
El país de los NINIs: más de 1,5 millones de jóvenes fuera del estudio y del trabajo
Aunque las cifras oficiales dicen que la situación ha mejorado, una nueva forma de medir reduce artificialmente la cantidad de jóvenes excluidos. Si se usara el método anterior, uno de cada cinco sería nini.
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“No estudian ni trabajan”. Así, de manera breve, suele describirse a los NINIs, un grupo de jóvenes entre 15 y 29 años que ha quedado fuera del sistema educativo y del mercado laboral. Pero detrás de esa frase hay realidades mucho más complejas, miles de historias de frustración, desigualdad y un país que, por inacción o diseño, sigue desperdiciando a su mayor activo: su juventud.
Un cambio de regla que maquilla la realidad
A nivel internacional, la definición de nini incluye a quienes están desempleados, incluso si están activamente buscando empleo. Sin embargo, desde 2024 el Perú decidió cambiar la metodología y dejar de considerar como ninis a los jóvenes que buscan trabajo. Esta pequeña variación estadística tiene un gran impacto: reduce artificialmente la cifra oficial.
“El cambio ha sacado del conteo a quienes están buscando empleo activamente", advierte Gabriela Espinar, economista de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), en entrevista con La República. “De hecho, en países como México, Chile o Colombia, esos jóvenes sí son considerados NINIs, justamente porque la frustración de buscar trabajo sin éxito también forma parte del fenómeno”, refiere.
“En realidad, hay dos conceptos complementarios”, señala Fernando Cuadros, exviceministro de Empleo. “Están los NINIs, que no estudian ni trabajan, pero también los ‘triple NINIs’, que no estudian, no trabajan y ni siquiera buscan trabajo. Este último grupo, en 2024, representa alrededor de un millón y medio de jóvenes”.
“Esa inactividad muchas veces no es voluntaria. Lo que ocurre es que, ante la falta de oportunidades reales, muchos se cansan de buscar trabajo. Es un fenómeno que algunos llaman ‘desempleo oculto’. Si comparamos con 2019, antes de la pandemia, la cantidad de personas en inactividad laboral ha crecido en 18%”, advierte.
Según el estándar actual, el porcentaje de ninis parece haberse estabilizado. Pero si se aplicara la definición anterior, la tasa real en 2024 alcanzaría el 20,9%, el nivel más alto desde la pandemia. Y la tendencia es preocupante: entre 2013 y 2023, el número de jóvenes en esta situación aumentó en 250.000, hasta superar el millón y medio.
El fenómeno golpea con más fuerza a las mujeres. Dos de cada tres jóvenes ninis son mujeres, y una de cada tres ya es madre. La brecha de género es brutal: el 20% de ellas no busca empleo porque está a cargo de las tareas del hogar, frente a apenas el 2% de los hombres. Esta desigualdad revela no solo un tema de justicia, sino también de economía: el país pierde talento y potencial humano clave.
Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2024, actualizada luego de 14 años, las mujeres dedican 36 horas semanales al trabajo doméstico no remunerado, frente a solo 16 horas en el caso de los hombres.
"En 14 años, las mujeres solo han logrado reducir tres horas de trabajo no remunerado. Las normas sociales que les asignan el rol principal de cuidadoras siguen vigentes, y los roles de género permanecen prácticamente intactos”, señaló Espinar.
NINIs: ¿qué los empuja fuera del sistema?
Los caminos que conducen al limbo del “ni estudio ni trabajo” son múltiples, pero hay causas estructurales evidentes.
Una de ellas es la deserción escolar. Quienes abandonan el colegio enfrentan enormes barreras para acceder a empleos formales o continuar estudios superiores. Y esas dificultades no desaparecen con el tiempo: marcan trayectorias laborales precarias de por vida.
En el caso de las mujeres, esta deserción muchas veces está ligada a la maternidad temprana. El embarazo adolescente sigue siendo un factor de riesgo muy asociado al estatus de nini, sobre todo cuando se combina con pobreza y escaso acceso a servicios de salud o educación sexual.
