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Incendio en Amazonas: selva peruana arde en silencio cada año

Narcotráfico, plantaciones de cacao y minería ilegal arrasan grandes extensiones de bosques. Casi 600 incendios forestales fueron contabilizados en Perú entre 2012 y 2016.

Trabajador mira un incendio al norte del estado de Mato Grosso, al sur de la cuenca del Amazonas en Brasil.
Trabajador mira un incendio al norte del estado de Mato Grosso, al sur de la cuenca del Amazonas en Brasil.

Perú, el segundo país después de Brasil que más territorio posee en la Amazonía, está de momento a salvo de los grandes incendios que consumen la selva de sus países vecinos pero sus bosques también arden cada año y lo hacen en silencio por miles de pequeños fuegos causados por campesinos.

Grandes pérdidas

Con unos 68,5 millones de hectáreas, la selva ocupa casi el 54 % del territorio de Perú, desde la vertiente oriental de los Andes hasta sus fronteras con Ecuador, Colombia, Brasil y Bolivia, parte de los ocho países de Suramérica que integran la cuenca amazónica.

Sin embargo, desde 2001 la Amazonía peruana ha perdido más de 2,1 millones de hectáreas, una superficie ligeramente superior a la extensión de El Salvador.

Todo ello producto de una voraz deforestación que ha esquilmado su selva en un promedio de 123.500 hectáreas cada año, según los datos del último reporte de deforestación, referente a 2017.

En ese año la deforestación de la Amazonía peruana alcanzó casi las 156.000 hectáreas, pero solo el 3 % provino de áreas deforestadas mayores a 50 hectáreas.

Incidencia de la agricultura migratoria

El 78 % de esa extensión (121.612 hectáreas) se perdió en pequeños mordiscos que no superaban las 5 hectáreas, causados por la agricultura migratoria, practicada todos los años por miles de pequeños agricultores que talan, incendian, cultivan y luego abandonan terrenos selváticos.

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Aunque está prohibida, lo hacen para tener nuevos espacios agrícolas, pero, al quemar el bosque, el suelo se empobrece y sus cosechas son efímeras, lo que les lleva a repetir el mismo proceso en nuevas áreas.

Esto contrasta con el caso brasileño, donde los responsables agrícolas de la deforestación son principalmente los grandes ganaderos y cultivadores de soja.

Muchas veces esas quemas se van de control y causan incendios de proporciones descomunales, que en Perú tienen su último precedente en 2016 con un enorme fuego que arrasó más de 5.100 hectáreas en la provincia de Satipo, ubicada en la selva central, de las que 3.600 eran bosques.

Época trágica

De hecho, 2016 fue un año trágico para Perú en incendios, pues estos arrasaron en total casi 62.000 hectáreas, lo que equivale a cerca del doble de la superficie de Malta, sin que nadie diera entonces la voz de alarma como en estos días sucede con los incendios que esquilman la Amazonía brasileña.

“Cuando eso acontece en el pulmón del planeta, por supuesto que es absolutamente evidente que para el mundo deba ser una prioridad”, afirmó a Efe Luis Alberto Gonzales-Zúñiga, director del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), máximo responsable en el país para la preservación de los bosques y el medioambiente.

Casi 600 incendios forestales fueron contabilizados en Perú entre 2012 y 2016 y en total calcinaron más de 94.000 hectáreas de bosques, según el “Plan de prevención y reducción de riesgos de incendios forestales 2019-2022”.

Otros elementos nocivos

A los incendios provocados por la agricultura migratoria se le unen otros factores delictivos que también arrasan con la selva peruana como las grandes plantaciones extensivas de productos como el cacao o la palma aceitera, los cultivos ilegales de hoja de coca, la minería ilegal y la tala ilegal.

En cultivos extensivos, es emblemático el caso de Tamshiyacu, una gran plantación de cacao donde una compañía del empresario estadounidense de origen checo Dennis Melka taló ilegalmente unas 13.000 hectáreas de selva, según la reciente sentencia del caso.

Las plantaciones ilícitas de hoja de coca alcanzaron en 2017 las 49.900 hectáreas, un 14 % más que el año anterior, en lugares donde muchas veces se tala la selva para que arraigue el narcotráfico.

La minería ilegal se ceba con la región de Madre de Dios, fronteriza con Brasil y Bolivia, donde está La Pampa, el mayor campamento de mineros ilegales de América, en el que se han levantado más de 8.000 hectáreas de bosques e incluso desviado ríos en busca de oro.

Actualmente las fuerzas armadas han entrado al lugar para desmantelarlo, pues Perú se comprometió en el Acuerdo de París sobre el cambio climático a reducir para 2030 un 30 % su emisión de gases de efecto invernadero, y su principal estrategia para ello es la conservación de bosques.