La misteriosa medusa fantasma que habita en las profundidades de la Antártida: solo tuvo 126 avistamientos en cien años
Su morfología excepcional, con campanas de más de un metro y brazos de diez, destaca en la oscuridad del océano, siendo objeto de interés en la ciencia marina por su escasez y misterio biológico.
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La Stygiomedusa gigantea, apodada la medusa fantasma, volvió a aparecer en las aguas antárticas, una de las regiones más remotas del planeta. Con tan solo 126 avistamientos desde su descripción científica en 1910, esta especie representa uno de los mayores enigmas de la biodiversidad marina. Su presencia se confirmó nuevamente gracias al uso de sumergibles personales durante una expedición científica frente a la península antártica.
El hallazgo, publicado por Polar Research y divulgado por National Geographic, revela encuentros recientes entre 80 y 280 metros de profundidad. La exploración fue liderada por el científico Daniel M. Moore, quien utilizó los sumergibles desplegados desde el buque Viking Octantis para observar a la medusa en su hábitat natural. Esta tecnología, antes reservada al turismo de lujo, ahora ofrece un impulso sin precedentes para la investigación en los ecosistemas más inaccesibles del océano.
Un gigante abisal de movimientos rituales
La Stygiomedusa gigantea impresiona por su morfología y tamaño. Su cuerpo posee una campana en forma de sombrilla que puede superar un metro de diámetro y cuatro brazos planos que se extienden más allá de los diez metros. Estos apéndices, semejantes a cintas ondulantes, reemplazan a los tentáculos típicos y le permiten capturar presas con movimientos suaves y lentos.
El Monterey Bay Aquarium Research Institute (MBARI), una de las pocas instituciones que logró filmarla en varias ocasiones, destaca su desplazamiento pausado, casi como una danza hipnótica en la oscuridad abisal. Esta estrategia de movimiento responde a la ausencia de depredadores conocidos y a la falta de competencia evidente entre los 1.000 y 3.000 metros de profundidad, aunque algunos ejemplares se han registrado en capas más superficiales.
Según los expertos, se alimenta de pequeños peces y crustáceos que envuelve con sus brazos. La ausencia de células urticantes, común en otras medusas, plantea preguntas sobre su eficacia como depredadora. Su coloración, entre marrón rojizo y amarillo ocre, resalta en el entorno oscuro del océano profundo, acentuando su apariencia fantasmal.

La medusa tiene un cuerpo largo e imponente. Foto: MBARI
Exploración polar y nuevas tecnologías al servicio de la ciencia
Los recientes avistamientos en la Antártida se lograron gracias al uso de sumergibles personales, una herramienta cada vez más relevante para la investigación científica. Daniel M. Moore y su equipo desplegaron estos vehículos desde el Viking Octantis, permitiendo observaciones directas y detalladas de la medusa fantasma en un entorno hasta ahora inexplorado.
Estos vehículos, diseñados inicialmente para la exploración recreativa, demostraron ser eficaces en tareas científicas. La movilidad, autonomía y seguridad que ofrecen en condiciones extremas los posicionan como plataformas clave para futuras investigaciones en regiones polares y otras zonas de difícil acceso.
Según el estudio en Polar Research, cada encuentro con la Stygiomedusa gigantea representa una oportunidad valiosa para ampliar el conocimiento sobre esta especie, incluyendo su distribución geográfica, comportamiento y posible interacción con otras formas de vida en el ecosistema marino.
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Una criatura frontera entre lo conocido y lo oculto
La rareza de esta medusa fantasma ha contribuido a su estatus casi mítico dentro de la ciencia marina. Durante más de un siglo, sus avistamientos esporádicos han despertado el interés de biólogos y oceanógrafos, que aún desconocen aspectos clave de su biología, como su reproducción, longevidad o su papel específico en la cadena alimentaria del océano profundo.
Algunos indicios sugieren que podría reproducirse mediante viviparidad, aunque esta hipótesis aún no se ha confirmado. Su rol dentro del ecosistema marino sigue siendo incierto, aunque se plantea que podría actuar como depredador intermedio en las redes tróficas del fondo oceánico.
El interés por esta especie no solo radica en su morfología imponente o su escasez, sino también en lo que representa: un símbolo del vasto desconocimiento que aún persiste sobre la biodiversidad marina. La Stygiomedusa gigantea es, en palabras de los investigadores, una “criatura frontera”, situada entre lo visible y lo inexplorado.



















