La era de los cholos
“El emprendedor cholo que explota brutalmente en sus talleres no es mejor que el pituco blanco...”.
Hasta hace poco se podía cholear impunemente. Sostenía este agravio la conciencia compartida de que, como escribió Ribeyro, la piel del indio no costaba caro. Hoy el insulto no pasa fácilmente. Puede traer denuncias, repudio en redes, intervención de autoridades o la respuesta airada del agredido. El choleo ya no goza de consenso. Al menos no su expresión descarada.
Obviamente esto es positivo. Pero debemos aguzar nuestro entusiasmo. Lamentablemente no hay garantía de más bienestar en el empuje de las identidades antes disminuidas. Nuestro país no será mejor solo porque tenga en el uso del poder o del privilegio más colores de piel.
En los audios de los cuellos blancos hay una conversación clave. Un empresario “emergente” le pide a un juez poderoso que prepare un texto para el principal dirigente del fútbol nacional. Un discurso que destaque su éxito personal y colectivo. Que elogie el lugar simbólico que ocupan como una nueva clase provinciana dirigente.
Es nuestra época dicen. La era de los cholos.
Y estos infames, por lo menos en eso, no faltan a la verdad. Hace mucho vivimos ese tiempo. Pero no es la tierra de todas las sangres creativa imaginada por Arguedas. Es la de Acuñas y Lunas, la de municipios consumidos por mafias bien locales y bien cholas.
El emprendedor cholo que explota brutalmente en sus talleres no es mejor que el pituco blanco que lo hace en minas o restaurantes. Además del racismo, ojalá cambie el modo en que nuestras relaciones reproducen el abuso.