Ucraniano cuenta que rusos le dispararon en la cara y lo enterraron vivo junto con sus hermanos
“Los odio con toda mi alma. Son animales. Deberían arder en el infierno”, es lo que expresa Mykola sobre los rusos. El ucraniano aún tiene dificultades para hablar.
Mykola Kulichenko, un soldado ucraniano, dio una entrevista a Melissa Bell, corresponsal de CNN, en donde habla de su historia desgarradora sobre cuando militares rusos lo torturaron a él y a sus dos hermanos.
Bell visitó el sitio en el que estuvieron cautivos con Kulichenko para un segmento de The Lead, con Jake Tapper. En el lugar, Mykola señaló trozos de tela que aún estaban esparcidos en los árboles cercanos y los identificó como vendas para los ojos que los rusos les hicieron usar a él y a sus hermanos. Señaló una cicatriz en su mejilla por donde salió la bala y compartió cómo estaba decidido a vivir para contar su historia al mundo.
La Fiscalía regional abrió una investigación por crímenes de guerra, informó Bell.
Mykola Kulichenko pudo salir de la tumba después del tiroteo del ejército ruso. Foto: Warukraine
Visitaron la casa donde vivía Kulichenko con sus dos hermanos y su hermana. La ‘pesadilla familiar’ comenzó el 18 de marzo, dijo Kulichenko, y describió cómo los soldados rusos habían llegado a su aldea en busca de hombres que creían que habían llevado a cabo un ataque contra un convoy ruso.
Los rusos estaban “buscando cualquier cosa que pudiera relacionar a los hermanos con el ataque al convoy”, dijo Bell, y no encontraron tal evidencia, pero hallaron la medalla militar de su abuelo y el bolso militar del hermano de Kulichenko. Era reservista en el Ejército ucraniano.
Kulichenko dijo que él y sus hermanos fueron sacados de su casa, les vendaron los ojos y los interrogaron en un sótano durante cuatro días, en los que los golpearon, para posteriormente ser llevados a un bosque para ser ejecutados.
Mykola, el único sobreviviente de los hermanos, dice que los militares cavaron una tumba para los ucranianos, les dispararon en la cabeza y los cubrieron con tierra. Él era el último de la fila y cayó sobre su hermano mayor.
Como la bala atravesó solo su mejilla, el hombre pudo salir del pozo a pesar de tener las piernas y los brazos atados. Caminó hasta el pueblo más cercano, incluso pasando un puesto de control ruso. Allí fue invitado a una casa y alimentado por una residente del pueblo, Valentyna Petrivna. Mykola caminó otros 40 kilómetros hasta su casa. Tras la liberación, logró llevarse los cuerpos de sus hermanos ejecutados.
Su hermana no supo nada de ellos durante cuatro días, dijo Bell, “hasta que Mykola regresó de entre los muertos”.
“Llegué a casa y allí estaba Mykola”, dijo entre lágrimas Iryna Kulichenko, a través de un traductor. “Lo miré a los ojos y le pregunté: ‘¿Dónde están los demás?’. Él dijo: ‘No hay otros’”.
Dos meses después de la muerte de sus hermanos, Kulichenko “todavía tiene dificultades para hablar”, narró Bell.
“¿Qué pienso de los rusos ?”, dijo a través de un traductor, mientras hacía una pausa para poner su cabeza entre sus manos y contener las lágrimas. “Los odio con toda mi alma. Son animales. Deberían arder en el infierno”.
Kulichenko no pudo dar a sus hermanos un entierro y una lápida adecuados durante otro mes hasta la retirada rusa.