Este país europeo lidera la búsqueda para recuperar 200.000 barriles radiactivos tirados en el océano hace 80 años
Se busca rastrear más de 200.000 barriles de residuos tóxicos arrojados en el Océano Atlántico desde 1946. La misión, que inicia el 15 de junio, busca evaluar el estado de estos contenedores.
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Francia encabeza una operación sin precedentes en el Océano Atlántico para investigar los efectos de 200.000 barriles radiactivos vertidos en el mar entre 1946 y 1990. Durante décadas, varios países europeos arrojaron residuos nucleares en las profundidades, a más de 600 kilómetros de la costa de Nantes, en una práctica prohibida desde 1993.
El gobierno francés, a través del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), lidera la misión NODSSUM, un proyecto internacional que busca ubicar los bidones sumergidos, determinar su estado actual y evaluar el impacto que han tenido en el ecosistema marino del Atlántico Nordeste.
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Una práctica silenciada por décadas
A partir del 15 de junio, el buque científico desplegará tecnología de última generación, incluido el submarino autónomo UlyX, para mapear el fondo marino y tomar las primeras muestras de agua, sedimentos y fauna. La operación cubrirá un área de 6.000 kilómetros cuadrados a más de 4.000 metros de profundidad.
Estos vertidos ocurrieron antes de que la Convención de Londres prohibiera en 1993 el depósito de materiales radiactivos en el mar. Sin embargo, pese al paso del tiempo, hasta hoy no se había coordinado ninguna misión internacional de evaluación ni recuperación.
Francia, a través del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), lidera ahora este esfuerzo inédito junto al Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar (Ifremer), la Autoridad de Seguridad Nuclear y de Radioprotección (ASNR) y organismos internacionales.
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Misión NODSSUM: robots, sonar y fauna abisal
La misión se desarrollará en dos fases. La primera se llevará a cabo del 15 de junio al 11 de julio y tiene como objetivo cartografiar una zona de 6.000 kilómetros cuadrados del lecho marino. Para ello se utilizará el robot submarino autónomo UlyX, que puede operar hasta los 6.000 metros de profundidad.
Este robot recorrerá el fondo oceánico a unos 70 metros de altura, utilizando sonar de alta resolución para detectar los barriles. Posteriormente, se acercará a 10 metros para capturar imágenes detalladas de los contenedores. Durante este proceso también se tomarán muestras de agua, sedimentos y fauna marina, sin acercarse directamente a los bidones.
Los investigadores emplearán redes y nasas para capturar especies como peces y crustáceos, con el fin de analizar el efecto que los residuos radiactivos han tenido en la biodiversidad marina. Todos los procedimientos estarán sujetos a estrictos controles de radioprotección, monitoreados en tiempo real desde el buque oceanográfico.
Radiación, ecosistemas y una recuperación pendiente
Aunque parte de los radionúclidos vertidos, como el cesio-134 y el hierro-55, han perdido gran parte de su radiactividad debido a su corta vida media, el proyecto NODSSUM busca identificar los riesgos actuales para los ecosistemas del Océano Atlántico.
La segunda fase de la misión, prevista para 2026, se enfocará en la observación directa y toma de muestras en la proximidad de los barriles. Se utilizarán sumergibles tripulados o robots como Victor y Nautile, equipados con brazos mecánicos, para interactuar directamente con los contenedores sumergidos.
Estas operaciones serán cruciales para decidir si se procede a una recuperación selectiva de los residuos tóxicos, un proceso que podría extenderse durante años y requerir una cooperación internacional sin precedentes. El proyecto forma parte de la iniciativa PRIME RADIOCEAN, dedicada a estudiar los residuos radiactivos en ambientes marinos y generar políticas sostenibles para su gestión.




















