El día en que los Globetrotters calentaron Moscú en plena Guerra Fría
Hace 61 años, un grupo de basquetbolistas afroamericanos llegó a la Unión Soviética como extraños, y se fueron como ídolos.
En julio del 2008, este redactor tuvo la fortuna de ver en vivo a los Globetrotters de Harlem en el Coliseo Dibós. Lo de fortuna vienen por partida doble ya que siempre es una suerte ver las elaboradas jugadas de estos talentosos basquetbolistas y porque mi llegada al Coliseo Dibós se dio de pura casualidad, ya que originalmente me dirigía a un evento cancelado de lucha libre local.
Sea como fuere, el show de estos muchachos de más de 1.90 metros de altura fue mucho más de lo que esperé ver esa noche. Es cierto, no fue un partido para nada competitivo dada la naturaleza de su espectáculo, y nadie lo podía entender mejor que yo que estaba yendo precisamente a ver un 'deporte coreografeado'.
El interés que me causó por conocer más de este equipo, a quienes solo conocía por referencias de cultura general, me llevó a toparme con una larga historia de relatos que rompieron todos los esquemas de su tiempo. Aunque fue una anécdota la que resaltó por sobre las demás. Aquella que cuenta cómo un grupo de afroamericanos se adentró en la nublada Moscú para deleitar a un adusto público en plena Guerra Fría, como si de Rocky IV se tratara.
Rompiendo la cortina de hierro
Era 1959 y los Globetrotters de Harlem ya eran conocidos a nivel mundial. Abe Saperstein era el entrenador del equipo y el encargado de mantener vivo un legado nacido en 1926. Para mantener la relevancia del equipo ideó este viaje, una aventura por la que muchos lo llamaron loco.
Y había que estarlo un poco para que un equipo de basquetbol buscara conquistar la Unión Soviética de Nikita Kruschev. Le tomó 8 años, pero lo consiguió, ‘Los Trotamundos’ irían a Moscú.
Apenas pisaron tierra rusa, los jugadores notaron que la tarea de una gira exitosa iba a ser más que difícil. “La mayoría de la gente no había visto nunca a alguien negro y no entendían. Algunos nos frotaban a ver si la negritud se nos quitaba. Querían saber que si éramos de verdad”, comentó en una ocasión Meadowlark Lemon a la BBC.
Meadowlark Lemon.
En el primer partido llamaba la atención el silencio del público que contrastaba con las carcajadas y los vítores de la afición norteamericana. Pero no es que no les gustara el espectáculo, era simplemente que no sabían lo que estaban viendo.
Un partido de exhibición con movimientos impresionantes no era precisamente lo que habían ido a ver. Pero el show de los Globetrotters tiene ese factor que atrapa a espectadores de cualquier edad, simplemente no hay quien pueda escapar de las piruetas, los dribleos y las bromas de estos alegres personajes.
Una vez que los rusos se dieron cuenta que los Globetrotters estaban ahí para hacerlos disfrutar, las tensiones desaparecieron y la gira fue un éxito. Nueve fechas con lleno total. Partidos en los que cientos de nuevos hinchas podían ver cómo un grupo de deportistas podían desafiar la autoridad de lo convencional, seguramente como muchos de ellos soñaba hacer en su propia vida real.
La sensación del Kremlin
La depresión que les causó ver ese cielo gris tan lejano de su familiar Harlem, desapareció rápidamente a punta de gulasch y vodka, incluso se cuenta que en un bar Wilt Chamberlain derrotó con facilidad a un grupo de locales que lo desafió a un reto de bebida. Sus 2.16 metros pudieron absorber más alcohol que todos sus contendientes y se retiró triunfante de esa cancha también.
La atención que concitaban en las calles de Moscú ya no era por su apariencia, ya se habían convertido en estrellas y se tenían que detener constantemente para estrechar manos y firmar autógrafos. Incluso llegaron a conocer a Kruschev.
“Nuestros presidentes nos llamaban ‘embajadores de buena voluntad’, pues nosotros podíamos ir a lugares a los que ellos no podían ir. Podíamos entretener a gente a la que ellos no podían alcanzar. Fuimos el primer equipo profesional estadounidense que fue a Rusia. Fuimos a hacer historia, y yo creo que la hicimos”, recuerda Meadowlark sobre uno de los hechos que demuestra que el deporte es lo más eficaz para unir a los pueblos.
The Harlem Globetrotters.