Día Nacional de las Iglesias Cristianas Evangélicas. Suena pomposo, más aun en un Estado a duras penas laico. La nueva designación es una forma de reconocer la importancia de estos cultos, que en una encuesta PEW ya en el 2014 representaban 17% de la afiliación religiosa en el país. Dos tercios de estos formados originalmente como católicos. También en el Perú el protestantismo es sumamente variado, y el común denominador más visible de sus grupos es no ser católicos. Como en toda América Latina, está creciendo, sobre todo a expensas de la Iglesia Católica. Un problema con este efecto es que la actuación de uno solo de ellos suele terminar afectando la imagen del conjunto. Estamos viviendo en el país una fuerte ofensiva de las congregaciones de extrema derecha, católicas y protestantes, unidas en algunas causas. Esto ha venido dando prominencia a los grupos protestantes ubicados en esa línea, con algunos de sus pastores notorios por sus declaraciones excesivas, al extremo de ser pintorescas. Esto ha venido borrando del mapa político a las iglesias evangélicas moderadas, incluso progresistas, que forman el núcleo central de esta rama religiosa. Si acaso hay polémica entre las tendencias, esta no llega al gran público. Con lo cual justos deben estar pagando por pecadores, no solo en el terreno de la percepción política externa. Desde que Alberto Fujimori ganó las elecciones en 1990 las iglesias evangélicas han sido consideradas una fuerza política considerable, incluso decisiva. El predominio católico las ha mantenido en los márgenes, pero eso ha sido compensado mediante un mayor activismo y un sentido de la oportunidad. Pero en el fondo han hecho ganar mucho más de lo que han ganado. La gran presencia política de los protestantes, pastores y feligreses comunes, en cierto modo ha convertido la fe de algunos en una suerte de doble militancia, y hasta triple, como vimos en la pasada huelga magisterial. Es lo mismo que hacen los católicos, pero en este caso se nota más, quizás por ser un sacerdocio sin uniforme. No se entiende bien por qué un sector tan dinámico necesita un día para recordarse a sí mismo, junto al Día de los Fieles Difuntos, el Día de Todos los Santos, el de la Canción Criolla, y Halloween. Pero de algo debe servir. Carpe diem, que aprovechen el día. Desde que Alberto Fujimori ganó las elecciones en 1990 las iglesias evangélicas han sido consideradas una fuerza política considerable, incluso decisiva.