"Alguien inventó que debe haber “paridad” en todo, como si las personas tuvieran las mismas aptitudes",La señora Gabriela Wiener prohíbe que empleen “machos” (véase su artículo “No contraten machos”, del 17 de mayo) hasta que haya “paridad”; por tanto, exige que contraten “hembras”. Tan lamentable definición de los hombres y de las mujeres descubre el pensamiento retrógrado y sexista de Gabriela Wiener; mas echemos esto en el asiduo canasto de sus ocurrencias. Tomando-usurpando otra vez los principios del feminismo, Wiener los degrada hasta convertirlos en consignas del hembrismo, odiado hermano del machismo y primo del racismo. Según Wiener, no importan las aptitudes naturales ni los méritos adquiridos: solo importa el sexo (omitamos la ridícula palabra “género”). Según Wiener, las personas se dividen en malas (hombres) y buenas (mujeres) pues así vienen de fábrica: determinismo falso y ciego. Hablando de fábricas, para el hembrismo de Wiener, los seres humanos somos fotocopiadoras: aparatos reproductores. Wiener nota que hay pocas mujeres en los órganos de prensa (¿tendrá estadísticas?), pero esconde que son mayoría en otros sectores, como la docencia, la psicología y la salud. Nada, no importa; Wiener lanza la solución final: vetar la contratación de los hombres (amenaza de despido de los ya colados). Esto es: nieguen el derecho al trabajo a todo un sexo, que por extraña insistencia siempre es el masculino. Wiener quiere justificar su veto a los hombres con el pretexto de que hay acosos de redactores contra redactoras. Con su misma y pintoresca “lógica”, debería impedirse la contratación de mujeres ya que periodistas lesbianas acosan a redactoras. Al final, un diario se escribiría solo (gran ahorro, por cierto). Ya que disfrutamos prohibiendo, ¿por qué restringirnos a la prensa? Apliquemos la solución final-laboral a todos los trabajos hasta lograr... la “paridad”. Esta palabra-fetiche ha engendrado una orden cuasimística: las Hermanitas de la Paridad. Para estas templarias del sexismo, las actividades humanas deben desempeñarse por mitades: 50 % de mujeres y 50 % de hombres. ¿Por qué debe ser así? Nadie lo sabe; es un misterio sin desvelar (curiosamente, como todos los misterios). Solo el pensamiento irracional puede “deducir”, del 50 % de pobladoras, que haya 50 % de ministras. Alguien inventó que debe haber “paridad” en todo, como si las personas tuvieran las mismas aptitudes naturales y como si estuviesen interesadas en las mismas actividades: falacia absoluta. Rectificación urgente: para las Hermanitas de la Paridad, el subsexo (los hombres) debe seguir desempeñando las actividades menos prestigiosas (como la recolección de basura), las más peligrosas (como la construcción) y las más sucias y sudorosas (como la minería). Para estas labores, nunca exigirán la “paridad”. El hembrismo ansía ocultar la marginación realmente injusta: la pobreza, para substituirla por el supuesto abuso del inexistente “patriarcado”. Esta jugada reaccionaria divide a la gente según un criterio natural (el sexo), que nadie escoge ni puede cambiar: ¿se puede ser más retrógrado? Estamos ante una interpretación de la sociedad y los derechos igual a la que impusieron los racistas y los nazis: los negros y los judíos “no tienen solución”, nacieron así y son especies malditas. De paso, Wiener exige la creación de la “editora de género” (no puede ser hombre: más sexismo), camarada-comisaria que terminará imponiéndose al director del diario. En fin, debemos rechazar los atentados del hembrismo, y volver al feminismo que defiende la igualdad de derechos y de oportunidades, no la “igualdad de número”.