El muro peruano
“Una visa es hoy como un muro. ¿Nos cuesta tanto compartir nuestro paraíso?”.
Nuestro país no es un gran destino, por más que lo desee Marca Perú. Es clasista, racista, desbordado obscenamente por la corrupción. Muchos de sus políticos y autoridades son grotescos jefes de mafia.
Pero hay paz. No es el Perú de 1980 o 1990 cuando millones se fueron para intentar vivir mejor. Colonias de peruanos por todo el mundo pueden contar lo duro que es el desarraigo. No se llega a un nuevo país a ser un privilegiado, se llega a ser el último de la fila.
Nos ha pasado. Se supone que sabemos de esto. ¿No es para esto que existe la memoria?
Dice Manuel, joven venezolano, trabajador en una tienda. “No soñaba salir de mi país excepto para hacer turismo, pero lo hice para intentar vivir y no solo sobrevivir. Estoy aquí no por placer, soy un desplazado por la violencia, por la inflación, por la inseguridad…”.
Nadie sueña ser un migrante humanitario, ni es una vocación caminar horas vendiendo dulces en un país extraño o someterse a condiciones de trabajo abusivas. Pero igual es mejor acá que allá.
Dice Ariana, trabajadora de una feria. “Vine por cómo está mi país donde no se puede trabajar, por mi familia, para que puedan sobrevivir en Venezuela… Pero no ha sido fácil, no encuentro un trabajo estable por no tener quien me cuide a mi hija de tres años”.
La pasan mal pero agradecen haber llegado y la acogida. Y esperan que esta ruta no se cierre para otros. Una visa es hoy como un muro. ¿Nos cuesta tanto compartir nuestro paraíso? ❖