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Espectáculos

Mario Vargas Llosa, un par de vueltas por la ciudad

Escritor en escena. El nobel peruano apareció repentinamente en el Centro Histórico de Lima junto a su hijo Álvaro, con quien está grabando un documental sobre su vida.

Por Pedro Escribano

Pasito a paso, Mario Vargas Llosa recorrió en horas de la mañana el Centro Histórico de Lima. En la Plaza de Armas, tras él, un mar de fans lo seguían, no para que les firme autógrafos en libros, pues su aparición fue repentina, sorpresiva, que nadie tuvo sobre aviso para tener un libro entre manos. Corrían tras él, solo para mirarlo de cerca, y otros, a manera de danza urbana, se adelantaban un poco para que la imagen del escritor encuadre bien en el selfie para el recuerdo.

El autor de La fiesta del Chivo recorría el Centro de Lima acompañado de su hijo Álvaro Vargas Llosa, con quien, desde hace meses, en distintas ciudades, viene rodando un documental sobre la vida del nobel peruano. La producción está a cargo de la TV Azteca. El proyecto ha incluido grabar al novelista peruano en París, Londres, Barcelona y Madrid. También México, Nueva York, Princeton, Arequipa y Lima.

La mano del azar

Nuestro fotógrafo John Reyes distinguió en la bocacalle del Jr. Callao que un señor descendió de una camioneta blanca, con lunas polarizadas. Tenía cabello cano, bien peinado. Vestía un saco, suéter y pantalón plomo. Pasaron breves segundos y al fin pudo reconocerlo. Sin más, alzó su cámara y empezó a disparar.

El escritor, que pasaba inadvertido, de pronto se vio rodeado de personas que fueron creciendo hasta hacerse de un gentío. El nobel, en algunos casos, hacía un alto para recibir el saludo de sus admiradores, incluso para posar con algunos de ellos.

Después de ingresar a la pileta, siempre dialogando con su hijo Álvaro, regresaron a la camioneta blanca para desaparecer a toda velocidad.

El otro destino de su parada, según la cuenta de Facebook de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fue la antigua casona de dicha casa de estudios, en el Parque Universitario. Allí fue recibido por el rector Orestes Cachay y otras autoridades de la Decana de América.

Como se lee en el Facebook de San Marcos, el autor de Conversación en La Catedral recordó, entre otros, a dos profesores sanmarquinos: al historiador Raúl Porras Barrenechea y al escritor Carlos Eduardo Zavaleta.

Casa nuestra

Mario Vargas Llosa mantiene lazos imborrables con la Universidad de San Marcos, donde estudió Letras en los años 50. A través de esta institución, pudo conocer lo que es el Perú, un país diverso y fragmentado. Allí también se bautizó en activismo político, cuando formó parte de la célula “Cahuide” del Partido Comunista.

“Tenía diecisiete años cuando entré a San Marcos a seguir las carreras de Letras y Derecho, la primera por vocación y la segunda por resignadas razones alimenticias. Mi ingreso a esta Universidad fue una manifestación de rebeldía. Mi familia hubiera preferido que estudiara en la Católica, donde iban los jóvenes de ‘buena familia’, donde se trenzaban relaciones provechosas para el futuro, y donde los estudiantes estudiaban, en vez de hacer huelgas y política”, dijo en su discurso cuando San Marcos le confirió el título de honoris causa, en el 2001.

“Nunca me he arrepentido –agregó– de aquella decisión de ingresar a San Marcos, atraído por esa aureola de institución laica, inconformista y crítica que la rodeaba, y que a mí me seducía tanto como la perspectiva de seguir los cursos de algunas célebres figuras que en ella profesaban”.

Y esos profesores, como hemos señalado, eran Porras Barrenechea y Carlos Zavaleta.

“La influencia que el curso de Porras tuvo sobre mí fue tan grande que durante esos primeros meses en la universidad llegué a muchas veces a preguntarme si debía seguir Historia en vez de Literatura”, confiesa en el libro El pez en el agua.

En la misma obra, recuerda que Zavaleta le enseñó a leer las novelas de Faulkner y Joyce con lápiz en mano.

El dato

- Al sur. Vargas Llosa viajará a Arequipa en los próximos días para filmar documental. Lo acompañará Luis García Montero, director del Instituto Cervantes.