Cuando muere un terrorista, ¿qué pasa con su cadáver?
Osama bin Laden, líder de Al Qaeda; Abu Bakr al-Baghdadi, de ISIS; y Abimael Guzmán, de Sendero Luminoso, generaron una pregunta en común: ¿cómo evitar que se cree un santuario en su tumba?
La reciente muerte y disputa por el cuerpo de Abimael Guzmán, excabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso, ha dado pie a una controversia que se dejó de lado durante los últimos años. ¿Qué sucede con el cadáver de un terrorista tan desalmado a lo largo de la historia cuando su alma abandona la vida terrenal?
Sea convertido en cenizas o arrojado al mar, los líderes de estas organizaciones no gozan de la sagrada sepultura que un ciudadano de a pie podría. Solo existe un objetivo en la mira de las autoridades al enterarse de su muerte o abatimiento: evitar la creación de un lugar de adoración para fanáticos de los líderes extremistas que, en su momento, aterrorizaron a miles.
Osama bin Laden, líder de Al Qaeda
Foto: AFP
En mayo de 2011, el líder de la agrupación terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, fue asesinado por un equipo de las fuerzas estadounidenses en su escondite de lujo en Pakistán durante el Gobierno de Barack Obama.
Un pequeño equipo atacó el complejo ubicado en el valle de Abbottabad, lugar que Bin Laden había tomado como refugio desde al menos el verano anterior. Se desató un tiroteo que dejó como saldo el cuerpo sin vida del terrorista de 54 años. Inmediatamente, el grupo estadounidense tomó posesión de los restos sin dejar la posibilidad a que alguien los reclamase.
“La causa de asegurar nuestro país no está completa, pero esta noche se nos recuerda una vez más que Estados Unidos puede hacer lo que sea que nos propongamos. Esa es la historia de nuestra historia”, señaló Obama.
Un funcionario afirmó que el cadáver del líder de Al Qaeda fue transportado rápidamente fuera de Pakistán y enterrado en el mar. Aunque no mencionó a qué cuerpo de agua fue trasladado, confirmó que se realizó un entierro “de acuerdo con la tradición islámica”, es decir, lavado y envuelto previamente y dentro de las 24 horas posteriores al deceso.
La decisión respecto al entierro fue tomada por un asunto de seguridad nacional, ya que no se podía permitir la creación de una tumba accesible que, posteriormente, pudiera convertirse en un santuario para los seguidores del fallecido.
Abu Bakr al-Baghdadi, fundador del Estado Islámico o ISIS
Foto: AFP
En octubre del 2019, durante el Gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump, las fuerzas de operaciones especiales atacaron a Abu Bakr al-Baghdadi por medio de una incursión nocturna en Siria. Las tropas lo arrinconaron junto a tres menores que había tomado como rehenes para asegurar su bienestar. Sin embargo, al darse cuenta de que no tenía escapatoria, detonó una bomba suicida en un túnel sin salida. La explosión ocasionó su muerte y la de los tres pequeños que mantenía a su costado.
“Era un hombre enfermo y depravado. Y ahora se ha ido. Baghdadi era vicioso y violento. Y murió de una manera viciosa y violenta, como un cobarde, corriendo y llorando”, afirmó Trump al enterarse del deceso.
Aunque se consideró proceder de acuerdo a las costumbres islámicas —según el Islam, las personas suelen ser enterradas en el suelo, sin ataúd y antes del siguiente periodo diario de oración—, EE. UU. decidió optar por otro tipo de sepultura, ya que la tumba se podría convertir en un santuario del terrorista.
Los restos del líder y fundador de ISIS fueron arrojados al mar por decisión del Gobierno de Estados Unidos. El procedimiento fue similar al realizado años atrás con el cadáver de Osama bin Laden.
Abimael Guzmán, cabecilla de Sendero Luminoso
Abimael Guzmán falleció el último 11 de setiembre. Foto: Andina
A diferencia de Bin Laden y Al-Baghdadi, Abimael Guzmán ya se encontraba preso cuando falleció. En las inmediaciones del penal de la Base Naval del Callao (Perú), donde cumplía condena desde hace 29 años por delitos de terrorismo, el exlíder del grupo terrorista Sendero Luminoso murió a los 86 años debido a una neumonía bilateral. Su esposa, Elena Iparraguirre, también sentenciada por actos terroristas, intentó reclamar el cuerpo del difunto; sin embargo, la solicitud fue negada.
Los días posteriores resultaron en una constante incertidumbre al no esclarecer cuál sería el paradero del cadáver, por lo cual permaneció bajo custodia del Ministerio Público en la morgue del Callao.
A principio de la semana, Aníbal Torres, actual ministro de Justicia, solicitó a la Fiscalía que los restos del conocido ‘Camarada Gonzalo’ fueran cremados, pese a que ya se le había informado que la disposición de la Ley General de Salud y el Código Procesal señala que los restos deben ser entregados a los familiares directos.
Frente a ello, el Congreso presentó la modificación de la ley para que se pudiera disponer la incineración del sentenciado por terrorismo así como de los próximos dirigentes o miembros de la cúpula terrorista que fallezcan. Algunos legisladores manifestaron que esto no sería aplicable, ya que las leyes no tienen carácter retroactivo; sin embargo, quienes promovieron la ley afirmaron que sí se podría aplicar, ya que el cuerpo todavía permanece en la morgue.
En la mañana del viernes 17 de setiembre, Pedro Castillo, presidente de la República, promulgó la norma que permite la incineración de sentenciados por terrorismo que fallezcan.
“En el caso del cadáver de un interno que venía cumpliendo condena con sentencia firme por los delitos de traición a la patria o de terrorismo, en su condición de líder, cabecilla o integrante de la cúpula de organizaciones terroristas, cuya entrega, traslado, sepelio o inhumación ponga en riesgo la seguridad nacional o el orden interno, el fiscal competente, en decisión motivada e inimpugnable, dispone su cremación, previa necropsia”, dicta el documento.
La norma ya fue publicada en el diario oficial El Peruano mediante una edición extraordinaria. Ahora solo queda esperar el próximo paso para conocer el destino de los restos del genocida más grande del Perú.