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“Su sonrisa desapareció”: ayudó a morir a su padre que llevaba 8 años postrado en cama

La historia de Rodrigo retrata lo difícil que es obtener una eutanasia en Colombia, en donde acceder a una muerte digna está despenalizada desde 1997, pero, para ser un derecho, aún hay un largo camino que recorrer.

Las cifras oficiales de eutanasias en Colombia no son exactas con la realidad, según datos de DescLab. Foto: EFE/referencial
Las cifras oficiales de eutanasias en Colombia no son exactas con la realidad, según datos de DescLab. Foto: EFE/referencial

Un joven ayudó a morir a su padre de 89 años, quien en los últimos años su salud física y mental no habían sido los mejores, en Colombia. Rodrigo, nombre cambiando a pedido de la fuente, recordó que hace nueve años tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, pero que trajo la paz que tanta anhelaba su papá.

En conversación con periódico El Tiempo, el hijo contó: “Lo inyecté, y solo yo pude ver cómo sus ojos se cerraban lentamente y su sonrisa, la que ya casi nunca tenía, se desaparecía”.

Pablo, identidad también reservada, tenía 89 años, pero durante sus últimos ocho años, su condición de salud se fue desgastando rápidamente.

Debido a sus décadas como fumador obstinado y bebedor social, el sistema digestivo y respiratorio de Pablo llegó a la vejez en una pésima condición. Aunque había dejado el cigarro y las bebidas alcohólicas desde los 60 años por exigencia de sus hijos, ya el daño pasó factura.

“Nunca tuvo cáncer, afortunadamente, pero sí tenía muchas complicaciones respiratorias y problemas en el estómago, por lo que estuvo por más de 40 años tomando muchos medicamentos diferentes al mismo tiempo casi todos los días”, narró Rodrigo, y añadió que tantos fármacos también le provocaron perjuicios digestivos y “hasta mentales”.

Pablo era el cimiento de su familia. Las festividades en diciembre y en enero eran una tradición en la que todos los tíos, primos y sobrinos llegaban desde distintas ciudades del país para visitar al hombre. No obstante, esas celebraciones dejaron de ser igual de grandilocuentes y pasaron a ser más tranquilas luego de que él quedara postrado en cama.

“La debacle de mi papá comenzó en mayo del 2004, cuando sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) y casi muere. Estuvo hospitalizado un par de meses y aunque las secuelas no fueron tan graves como pudieron haber sido, mi papá no pudo volver a caminar bien, necesitó de bastón y requería de ayuda para levantarse de las sillas y de su cama”, relató Rodrigo.

Luego de ese ACV, Pablo decayó mucho anímicamente y, al mismo tiempo, se hicieron constantes sus deterioros de salud, precisó el medio colombiano.

Sus hijos, incapaces de hacerse a la idea de quedarse sin su papá, como ya se habían quedado sin su madre en 1997, realizaban todas las estrategias económicas para brindarle todos los tratamientos requeridos a Pablo.

Rodrigo cuenta que él y sus hermanos indagaron la opción de la eutanasia con el apoyo del médico de cabecera de Pablo, pero se encontraron con un proceso muy complicado que tomaba mucho tiempo, tiempo que su papá no estaba dispuesto a esperar.

“En ese entonces, como él no tenía una enfermedad terminal ni sufría por una patología específica, todo quedaba como si fueran solo achaques de la vejez, e iba a ser difícil que autorizaran la eutanasia”, declaró. Por eso, entre todos los hijos de Pablo, luego de varios debates, tomaron una decisión.

En agosto de 2013, Rodrigo se enfrentó al momento más complicado de su vida. No había atravesado hasta ese entonces algo que se le equiparara a lo que estaba a punto de realizar: inyectar una sobredosis de un calmante a su padre para su descanso.

¿Por qué es tan difícil conseguir la eutanasia en Colombia?

Este año, casos de eutanasias no aprobadas han acaparado los titulares de los medios más importantes del país sudamericano.

Víctor Escobar y Martha Sepúlveda han sido los dos casos más llamativos. Al primero se la programaron para el 7 de enero de 2022, después de múltiples negativas, y a la segunda, cuando ya estaba a punto de recibirla, se la negaron. Ambos viven dolores agobiantes y buscan descansar y dejar descansar a sus seres queridos.

Camila Jaramillo, abogada de Sepúlveda e investigadora de DescLab, expresó que lo que pasa con las solicitudes de eutanasias en Colombia es que se dan en un ambiente en donde no hay suficiente información y en el que el sistema de salud no tiene rutas y su talento humano no conoce todos los derechos de los pacientes.

“Sucede que un paciente hace la solicitud y generalmente las instituciones prestadoras de servicios de salud no saben cómo reaccionar porque no conocen los trámites; entonces, ahí es cuando vienen las demoras en las respuestas. Luego, cuando dan la respuesta y es negativa, no explican por qué es negativa. Además, los comités científicos interdisciplinarios para morir dignamente no son convocados por las IPS. En conclusión, hay un fallo en el sistema que crea barreras para que los pacientes accedan al derecho a morir dignamente”, indicó Jaramillo.

En Colombia, la eutanasia está despenalizada desde 1997, pero de eliminar un delito a constituir un derecho hay largo recorrido para avanzar.

En el caso de Pablo, su eutanasia fue en el 2013, cuando ya no había delito siempre y cuando el procedimiento fuese realizado por un profesional sanitario, condicionante que no se dio.

Sin embargo, la abogada Jaramillo aclaró que esta no sería una razón para condenar a Rodrigo. “Realmente, esta es una muestra del problema que hay en el sistema de salud para atender oportunamente estas solicitudes y las trabas y problemas que le ponen a la gente que está sufriendo mucho y que, con esto, sufren más”, manifestó.

Por su parte, Francisco Bernate, abogado penalista, sostuvo que el caso de Rodrigo, como él explicó que sucedieron los hechos, sí corresponde a un delito, catalogado como homicidio por piedad, pues la eutanasia solo estaba despenalizada para personal de salud. Por este delito, Rodrigo podría afrontar una condena de entre 16 y 54 meses de cárcel.

Como ocurre con casos como el aborto, las cifras oficiales de eutanasias no son exactas con la realidad, pues —según los datos de DescLab— hay procedimientos de este tipo que son llevados a cabo por médicos privados, que cobran entre 3 y 7 millones de pesos (750 y 1.700 dólares). Muchas de estos procesos no quedan registrados en el sistema de salud de Colombia.