Secuestrado 45 días por el MRTA en 1995: Samuel Doria Medina, el multimillonario que busca ser presidente de Bolivia en su cuarto intento
Samuel Doria Medina, empresario boliviano y actual candidato presidencial, fue secuestrado en Lima por el MRTA en 1995. El dinero pagado por su liberación fue usado un año después para financiar la toma de la embajada japonesa en Perú en 1996.
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Samuel Doria Medina es uno de los empresarios más reconocidos de Bolivia y, a sus 66 años, vuelve al centro del escenario político con una determinación que no se ha debilitado pese a los años y a las derrotas. Líder del partido Unidad Nacional, ha sido candidato presidencial en tres oportunidades: 2005, 2009 y 2014. En aquel entonces, enfrento sin éxito al entonces mandatario Evo Morales. Ahora, se prepara para un cuarto intento con un discurso centrado en la crisis económica, la falta de divisas y combustibles, y la urgente necesidad de un plan que devuelva estabilidad al país.
El millonario empresario, fundador del conglomerado SOBOCE (Sociedad Boliviana de Cemento), combina su perfil técnico con una narrativa de resiliencia personal. Más allá de su trayectoria empresarial y política, hay un episodio que marcó profundamente su vida y que hasta hoy sigue siendo un referente para entender su firme oposición al extremismo: su secuestro en 1995 por parte del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), una organización terrorista peruana.
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El MRTA lo secuestró en Lima y usaron el dinero de su rescate para financiar la toma de la embajada japonesa
Durante 45 días, Doria Medina permaneció cautivo en Lima, y su liberación solo se concretó después del pago de más de un millón de dólares por parte de su familia. Años más tarde, se supo que ese dinero fue utilizado por el MRTA para financiar uno de los actos terroristas más recordados en la historia reciente de Perú: la toma de la residencia del embajador japonés en 1996.
El secuestro de Samuel Doria Medina ocurrió el 16 de diciembre de 1995 en Lima. Fue capturado por un comando del MRTA mientras realizaba actividades empresariales en la capital peruana. Durante su cautiverio, no sufrió agresiones físicas, pero sí un desgaste psicológico profundo. “Pensé muchas veces que iban a matarme”, confesó en una entrevista posterior.
Pese a los 45 días de encierro, nunca perdió la esperanza de regresar a su país. Un año más tarde, cuando su familia celebraba una misa conmemorativa por el aniversario de su liberación, el destino le tenía preparada una sorpresa macabra. Esa misma noche, el 17 de diciembre de 1996, el MRTA ejecutó la toma de la residencia del embajador de Japón en Perú, un hecho que paralizó a la comunidad internacional y que mantuvo a 72 personas como rehenes por más de cuatro meses. “Fue exactamente al año de mi liberación. Me enteré al llegar a casa después de la misa”, relató Doria Medina.

Samuel Doria Medina, tras su liberación en 1995, luego de pasar 45 días secuestrado por el MRTA. Foto: X
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La toma de la embajada y la Operación Chavín de Huántar marcaron a Doria Medina y reforzaron su carrera política
El operativo de la toma de la embajada se dio durante la celebración del natalicio del emperador Akihito. El MRTA secuestró a cerca de 800 personas, entre políticos, diplomáticos, militares y empresarios, en un acto que evidenciaba su estrategia: golpear al Estado desde sus símbolos más visibles. El gobierno peruano, entonces encabezado por Alberto Fujimori, preparó en silencio una de las operaciones de rescate más exitosas de la historia moderna: la Operación Chavín de Huántar. El 22 de abril de 1997, comandos peruanos irrumpieron en la residencia y lograron liberar a los 72 rehenes que aún permanecían en poder de los terroristas. El dinero obtenido por su liberación fue clave en la financiación de ese atentado. “Es como cuando a uno le roban y no sabe en qué van a usar su dinero”, reflexionó años después.
A pesar del trauma vivido, Doria Medina no se alejó de la vida pública. Por el contrario, fortaleció su compromiso político y se convirtió en una voz crítica del autoritarismo y del populismo en la región. Hoy, su campaña presidencial apunta a la reconstrucción económica de Bolivia. Su propuesta incluye medidas inmediatas para frenar la inflación, atraer inversión extranjera, estabilizar el tipo de cambio y garantizar el suministro de combustibles. “La escasez de divisas no solo afecta la macroeconomía, afecta la comida de las familias”, ha señalado. Su discurso busca conectar con una ciudadanía agobiada por el deterioro económico y político, y se presenta como una alternativa técnica, pragmática y libre de radicalismos.























