"El espía imperfecto-La telaraña siniestra de Vladimiro Montesinos" se denomina el libro que está a punto de salir a luz y que relata las andanzas del ex asesor del prófugo ex presidente Alberto Fujimori. La obra ha sido escrita por Sally Bowen y Jane Holligan, reconocidas periodistas de talla mundial, quienes hurgan minuciosamente en el pasado y presente de "don Vladi", poniendo en evidencia las actividades siniestras del personaje durante los últimos 30 años. A continuación publicamos el capítulo tres, una de las partes medulares de la reveladora obra. CAPÍTULO TRES Una nueva y lucrativa carrera (Embajada de los Estados Unidos, Lima, enero de 1976. Despacho del embajador de los Estados Unidos, Robert Dean, al Departamento de Estado, Washington DC). "Se designa al capitán del Ejército Vladimiro Montesinos Torres, asesor y coordinador general del ministro de Agricultura Gallegos y nombrado ayudante del entrante primer ministro Fernández Maldonado, para una beca IV (visitante internacional) de 30 días de duración, la cual se inicia el 3 de marzo de 1976 o en fecha próxima. "Justificación: El capitán Montesinos [...] fue originalmente recomendado al embajador por el profesor Alfred Stepan, de Yale, quien lo considera el más sofisticado teórico, entre los jóvenes oficiales militares, en doctrina de seguridad nacional. La embajada considera que tiene gran potencial de liderazgo. Es brillante, claro, un ávido lector y un prolífico escritor que ha escrito muchos discursos, no sólo para el ministro de Agricultura Gallegos, sino también para el ex primer ministro Mercado Jarrín. "Ha colaborado frecuentemente con la revista Proceso, publicada por la oficina del primer ministro. Ha viajado mucho acompañando al ex primer ministro Mercado Jarrín en viajes oficiales a Venezuela, Colombia, Argelia, España y Francia. Ha visitado Cuba como invitado personal de Raúl Castro y ha sostenido amplias conversaciones con los máximos líderes de la revolución portuguesa. "Es defensor elocuente de la revolución peruana, a la que considera como una alternativa frente al comunismo. Si bien defiende firmemente la postura tercermundista del Perú, cree que es importante cultivar las buenas relaciones con los Estados Unidos. Jamás ha viajado a los Estados Unidos, pero tiene grandes deseos de hacerlo. [...] La oficina considera que la visita incrementaría en gran medida la opinión que tiene Montesinos sobre la realidad de los Estados Unidos y servirá para cumplir con los objetivos del programa IV. "Sugerencias del programa: El interés principal de Montesinos se centra en los temas militares y de seguridad, así como en los aspectos económicos de las relaciones internacionales. Tiene interés en discutir estos temas con funcionarios del Departamento de Estado, Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional y la CIA. [...] Ha manifestado especial interés en visitar West Point y probablemente la Universidad de California en Bekeley. [...] Montesinos es consciente de que los contactos que sugiere van más allá de lo factible en tan corto tiempo de visita, pero desearía hacer lo posible. Deja en claro que no quiere 'perder tiempo' con viajes secundarios a Disney World y otros destinos turísticos que normalmente se incluyen en los recorridos IV". DESTIERRO Y RETORNO Cuando el capitán Vladimiro Montesinos recibió, a mediados de 1976, las órdenes que lo destinaban al cuartel de Sullana, un remoto pueblo rural situado en el abrasador desierto norteño, se puso lívido. "Mira lo que han hecho estos imbéciles", protestó ante un amigo. Montesinos había ascendido acostumbrado a estar en el eje del poder y de la intriga en la capital. Esta relegación a un rincón provinciano era un insulto personal que le hacía el nuevo comandante en jefe del Ejército y algo que el joven oficial jamás perdonaría ni olvidaría. Vladimiro juró que regresaría. Pero -diría un amigo años más tarde- no tenía la menor idea de cuán rápido Montesinos había planeado retornar. Sólo dos días después de llegar a Sullana, Montesinos pidió permiso por enfermedad y se escabulló de regreso a Lima. Contaba con una carta de triunfo. Por recomendación de Luigi Einaudi, un diplomático estadounidense, y del profesor de Yale, Alfred Stepan, tenía una invitación pendiente para ir a los Estados Unidos. La embajada se había adelantado a poner el nombre de Montesinos en el servicio del programa de visitantes, pero el joven oficial, demasiado ocupado en sacar adelante su carrera inmediata, ya había pospuesto el viaje en dos oportunidades. Ahora parecía ser el momento ideal para aceptar la oferta de los estadounidenses. Montesinos omitió comunicar a sus amigos americanos su reciente cambio de puesto o informar a sus superiores sobre sus planes. Simplemente falsificó el permiso de viaje. INFORME REVELADOR El embajador de los Estados Unidos en Lima había redactado una entusiasta referencia sobre Montesinos. Parecía que encajaba perfectamente con el tipo de "visitante" que los estadounidenses preferían: era joven, influyente, brillante y aparentemente