Política

Paula Távara: “Hay que preguntarse si la vacancia es por el bienestar y mejoría o hay otros intereses”

La analista política considera que las salidas legítimas a la crisis van a requerir más presencia no solo de la ciudadanía, sino de liderazgos sociales concretos, ya que la población está requiriendo cambios en la política nacional, según la última encuesta de IEP.

Visión. Según Távara, es tiempo de dejar de mirar a la política como si ocurriera solo en Lima. Foto: Antonio Melgarejo/La República
Visión. Según Távara, es tiempo de dejar de mirar a la política como si ocurriera solo en Lima. Foto: Antonio Melgarejo/La República

Finalmente, hoy se verá la vacancia presidencial y, si no prospera, el congresista Montoya ha dicho que verán otras alternativas. ¿Los serios errores presidenciales justifican esta obsesión de sacarlo del cargo?

Creo que, en realidad, más allá de los errores que ha cometido el presidente Castillo o de las situaciones que claramente ameritan investigación en su gestión, la pregunta es si la vocación que está teniendo el congresista y otros congresistas como él es realmente de control político y preocupación por la situación nacional y de la ciudadanía o es una excusa para otros fines, otros intereses presentes desde el comienzo de la gestión del Gobierno. Esta no es la primera moción de vacancia, las justificaciones se van dando según funcionen o no. Es la segunda vez que esta moción llega sabiendo que es probable que no tenga los votos suficientes. Entonces creo que es válido preguntarse si esa moción se hace con una lógica de bienestar común, de mejoría política o hay otro tipo de intereses y de conflictos políticos detrás.

Y, si bien es cierto, ha caído la vacunación, las cifras económicas no son fatales y las acusaciones de corrupción no llegan a ser comprobadas como para activar la vacancia.

Además, si las cifras de vacunación han caído, ¿por qué no censuran al ministro de Salud o incluso, previamente, por qué no lo llaman y le preguntan por el proceso de vacunación? En lugar de eso, los mismos promotores de la vacancia reciben al ministro Condori, le aceptan excusas, ni siquiera argumentos, y le ofrecen un mes de plazo para ver cómo va. No parece coherente el interés o preocupación que pretenden manifestar. Y además, algo que ya no debería pasar es que sigan mal utilizando una figura como la vacancia presidencial. La CIDH se ha pronunciado al respecto.

Y hace unas semanas le dieron la confianza al gabinete Torres. Si no querían al Gobierno, ¿por qué le dieron el voto?

Ahí se ve más claro estos otros intereses que en realidad están detrás del uso de las diversas figuras. Darle el voto de confianza al gabinete Torres estaba directamente vinculado con no gastar una de sus confianzas, una de sus balas de plata, pero también dijeron en ese momento que lo harían, luego verían censuras. Y no ha habido censuras tampoco. Por consiguiente, la pregunta es si hay un interés real, político, en mejorar la situación del país o se trata de mayor beligerancia en una confrontación que está allí desde el día cero del presidente Castillo, lo que no quita que él ha creado situaciones que favorecen a que la oposición pueda seguir jugando con estas armas.

Una vez más los votos decisivos los tendrán AP y APP.

Es a lo que nos estamos acostumbrando. Que ese conjunto de bancadas de en medio, ya no las llamemos de centro, que tienen la posibilidad de decidir la votación y que, además, al ser de en medio, no necesariamente programáticas y no con un perfil 100% claro de cuál es su vínculo con el Ejecutivo o la oposición, son bancadas que negocian intereses particulares. Entonces, volvemos al escenario en que la definición de la vacancia no es tampoco si hay o no causales, sino qué componendas se pueden hacer en un lado u otro y quién ofrece más.

Y la defensa del Gobierno en la semana se limitó a los discursos en provincias de Castillo y al llamado algo desesperado del Acuerdo Nacional.

Sí, hay falta de consistencia y, sobre todo, de estrategia para permitir ser visto como un Gobierno con solidez en el puesto. Una convocatoria al Acuerdo Nacional, que podría mostrarse como un gran espacio de gobernabilidad y a Castillo como un estadista dispuesto al diálogo, termina siendo una excusa y postergado a última hora lo que demuestra debilidad en cómo gestiona el Gobierno este tipo de estrategias para el diálogo y la negociación política.

¿Avizora nuevos intentos de vacancia o estas fuerzas políticas se van a ir acostumbrando a los enfrentamientos improductivos?

Creo que los intentos de vacancia van a seguir siendo parte de los enfrentamientos improductivos e incluso de la performance política que hay, porque mucho de lo que vemos en la relación Ejecutivo y Legislativo es de performance. No es una confrontación orientada a tener una salida realmente.

Ante la crisis, el expresidente Sagasti hizo unos planteamientos, dibujó unos escenarios, en uno de ellos habla de nuevas elecciones. ¿Es viable?

Es muy poco probable que las fuerzas parlamentarias, incluso si consiguen las 75.000 firmas, aprueben un referéndum o una votación. Pero además la pregunta es si realmente una nueva elección es una solución o solo es cambiar de rostro para continuar con lo mismo. Lo que yo percibo es una crisis sistémica, mucho más profunda que quién tiene la banda presidencial o quién la tiene mañana.

¿Conoce otra propuesta viable? ¿Ha escuchado algo medianamente interesante?

No, pero sí es importante tener en cuenta: las salidas para que sean legítimas -en el punto en el que los actores políticos están tan deslegitimados- van a requerir más presencia no solo de la ciudadanía, sino de liderazgos sociales concretos, que van más allá de Lima y no pueden estar centrados solo en los partidos políticos. Porque cualquier propuesta que venga de allí puede ser vista con desconfianza por la ciudadanía. Lo que se necesita es empezar a pensar desde las organizaciones sociales o alrededor de ellas qué está pidiendo y necesitando la ciudadanía, si basta con un cambio de gobierno o en realidad la transformación como república.

La presión en las calles no han sido tan fuerte, como por ejemplo la del 14N.

Porque la población está agotada, hay que reconocer que hay un hartazgo, también hay que reconocer que es legítimo estar decepcionado de lo que ocurre. ¿Eso significa que debemos bajar los brazos? Absolutamente no. Seguramente habrá quienes estén dispuestos a animar y generar espacios y convocar mecanismos que ilusionen, pero no va a ser fácil y no va a ser la acción de los políticos.

Es la hora de las organizaciones, colectivos, los gremios.

Es el momento. Y es el momento de dejar de mirar a la política como si ocurriera solo aquí en Lima. En las regiones hay muchas organizaciones sociales y están percibiendo las cosas de diferentes formas a como nos quieren hacer creer en la capital. Y sí es momento de que surja algo; si hay apuestas por dialogar, que sean para conocer qué está mirando la ciudadanía antes que el rédito político.