Tambores de golpe
“Con nombres como Juan Sheput, Salvador Heresi, Gilbert Violeta o Roberto Vieira, su descomposición ha sido tan patética como lógica”
Cuando pase el tiempo y llegue el momento de hacer las sumas y restas de esta infernal temporada que atraviesa nuestra política, no dudo que una buena parte de responsabilidad recaerá sobre Pedro Pablo Kuczynski. No solo por la mezcla de frivolidad, dejadez, ingenuidad y opacidad con que llevó al país durante los dos años que alcanzó a ser Presidente –permitiendo que el fujimorismo lo sacudiera y arrinconara, empujándolo a la renuncia– sino también por la falta de seriedad con que estructuró los fundamentos de lo que sería su gobierno cuando todavía era candidato.
La esperpéntica ruptura de Mercedes Aráoz con el gobierno del que ella misma es vicepresidenta se explica por una mezcla de ambición y despecho, por sus ganas de ser presidenta luego de sufrir el constante ninguneo de Martín Vizcarra, de aplicarle la misma receta con que este ayudó a sacar a PPK de Palacio de Gobierno, pero también por una absoluta falta de sintonía. Vizcarra y Aráoz no comparten la misma idea de país, tienen interpretaciones opuestas de la crisis que atravesamos y es evidente que desconfían uno del otro. ¿Cómo se explica que dos personas tan diferentes integraran la misma plancha presidencial?
Hace unos meses, Carlos Bruce –renunciante a PPK junto a Aráoz– contó que Vizcarra llegó a postular como primer vicepresidente de Kuczynski porque: «De pronto dijimos “necesitamos un provinciano en la plancha porque hay demasiados blancos”».
Además de discriminatoria y bastante arrogante, esta explicación revela los niveles de improvisación que rodearon la campaña de Peruanos por el Kambio. Sus efectos más devastadores han ocurrido en el Congreso, con una bancada que se reveló como un puñado de individuos sin ningún proyecto común, unidos por la oportunidad de obtener algún provecho personal. Con nombres como Juan Sheput, Salvador Heresi, Gilbert Violeta o Roberto Vieira, su descomposición ha sido tan patética como lógica.
Queda ver si estos desafectos sumarán sus votos a una eventual moción de vacancia contra Martín Vizcarra, un proyecto que en este mismo momento parece contar con los números pero carece de sustento jurídico. O lo que es lo mismo: constituiría un golpe de Estado en toda regla, pensado para interrumpir los avances de la lucha contra la corrupción y permitir la supervivencia de los putrefactos de nuestra política.