La increíble historia del único hombre que sobrevivió a las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki
Yamaguchi vivió hasta los 93 años y dedicó parte de su vida a promover la paz mundial tras sobrevivir a las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
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El 6 de agosto de 1945, Tsutomu Yamaguchi se hallaba en Hiroshima por motivos laborales cuando cayó la primera bomba atómica. Sobrevivió de manera casi milagrosa. Tres días después, ya de regreso en su hogar, fue testigo de la segunda explosión en Nagasaki.
Yamaguchi, es la única persona reconocida oficialmente por el gobierno japonés como sobreviviente de ambos ataques nucleares. Su testimonio refleja no solo la magnitud del horror, sino también la fortaleza con la que enfrentó una tragedia sin precedentes.
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¿Qué experimentó Yamaguchi en ambas explosiones y cómo logró sobrevivir a las dos bombas atómicas?
En Hiroshima presenció cómo una luz cegadora arrasaba la ciudad a escasos metros de su posición. Aunque resultó herido y desorientado, consiguió llegar a una estación y abordó un tren rumbo a Nagasaki. Allí, mientras contaba lo ocurrido a sus colegas, una nueva detonación sacudió la ciudad.
En ambas ocasiones, la suerte y su ubicación resultaron decisivas para escapar de la muerte. En Nagasaki se encontraba resguardado en un refugio antiaéreo junto a su familia. Pese a las heridas menores, logró evacuar el lugar junto con sus seres queridos, quienes también sobrevivieron al segundo bombardeo.
¿Qué impacto tuvo la radiación sobre la salud de Yamaguchi y su familia a lo largo de los años?
A diferencia de muchos hibakusha (personas sobrevivientes de las bombas), Yamaguchi no presentó secuelas visibles inmediatas. Vivió hasta los 93 años; trabajó, se jubiló y solo en sus últimos años desarrolló un cáncer de estómago, posiblemente asociado a la exposición nuclear.
Su esposa también sobrevivió al bombardeo en Nagasaki y tuvo una vida longeva. Uno de sus hijos, quien estuvo presente durante la segunda explosión, falleció de cáncer a los 58 años. Aunque su familia no padeció los efectos más extremos de la radiación, como ocurrió con otros hibakusha, convivieron con un legado silencioso de exposición nuclear.





