Pero incluso quienes logran terminar una carrera se topan con un muro: la desconexión entre lo que estudian y lo que demanda el mercado. Siete de cada diez jóvenes elige carreras con baja demanda laboral. Resultado: títulos en mano, pero sin trabajo.
“Muchos ninis no son jóvenes sin educación, al contrario. Algunos tienen títulos, pero no encuentran empleo porque estudiaron algo que no les da acceso a un mercado laboral dinámico”, explica Espinar. “La universidad ya no garantiza ingresos altos o empleo seguro. Por eso es vital alinear la oferta educativa con la demanda del mercado”.
En ese sentido, la informalidad es el único camino para muchos. Según la OIT, el 85,6% de los jóvenes que trabaja lo hace en la informalidad, sin seguro, sin gratificaciones, sin estabilidad. Esta tasa es 20 puntos mayor a la de los adultos.
“La informalidad no es una elección, es una imposición del sistema”, señala Cuadros. “El joven busca primero estudiar, luego empleo formal. Si no lo consigue, opta por uno informal. Y si ni siquiera encuentra eso, se autoemplea. Si fracasa en eso también, termina excluido del mercado laboral por completo”.
“Son los más precarios entre los precarios. Muchos varones en esta situación caen en redes delictivas, desde el pandillaje hasta el sicariato. En cambio, las mujeres, aunque invisibilizadas, están ocupadas en el hogar, en tareas de cuidado no remuneradas, pero igualmente productivas para la sociedad”, remarca.
Muchos terminan desmotivados para buscar empleo, especialmente cuando son discriminados por su edad, por no tener experiencia o por venir de ciertas zonas del país. La tasa de desempleo juvenil alcanza el 11,6%, la más alta entre todos los grupos etarios.
Perú pierde hasta 5% del PBI por no incluir a los NINIs
La existencia de más de 1,5 millones de ninis no solo representa un drama individual o familiar. Tiene efectos directos sobre la economía nacional. La dependencia económica aumenta, se pierde capital humano, cae la productividad y se frena el crecimiento.
Un estudio del Banco Mundial del 2022 estimó que si se incorporara a los ninis al empleo formal, el PBI del país podría aumentar hasta en 5%.
“Ese porcentaje representa más de S/20.000 millones que el país deja de producir, y es una estimación bastante realista”, afirma Espinar. “Pero todo depende del tipo de empleo al que logren insertarse los jóvenes. Por eso es clave apostar por oficios técnicos y sectores con demanda real. No basta con capacitar: es fundamental orientar bien esa formación”, apuntó.
Cuadros coincide: “Una fuerza laboral más calificada implica mayor productividad y, por tanto, mayor crecimiento económico. Si los jóvenes tuvieran acceso a educación y formación para el trabajo, los emprendimientos crecerían, los empleos mejorarían y el país tendría un mayor PBI potencial”.
Pero más allá de los números, el costo social es altísimo: más pobreza, más exclusión, más frustración. Según una encuesta del IEP, el 62% de jóvenes entre 18 y 24 años planea emigrar en los próximos tres años.
¿Y qué se puede hacer?
Las soluciones existen, pero requieren decisión política y articulación. Aquí algunas medidas urgentes:
- Mejorar el acceso a la educación, con programas flexibles como educación a distancia, técnica o continua. Se necesita una política clara para prevenir la deserción escolar y programas de becas al mérito que permitan retener a los jóvenes de escasos recursos.
- Fomentar el empleo juvenil, con programas de pasantías, mentorías, prácticas preprofesionales y conexión directa con empresas. Sectores como electricidad, construcción, ventas u oficios técnicos pueden ofrecer oportunidades reales de inserción.
- Atender la dimensión de género, con programas de prevención del embarazo adolescente y ampliación de servicios de cuidado infantil, para que las mujeres puedan estudiar o trabajar.
- Impulsar la inversión privada, como motor para crear empleo formal y reducir el subempleo. Esto incluye también apoyar emprendimientos juveniles.
Mientras las cifras maquilladas tranquilizan al papel, la realidad sigue siendo cruda: más de un millón y medio de jóvenes viven en el limbo del “ni estudio ni trabajo”, sin oportunidades ni rumbo. Y un país que se da el lujo de perder a toda una generación, también se pierde a sí mismo.