La sustancia: La agonía y el espejo de una estrella
La película que llevaría a los Óscar a Demi Moore muestra a la industria del cine y a los cánones de belleza a través del body horror. “Demi Moore estuvo dispuesta a asumir riesgos”, sostuvo la directora.
“Fuiste maravillosa”, dice un arreglo de rosas a modo de epitafio para Elizabeth Sparkle (Demi Moore), una ganadora del Óscar que pasó los últimos años de su carrera conduciendo un programa de ejercicios. Acaba de cumplir cincuenta años y no hay una cena de gala, pero sí un enorme departamento en Hollywood repleto de recuerdos y premios que contrasta con el rechazo que recibe en el canal de Harvey, un magnate que, quizá, toma el nombre inspirado en el “monstruo” de Salma Hayek y otras actrices, Harvey Weinstein.
Lo que sigue en La sustancia es buscar una suerte de antídoto y volver a ser joven para agradar a la industria que le busca reemplazo. Para ello, la cineasta francesa Coralie Fargeat apela al horror corporal (o body horror), un subgénero del cine de terror, pero que a la vez es el drama de una artista que siente que tiene fecha de caducidad. “Siempre fantaseamos con ser mejores porque todo a tu alrededor te hace sentir que no eres lo bastante buena o que hasta que no alcances la perfección, o lo que tú consideras perfección, siempre serás la peor versión de ti misma”, comentaba esta semana la directora a El País.
La película que fue ovacionada en el Festival de Cine de Cannes y se quedó con el premio de mejor guion —además, llevaría a Moore a los Óscar— empezó a desarrollarse hace ocho años, cuando la directora dejó los 30. “Pasando mis 40, comencé a sentirme muy impactada”, reconoció Fargeat en una entrevista con Vogue. “Hay algo muy malo aquí por el hecho de tener esos pensamientos tan violentos sobre cómo mi vida había terminado, porque ya no tenía 20 o 30. Decidí que quería confrontar eso y expresar la violencia de todos esos pensamientos y esos procesos que pueden ponerte en una especie de jaula de una forma muy poderosa”.
En la carrera de la cineasta también hay algo que aborda en La sustancia, que es la dificultad que significa ser mujer en la industria o, en su caso, una cineasta que busca financiamiento para sus proyectos. Entre su primer cortometraje y su primera película, Revenge (2017), pasaron 14 años. Sin embargo, con su segunda película logra posicionarse hacia los premios de la Academia y trae de regreso a una estrella de los 90. “Estuvo dispuesta a asumir riesgos de exponerse tanto, de desnudarse, confió en mí y creo que vio enseguida que podría crear algo fuerte como actriz”.
En la cinta hay referencias de otras películas como El resplandor, La mosca o del despertar de Gregorio Samsa en la obra La metamorfosis. Moore interpreta a una estrella de Hollywood que fue perdiendo “brillo” y se queda desempleada. Margaret Qualley es su “nuevo yo”, una mujer que solo sonríe mientras acepta los requerimientos que le plantean la televisión, los estándares de belleza, el sexismo al ritmo de ‘Pump It Up’. En La sustancia hay charcos de sangre porque Elizabeth Sparkle reconoce que se odia a sí misma y está convencida de que nunca volverá a ser lo suficientemente bella y, con ello, lo suficientemente capaz. La cineasta explicó al diario español que había la necesidad de mostrar esa violencia. “El terror es la mejor forma de hablar de ciertos temas, porque te permite ser excesiva, liberar tu locura”.
De hecho, hay más que un guiño sobre el universo de la cirugía plástica, la obsesión por ‘evitar’ el paso del tiempo y una lectura feminista, sin decirlo. La cineasta nos muestra a hombres despreocupados por su apariencia física e incluso de sus modales. Se les permite juzgar y ser ‘desagradables’ de cualquier forma. “Dennis Quaid interpreta la encarnación de esa violencia (Harvey). Es el símbolo de situaciones que aún vivimos y no quería cortarme porque esos comentarios son el espejo en que nos miramos”.
Fargeat ha hablado de la necesidad de tener más cine hecho por mujeres. Eligió a Moore porque representaba lo icónico, pero que a la vez fue una mujer cosificada. “Me encanta que estemos teniendo tanta repercusión y oportunidades de contar lo que llevamos dentro, pero hay que seguir rompiendo el muro y reconstruirlo colocando los ladrillos en otro orden”.