Falta saber ahora si Vizcarra efectivamente ha cruzado el Rubicón, o si existe una posibilidad de arreglo que no tenga los visos, y sobre todo los efectos, de un retroceso.,Este es el momento de los pronósticos de urgencia. Los dos principales: si Fuerza Popular cederá ante el Ejecutivo entregándole la confianza para reformar, o si lo desafiará, y si en este último caso Martín Vizcarra efectivamente responderá cerrando el Congreso. Todo puede suceder, incluso la clásica aparición de una fórmula intermedia de último minuto. Falta saber ahora si Vizcarra efectivamente ha cruzado el Rubicón, o si existe una posibilidad de arreglo que no tenga los visos, y sobre todo los efectos, de un retroceso. Una pregunta que vale para los dos lados del conflicto. ¿Es solo una confrontación para ganar tiempo, o se juega en ella la supervivencia política de uno de los dos? A horas del anuncio en Palacio, las apuestas se inclinan por la idea de la supervivencia. Pues hemos llegado a una situación en que el Ejecutivo no tiene nada que perder. Vizcarra sin referendo sería para todo fin práctico un pato cojo, expuesto al peligro diario de la vacancia y gestionando bajo la autorización con cuentagotas de FP, ahora de regreso a su ánimo imperial del 2016. El entendido hasta aquí (al menos en esta columna) había sido que el referendo y las reformas se realizarían en el marco de un proceso de negociación, con concesiones de los dos lados. Pero la acumulación de postergaciones y bloqueos menores por parte de la bancada FP terminó convirtiéndose en una política de intransigencia contra un reclamo mayoritario. Hace poco más de un año la gente de FP se burlaba del cierre del Congreso, con el argumento consolador de que nuevas elecciones les darían la misma mayoría parlamentaria. Probablemente nunca fue así, pero ahora menos que nunca. En este sentido tienen que aferrarse a sus curules con uñas y dientes, con la esperanza de que no sea tarde. La política de confrontación con la que FP llegó al Congreso, y de la que no ha podido sacudirse, demostró ser un suicidio en las encuestas. Ahora podría estar a punto de demostrarlo en los hechos. Tanto si se cierra el Congreso como si el referendo se realiza, el elenco de Keiko Fujimori se ha arrinconado a sí mismo. Quizás en horas aparezca una bandera blanca.