Trabajo digno e incansable: los rostros detrás de la reactivación de Ayacucho
Identidad. Faustino, Vidal, Edilberto, Leonor, Édgar, Donato y Arturo dedican su vida a diversas actividades económicas, pero comparten un solo sentir: el de prosperar ante los embates del coronavirus. La República pudo conocer de cerca estas historias que anidan grandes talentos.
Ayacucho nos recibe con una algarabía genuina. El cielo de Huamanga se despeja y aflora una vasta sábana celeste con pompas grises en sus extramuros. Clara señal de que la lluvia y los truenos van a tardar en darnos el alcance tras nuestro arribo. Es mi primera visita a la tierra de los retablos y la puca picante. Son las primeras horas del 8 de diciembre y la veo tan vital como cualquier otra urbe en el interminable proceso de reactivación en tiempos de pandemia.
Golpe al turismo en cifras
Durante el 2020, según cifras oficiales, la actividad productiva de Ayacucho se contrajo -12,8%, por los resultados negativos de los sectores minería e hidrocarburos (-34,8%), transporte y almacenamiento (24,6%), comercio (-16,4%) y construcción (14,7%).
En cuanto al flujo de viajeros, en el turismo interno se observó una variación negativa de 2.367.924 turistas en 2019 a 855.708 durante 2020.
Asimismo, el arribo de extranjeros a establecimientos de hospedaje pasó de 11.030 turistas a 4.454 en 2020, lo que significó un desplome del 59,6%, según Mincetur. En lo que va de este año, la data más actualizada -a junio- precisa que apenas arribaron 757 huéspedes extranjeros a Ayacucho.
Juan Carlos Huamán, nuestro guía en el recorrido, nos recuerda que mucho antes de los embates del coronavirus Ayacucho recorrió un trayecto para ubicarse como un destino turístico solicitado, ya que anduvo varios años a la sombra del terrorismo.
Gradualmente se ha ido atrayendo a más viajeros, aunque frenar los estigmas en torno al ideario de sus paisanos tarda en cicatrizar. Además, cuenta que para reavivar el turismo se requirió acabar también con los malos elementos en el poder que preferían alimentar sus bolsillos en vez de trabajar por redimir el verdadero sentir ayacuchano: el de la resistencia y libertad.
Pregonar el empoderamiento
Producto de la herencia cultural de sus padres, Faustino Flores tomó las riendas de Hilos y Colores desde hace un par de décadas para llevar los tejidos ayacuchanos a todo el mundo.
Ubicado en el barrio Covadonga de Huamanga, Hilos y Colores -capitaneado también por Mercedes Yauri, esposa de Faustino- trabaja en sociedad con un promedio de 32 comunidades, llevando trabajo hasta para 800 madres de familia, quienes se encargan de los bordados artesanales para las chalinas, correas, bolsos, ponchos, chullos y demás prendas requeridas -elaboradas con algodón y lana de alpacas y ovejas- por empresas del mercado europeo y estadounidense.
“Conocemos toda la cadena productiva porque aquí le damos color al hilo. Le hacemos el diseño, el acabado y el control de calidad. De aquí sale listo para exportar”, comenta Flores para este diario.
Con la llegada de la pandemia, reconocen que han tenido la suerte de anclar exitosamente en el mercado virtual, lo cual permitió que no se contraiga su producción ni se deje de generar empleo, al punto que el 80% de lo que se elabora en ese domicilio va para la exportación.
“Las comunidades han seguido trabajando porque nuestros clientes se han ido renovando. Trabajamos, especialmente con las madres campesinas bajo un enfoque de inclusión, empoderamiento y liderazgo”, añade.
Incluso, durante la pandemia adaptó el primer piso de su recinto para convertirlo en un comedor popular, gracias al apoyo de la Municipalidad Provincial de Huamanga. Allí, Faustino cuenta con orgullo que se ofrecen platos desde S/ 3, para que la economía de la población en general, y especialmente de las personas que vienen desde las comunidades y trabajan en planta, no se vea afectada.
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Arte. Alrededor de 800 madres de familia se dedican a los bordados artesanales en Huamanga. Foto: Marco Cotrina/ La República
Siempre chamba
No es un día cualquiera en Quina. Se conmemoran 197 años de la batalla de Ayacucho, y el feriado local no suele pasar inadvertido. Bajo el estruendo de la soleada tarde festiva, don Vidal Contreras se toma el tiempo de compartir su historia de éxito mientras los presentes comienzan a dejarse llevar por el ritmo de los huaynos.
Contreras trabaja con la artesanía desde hace 38 años. Pese a que hace mucho tiempo sufrió un accidente que le dejó paralizada la mitad de su cuerpo, nunca desistió de ganarse el pan elaborando cerámicas -de diversas escalas- sobre las tradiciones y monumentos de su terruño.
“Antes, sobre todo en estas fechas, había bastante demanda. Ahora poquito a poquito está subiendo. Alcanza aunque sea para comer”, relata, mientras apoya en su brazo adormitado un par de recuerdos que envuelve con su flanco izquierdo.
