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La impresionante historia de la familia que naufragó 38 días en un bote bebiendo sangre de tortuga

En 1970, una familia del Reino Unido se propuso atravesar el océano Atlántico hacia el Caribe para dejar atrás su monótona vida. Sin embargo, el destino tendría un plan distinto para los 6 tripulantes de una pequeña embarcación.

La familia Robertson naufragó durante 38 días en el mar del Caribe sobre una pequeña balsa inflable. Foto: The Guardian
La familia Robertson naufragó durante 38 días en el mar del Caribe sobre una pequeña balsa inflable. Foto: The Guardian

Agobiado por las deudas, una rutinaria vida y la nostalgia por su etapa como marinero, Dougal Robertson le propuso en 1970 a su esposa, Lyn, y a sus hijos vender todo y comenzar a recorrer el mundo a través de sus mares. De esta manera, el matrimonio compró un barco y, junto con sus menores Douglas (17), Anne (16) y los mellizos Neil y Sandy (9), partieron en un viaje en el que contaban con poca preparación.

Sin embargo, lo que inició como una aventura para la familia originaria del Reino Unido terminó en un naufragio de 38 días, ya que los cinco tripulantes tuvieron que ver la manera de sobrevivir en una pequeña embarcación bebiendo sangre de tortuga o el agua de la lluvia.

Dougal Robertson junto con sus hijos y esposa en su casa de Reino Unido. Foto: The New Day

Dougal Robertson junto con sus hijos y esposa en su casa de Reino Unido. Foto: The New Day

Todo comenzó el 27 de enero de 1971, cuando los Robertson zarparon desde el puerto de Falmouth a bordo de una goleta de madera. Juntos atravesaron el océano Atlántico hacia el Caribe, hasta que a su llegada a las Islas Bahamas, Anne, ya con 17 años, decidió no seguir navegando y retornar a su país.

La familia optó por continuar con su travesía hasta Panamá, donde se le unió Robin Williams, un mochilero escocés de 22 años, recién graduado en economía y cuyo sueño era conocer Nueva Zelanda.

Desafortunadamente, la seguridad que habían acumulado en 17 meses de viaje se vio desmoronada la mañana del 15 de junio de 1972, cuando el violento ataque de tres orcas a su barco lo dejó completamente inservible.

La familia Robertson comenzando su viaje en Falmouth, Reino Unido. Foto: Douglas Robertson

La familia Robertson comenzando su viaje en Falmouth, Reino Unido. Foto: Douglas Robertson

38 días a la deriva

Tras verse rodeados por el mar, los tripulantes no tuvieron más opción que moverse a un pequeño bote inflable, el cual iba atado con una balsa de fibra de vidrio. En ella llevaban provisiones como agua, un cuchillo, comestibles y dos remos.

Algunos días de iniciado su naufragio ya se les habían terminado los alimentos y su transporte comenzó a presentar ciertos daños. Por ello, optaron por usar tortugas, cuya sangre bebían. Además, comían su carne y descubrieron que su grasa les permitía calmar las graves quemaduras por exposición al sol.

Dougal Robertson y su familia siendo rescatados por una embarcación japonesa el 23 de julio de 1972. Foto: The New Day

Dougal Robertson y su familia siendo rescatados por una embarcación japonesa el 23 de julio de 1972. Foto: The New Day

Al día 17 tuvieron que pasarse a la balsa de fibra de vidrio, donde apenas podían moverse para que esta no pierda la estabilidad. En las dos semanas que le siguieron el estado de salud de los menores comenzó a empeorar: los mellizos estaban demacrados y Sandy tosía mucho por una posible neumonía.

Un milagro en medio de la nada

El 23 de julio de 1972, luego de 38 días de naufragio, los Robertson encontraron su salvación en el barco pesquero japonés Toka Maru II. Este los llevó hasta Panamá, donde cinco días después la prensa de todo el mundo los espero ansioso por conocer su historia.

Sin embargo, el accidente dañó a la familia. Dougal se divorció de Lyn y sus hijos a penas hablaron del tema. Solo Douglas, el hijo mayor de la pareja, contó tiempo después de lo sucedido en su libro "El último viaje de la Lucette", donde reveló que sus progenitores se habían sentido tremendamente culpables por haberlos puesto en peligro, pero que él no estaba enojado por eso.