en rápido ascenso hacia destinos mayores. Aun así, el programa que se había preparado para Montesinos era impresionante considerando que era un oficial del Ejército peruano relativamente joven. Pasaría una semana en Washington reuniéndose con Robert Hawkins, en la Oficina General de Inteligencia de la CIA, y tendría otras citas en el Consejo de Seguridad Nacional y en la Oficina Regional Interamericana, así como también con Einaudi y una serie de diversos especialistas académicos gubernamentales y militares. El capitán visitaría la Universidad de Yale, en Connecticut, y se alojaría en la casa del doctor Stepan. Luego pasaría cuatro días en Nueva York y finalmente otros dos días en California visitando academias e instalaciones militares. Vladimiro no hablaba inglés y se le asignó un intérprete de enlace, una mujer llamada Lili S. Packer. Es difícil saber a ciencia cierta si Montesinos fue a los Estados Unidos para afianzar sus lazos como espía y si, en tal contexto, se reunió con los funcionarios de la CIA en una o en varias ocasiones. Lo cierto es que Packer dio rodeos sobre los detalles del viaje en el informe color de rosa que hizo sobre la visita. "El capitán Montesinos estaba muy interesado en las relaciones peruano-estadounidenses y en las políticas de planificación. Estas reuniones han sido una prueba de gran valía profesional", escribió Packer en su informe. Señaló que algunas reuniones que se llevaron a cabo en el Senado y en el Congreso "fueron de importancia particular porque el capitán Montesinos, hasta ese momento, no había sido capaz de comprender las razones que respaldaban la política estadounidense sobre la venta de armas a las naciones latinoamericanas". "El capitán Montesinos también sostuvo diversas conversaciones con miembros de la Oficina General de Inteligencia de la Agencia Central de Inteligencia", así como con otras instituciones, escribió Packer. "El señor Montesinos retornó a su país con una gran cantidad de apuntes (que revisaba cuidadosamente cada noche) y con una visión más clara de la política de este país hacia el suyo y hacia el resto de América Latina. [...] En opinión de esta intérprete, el señor Montesinos retorna al Perú con una visión más amplia y con una actitud más positiva hacia los Estados Unidos y su gente. Es un gran amigo de los Estados Unidos y los resultados de su visita redundarán en beneficio de las dos naciones en los años venideros", agregó alegremente Packer. EXPULSADO DEL EJÉRCITO El capitán Montesinos no tuvo una recepción tan calurosa en Lima cuando bajó del vuelo nocturno proveniente de Chicago, el 21 de setiembre de 1976. Había sido visto en Washington por un general peruano, quien alertó a Lima respecto a la visita no autorizada. Montesinos fue arrestado a su arribo y llevado al edificio del Servicio de Inteligencia, situado en el distrito de Chorrillos. Mientras tanto, el servicio de seguridad registró su casa y la casa de sus hermanas. Según se dice, encontraron una caja con llave que contenía gran cantidad de documentos secretos, al parecer relacionados con el armamento comprado a la URSS. Casi con toda seguridad, habían sido obtenidos durante el período que Montesinos permaneció en la oficina de Mercado Jarrín. Montesinos fue interrogado en la sede central de Inteligencia y le formularon cargos. En 1976, las relaciones entre el Perú y los Estados Unidos aún eran de mutua sospecha. Washington estaba más impresionado con Chile, ahora bajo el régimen autoritario del general Augusto Pinochet, que con el peculiar régimen militar del Perú. No obstante que el presidente Francisco Morales Bermúdez era más flexible que su predecesor Velasco, Perú seguía comprando equipo militar al bloque oriental y permanecía cercano a Cuba. Entre los mandos militares existían fuertes sentimientos prosoviéticos y también reservas sobre las motivaciones estadounidenses. No era un buen momento para que se sospechara que alguien era un espía americano. Simultáneamente, persistía la pugna interna en el Ejército entre los izquierdistas provelasquistas y la nueva guardia más moderada que se había instalado en el comando. Montesinos había sido identificado con los dos grupos, tan diferentes, que estaban en desgracia, los izquierdistas y los proamericanos, y probablemente tendría que enfrentar graves cargos. No existían pruebas, sin embargo, de que los documentos sustraídos hubiesen sido en realidad remitidos a la Inteligencia norteamericana. Además, el Ejército temía el estallido de un gran escándalo que enlodaría el nombre de Mercado Jarrín, quien aún gozaba de alta estima. Cualquiera que fuese la razón, la posibilidad de formular un cargo por traición a la Patria, que acarreaba la pena de muerte, fue descartada. En su reemplazo se levantaron cargos por el delito menor de "desobediencia y falsedad", que englobaba su salida del país sin autorización y la falsificación del permiso de viaje. El 25 de marzo de 1977, Montesinos fue sentenciado a dos años de prisión por una corte militar y fue expulsado del Ejército. (Continúa mañana)