores testimonios de lo ocurrido en Socos, Callqui, Huancapi. Lo ocurrido a las hermanas Flores Zevallos. O las muertes violentas de Rodrigo Franco, María Elena Moyano, Pascuala Rosado. O la toma de conciencia y el pedido de perdón del rondero Elmer Orihuela. No debemos olvidar estas tragedias, sino ponerlas en el pasado, vivir con ellas, darles utilidad política y social, para que lo ocurrido no vuelva a suceder. El libro nos invita a confrontar el pasado con estas memorias en acción, demostrando que ellas no se desgastan ni perecen, sino más bien sobreviven con toda su vitalidad. Contadas hace 20 años, pero que aún nos recuerdan muchas tareas pendientes en la búsqueda de la nación peruana, aquella que integre a la multiplicidad de naciones peruanas.