Por Nicolás Lynch A diez años de su muerte podemos quizás reflexionar con mayor sosiego sobre el significado de Alfonso Barrantes para el Perú. ¿Quién fue Barrantes como líder de la Izquierda Unida (IU) de los ochentas? Se han vendido dos imágenes que recogen aspectos de la figura del líder pero que han ocultado deliberadamente una tercera sobre la vida y los aportes políticos del famoso ex alcalde de Lima. La primera imagen es la del tío bonachón que repartió vasos de leche entre los niños y las madres pobres de Lima y brindó infraestructura, en muchos casos por primera vez, a los barrios populares de la capital. Todo esto es cierto y ha aprobado el juicio del tiempo. Esta es la imagen que rescatan los grandes medios en la actualidad y que tiene la aprobación del orden actual. La segunda es la del político sectario que se peleó con los partidos de la IU porque quería tener su propia tienda aparte. Aquí se confunde el afán de Barrantes por convertir IU en partido, porque consideraba que esa era la identidad política que había construido el pueblo izquierdista de la época, con la incomprensión de la mayoría de las organizaciones izquierdistas, que apostaban a sus capillas y no a la nueva y vasta identidad construida. Este conflicto es el que terminaría a la postre con IU y con todo lo que ella significó como vanidades personales y esperanza de masas. La tercera es la del marxista confeso, atrapado entre los cánones de la guerra fría que terminaba y la formidable democratización de la sociedad que lo buscaba como líder. Barrantes, a diferencia de los pequeños dirigentes de la época, supo entender que la gran transformación que el Perú aguarda ya no transitaba más por asonadas a algún poder de turno, sino por la profundización de la democracia que habíamos recuperado de la dictadura militar. Quizás si la limitación de Barrantes fue no tener la capacidad de decisión necesaria para enrumbar el barco por esas aguas procelosas en el momento preciso. Se equivocó por falta de audacia, no por visión estratégica y pagó por ello. Su derrota nos ha impedido todos estos años recuperarlo en esta tercera imagen. La segunda era una fotografía de ocasión, válida nada más en su momento, por lo que tuvo corta vida. La primera es la del Barrantes edulcorado, una imagen que busca quedarse en la cáscara para quitarnos al líder y es por ello fundamental trascenderla. Alfonso Barrantes fue el socialista de las buenas maneras, que abrió trocha y nos señaló el camino para lograr un nuevo Perú. No lo olvidemos. www.nicolaslynch.com