Don Vidal cuenta que previo al COVID-19 dependían en lo absoluto de su tienda de artesanías, pero con la pausa de actividades comerciales propio del confinamiento, tuvo que buscar en la chacra un nuevo sustento para su hogar, específicamente, labrando maíz y papa.
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Aparte de los ahorros y las jornadas en la chacra, ha podido aún seguir en pie porque recibió recién este año uno de los bonos otorgados por el Gobierno.
“En esta vida todo es posible. No es que haya pensado no hacer nada al no mejorar. Se ha paralizado la mitad de mi cuerpo, pero aún estoy haciéndolo (en referencia a su labor como artesano)”, sentencia Contreras.
Resiliencia. A pesar de los obstáculos, Vidal Contreras sigue dedicándose a la artesanía. Foto: difusión
La ruta de la papa
La mañana del 10 de diciembre fue la más fría en mi breve estadía por Ayacucho, pero era una visita que iba a valer la pena. A poco más de 3.630 metros sobre el nivel del mar, se tiende la localidad de Condorccocha, en donde se gestó una alianza entre campesinos y cocineros de alta gama para llevar a la papa peruana a los paladares internacionales.
Edilberto Soto nos recibe con un festín de quesos, papas nativas, pan chapla y un caldo bien caliente para contrarrestar el soroche. Con el paso de los minutos la niebla se va disipando y las campiñas verdosas se contraponen hasta donde nos alcanza la vista.
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“No solo somos una cadena de valor, sino también una gran hermandad”, cuenta Soto, quien ha sido designado como guardián de la papa nativa en dicha zona.
A través de Tiyapuy, una marca de snacks libre de octógonos, Soto y hasta 150 pequeños agricultores buscan revalidar a la papa nativa.
En proyecciones de nuestro anfitrión, para 2022 se espera contar con 300 productores y para 2024 llegar hasta 1.500 para abastecer más a la planta de producción, ubicada en Chorrillos (Lima).
“Tiyapuy -traducido del quechua como “lo tiene todo”- va a revolucionar la vida de miles de agricultores ayacuchanos. Y, con el tiempo, esperamos llegar a otras regiones porque este es un emprendimiento desde el campo hasta los mercados internacionales”, comenta.
Soto enfatiza que, respecto al mercado local, Tiyapuy ha llegado a todos los supermercados y autoservicios, e incluso al 40% de bodegas capitalinas, para que aprendamos a valorar nuestra riqueza culinaria, dado que, de 5.000 especies de papa en el mundo, Perú posee 3.250 variedades. En la ruta de la papa encontramos 910 variedades, desde papas de carnes amarillas, a azules, blancas y rojas; así como decenas de mashuas, ocas y ollucos.
“Nos cuesta reencontrarnos con nuestras raíces, como pasó con la quinua hace 15 años”, cuestiona Edilberto, pero se muestra confiado en el impacto que pueda causar Tiyapuy, marca que ha recibido el respaldo de grandes chefs como Gastón Acurio.
Tiyapuy. Edilberto Soto, a través de su snack, busca revalidar la papa nativa. Foto: Marco Cotrina/ La República
Manos a la obra, siempre
Leonor Salvatierra es una longeva mujer con la que nos cruzamos al final del trayecto. Específicamente, en los alrededores del Bosque de Puyas de Raimondi de Manallasacc, a pocos minutos de Condorccocha.
La mujer en mención le pone un alto a su rutina de pastoreo, e incluso nos deja probar suerte en el lanzamiento de piedras con su honda para arrear al ganado.
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Salvatierra vive en el centro poblado de Sachabamba, y detalla que por cada cordero los comerciantes suelen pagarle entre S/ 200 a S/ 300. Reconoce que ahora se vio obligada a elevar el precio debido a la situación sanitaria, y junto a su esposo viven del dinero que sus hijos les envían desde la capital, así como de Pensión 65, además de trabajar en la chacra cuando la situación lo demanda.
La herencia de esculturas y retablos
Édgar Gálvez aprendió de su padre -Julio Gálvez, un eximio escultor ayacuchano reconocido en más de una ocasión por el Estado- el arte sobre piedra. Don Julio falleció en tiempos de pandemia y no tuvo la despedida que amerita un abanderado de la riqueza cultural, pero Édgar hizo de tripas corazón para mantener intacta la memoria de su mentor. A la fecha, busca sembrar el arte del tallado en piedra en los jóvenes talentos de Huamanga que quieran continuar con el legado de Don Julio.
Donato Ramos y su hijo Arturo, por su parte, llevan en sus manos la esencia del retablo, y han logrado posicionar sus creaciones en ferias y concursos locales e internacionales. Con su taller buscan compartir su talento a las nuevas generaciones para que no se pierda esta manifestación del sincretismo cultural en nuestro país.”
Herencia. Édgar Gálvez se ha propuesto inculcar el arte del tallado en piedra a los jóvenes. Foto: Marco Cotrina/ La República
La cifra
14 millones 369.718 turistas internos se desplazaron durante 2020. Un año antes, cifra fue de 48 millones 575.226 viajeros.