The long Halloween y el dilema de las adaptaciones: el cómic no necesita ser cine
Así como Watchmen o The Sandman, The long Halloween es una obra definitiva en su propio medio. Una adaptación supone una sustracción y un calco, solo un despropósito.
Estamos a puertas de octubre y no hay película de terror moderna que provoque mayor susto que ver la adaptación fallida de tu obra favorita. En este caso se trata de The long Halloween, el emblemático cómic de Batman convertido en dos películas animadas bajo una dirección poco inspirada y acartonada.
La historieta, creada por Jeph Loeb y Tim Sale, nos narra uno de los primeros años de Bruce Wayne como el Hombre Murciélago. A fin de salvar a Gotham y detener una ola de asesinatos, el justiciero se alía con James Gordon y Harvey Dent en una cruzada que incluso pondrá a prueba sus ideales.
Pocas veces hemos visto al protagonista en un relato que aproveche tan bien su faceta como ‘el mejor detective del mundo’. Aquí el conflicto mundano y espiritual se eleva por lo extraordinario, desplazando el circo, fanservice, tramas fantásticas y la castrante deshumanización del personaje.
Argumentalmente, la adaptación animada presenta —por defecto— una de las historias más novedosas del Hombre Murciélago en pantalla. Desde que salió la trilogía de Christopher Nolan, solo Hush, The killing joke, Son of Batman y Death in the family ofrecieron un interesante vistazo de su mundo, aunque sea más mérito del cómic, al igual que en este caso.
El material original es tan completo que no da oportunidad a la cinta de realizar una mejora sustancial más allá de la conflictiva relación entre Alberto Falcone y su hijo. De forma inevitable, la adaptación de The long Halloween se convierte en una sustracción de valores: estética, voz introspectiva, tiempo en escena, intensidad y Gotham como principal víctima, entre otros.
La animación destaca por las gruesas líneas que forman a los personaje. Foto: Warner Bros
Como si no fuera suficiente, la reescritura obligó a acortar y alterar tramos de la novela magníficamente orquestada. Aunque esto era necesario para condensar la obra en dos películas, se perjudicó la forma y estructura narrativa de una historia concebida para ser contada en el formato que solo el cómic puede ofrecer.
Al menos los lectores puristas pueden encontrar consuelo en que se preservó la esencia del tebeo, el discurso y que no fueron testigos de una desfiguración tan grotesca como la de Dos Caras. Sin embargo, dista de ser una experiencia redonda y permanece por debajo de otras entregas de Batman en DC Universe Animated Original Movies como The Dark Knight returns, Under the Red Hood o incluso Year 1.
El cómic y el cine son artes absolutos y autónomos
El largo Halloween, de las viñetas a la pantalla. Foto: composición / DC
El cómic y el cine emplean recursos visuales similares pero significativamente diferentes para el espectador. En el primero, somos los activos que controlamos el tiempo en escena y apreciamos la habilidad del narrador gráfico para plasmar sus secuencias estáticas sobre el lienzo. En el segundo, adoptamos una postura pasiva ante una exposición audiovisual de imágenes vivas que transcurren en un mismo espacio.
Mientras una obra sea más fiel a su propio lenguaje, más complicada será su adaptación a otro medio. Ejemplo de esto son The long Halloween, Watchmen y The Sandman; historietas definitivas que sirven como antítesis de los storyboards de Millarword que piden ser “adaptados” o calcados al celuloide.
En el mejor de los casos, los tres ejemplares pueden inspirar nuevas historias que aporten elementos o un nuevo ángulo. Christopher Nolan lo hizo con The Dark Knight y Damon Lindelof con Watchmen. Con suerte, Netflix realizará una versión propia de The Sandman que la libre de las inevitables comparaciones.