Un clásico navideño de Bruce Willis: “Duro de matar”
Todos los sacrificios que realiza John McClane parten del amor que siente por su esposa Holly Gennaro. Esta es una película de divertimento que no subestima al espectador. Aquí algunas razones.
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Una de las películas que se ve mucho en los días navideños es Duro de matar. Esta película se ha convertido, a la fecha, no solo en un clásico de las películas de acción, sino igualmente en una de las más representativas del actor Bruce Willis.
Desde su estreno en febrero de 1988, este proyecto dirigido por John Mc Tiernan solo ha conocido el crecimiento de su audiencia. Por cierto, a John Mc Tiernan, de 74 años, le debemos no pocos títulos de acción, como La caza del Octubre Rojo (1990), Duro de matar 3 (1995), El caso Thomas Crown (1999) y Basic (2003).
La llegada de Duro de matar a la gran pantalla no parte de la creación de una película de divertimento. No nació de esa manera, como podría suponerse. Está inspirada en una novela de Roderick Thorp, llamada Nada dura para siempre de 1979. Thorp pertenece a la tradición de la literatura policial norteamericana. Siempre se le consideró un buen escritor y con público (este género tiene millones de seguidores en Estados Unidos), pero nunca recibió un reconocimiento literario oficial. El verdadero reconocimiento a su labor creativa lo recibió del cine, porque sus novelas inspiraron o sirvieron de base para películas que, gracias a los espectadores, han arribado a la posteridad. Duro de matar es la película más conocida, pero años atrás, otra novela suya, El detective (1966) sirvió de base para la homónima película de 1968 de Gordon Douglas, quien contó con la actuación en el rol protagónico de Frank Sinatra.
Nada dura para siempre es una novela con ritmo narrativo pausado y atmósfera gris, como exige la esencia (hoy no tan atendida) del registro policial, que nos presenta a un viejo detective, Joseph Leland, que recogerá a su hija del edificio donde trabaja para irse a celebrar juntos la Noche Buena. Pero algo pasa: un grupo de terroristas alemanes entra al edificio y secuestra a 74 rehenes, entre los que se encuentran su hija y sus nietos. Joseph Leland es también el protagonista de la novela El detective.
La película
Duro de matar es una película de entretenimiento que se trabajó sin subestimar al espectador. Exhibe una coherencia narrativa, un silente crisol cultural pop y un alcance épico de su protagonista, que, lejos de la indumentaria del héroe y la estética del malvado, se impone a sus enemigos descalzo, sucio y ensangrentado.
Más allá de la gesta de John McClane (Bruce Willis) y la simbología de la película, no renuncio a mi fijación con la tensión entre McClane y su esposa Holly Gennaro (Bonnie Bedelia). Entre ellos existe un quiebre emocional; algo no anda bien en el matrimonio. Ese problema no se debe a las diferencias económicas entre ellos (Holly gana más dinero que su esposo policía), sino a una debilidad relacionada con la falta de confianza en la mutua fidelidad. El problema del matrimonio no es otro que las constantes infidelidades de McClane, pero McClane ama profundamente a Holly. Tanto Duro de matar 1 como Duro de matar 2 de 1990 (dirigida por Renny Harlin) tienen un encendido común: la vida de Holly corre peligro.
Sobre la tensión de la pareja, podríamos tener más luces en ciertas secuencias de ambas películas. Consignemos la primera: cuando McClane llega al aeropuerto de Los Ángeles e intercambia miradas con una pasajera que le sonríe coquetamente mientras sacan su equipaje. La segunda: cuando la trabajadora del aeropuerto le dice que su horario termina en unas horas, a lo que McClane responde “solo el fax, solo el fax”.
Volviendo a la película, su vigencia obedece a que esta es ajena al efectismo de la pirotecnia (hay una historia que cierra bien en sus detalles, no hay factores que quedan en el aire, tal y como sucede con no pocas películas de acción). Su ritmo ralentizado (entre ráfagas y sangre, hay pausas, diálogos y reflexiones alejadas del lugar común) le permite al espectador tener una idea de la configuración de sus personajes, tanto de McClane, de Holly, del villano Hans Gruber (Alan Rickman) y del sargento Al Powell (Reginald VelJohnson). No estamos, pues, ante estereotipos; cada uno de ellos es un microcosmo emocional e intelectual en conflicto. Es decir, un imaginario humano que eleva a Duro de matar.
El manual dice que todas las historias deben partir de un hecho que no admite discusión ni negociación: los personajes sólidos. El principio es el mismo para los proyectos literarios y audiovisuales. Duro de matar es un gran ejemplo de ello.























