
Un científico propone que la Tierra se salvará estallando una bomba nuclear en lo profundo del océano
Utilizando una explosión nuclear de 81 gigatoneladas, el investigador propone que se podría capturar hasta 30 años de emisiones de dióxido de carbono, según su estudio.
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Un ingeniero informático de 25 años, Andy Haverly, ha revelado su propuesta detonar una bomba nuclear bajo el océano como solución al cambio climático. Su estudio, publicado en la plataforma de investigación arXiv, no revisada por pares, asegura que una explosión nuclear masiva podría acelerar la absorción de dióxido de carbono, mitigando así los efectos del calentamiento global.
La iniciativa se inspira en técnicas científicas existentes como la meteorización acelerada de rocas o Enhanced Rock Weathering (ERW). Haverly, empleado de Microsoft y sin formación en climatología ni física nuclear, sostiene que la detonación de una bomba de hidrógeno bajo el lecho marino permitiría liberar minerales capaces de atrapar el carbono atmosférico durante décadas.

La explosión nuclear liberaría poca radiación debido a que sería bajo el agua. Foto: IStock
¿Cómo salvaría al planeta una bomba nuclear en el océano?
La propuesta parte de la idea de utilizar una explosión equivalente a 81 gigatones —más de mil veces la potencia de la bomba Tsar detonada por la URSS en 1961— bajo la meseta de Kerguelen, en el Océano Austral. Según el autor, la energía liberada pulverizaría el basalto del fondo oceánico, activando reacciones geoquímicas que permitirían capturar hasta 30 años de emisiones globales de CO₂, calculadas en 36 gigatones anuales.
Para minimizar el impacto ambiental, el dispositivo se instalaría a una profundidad de entre 3 y 5 kilómetros bajo el fondo oceánico y entre 6 y 8 kilómetros desde la superficie del agua. Haverly asegura que la ubicación profunda confinaría la radiación y los escombros, evitando una dispersión catastrófica. En su estimación, la radiación residual sería mínima en comparación con la emitida por plantas de carbón y con las más de 2.000 pruebas nucleares realizadas en el siglo XX.
El plan retoma conceptos del Proyecto Ploughshare, un programa estadounidense de la década de 1960 que investigó el uso de explosivos nucleares para obras civiles, como canales y cavernas subterráneas. Aunque dicho programa fue cancelado en 1977 por sus riesgos ambientales, Haverly plantea una relectura tecnológica del mismo, impulsado, según dice, por la inspiración que le generó la película “Oppenheimer” de Christopher Nolan.
¿Es seguro detonar una bomba nuclear bajo el mar?
Las explosiones nucleares liberan enormes cantidades de energía de forma incontrolada, por lo tanto, representan riesgos inherentes para la vida humana y el medioambiente. Sin embargo, Haverly argumenta que al realizar la detonación en un entorno remoto y controlado, como las profundidades del Océano Austral, es posible reducir los efectos inmediatos de la radiación sobre la población.
El único impacto previsto sobre los humanos sería la exposición a radiación superficial y lluvia radiactiva. No obstante, al ubicar la explosión en una zona deshabitada y aprovechar condiciones climáticas favorables, el estudio anticipa pocas o ninguna pérdida de vidas en el corto plazo. A largo plazo, admite que la radiación global generada tendría consecuencias, pero la considera comparativamente mínima: “una gota en el océano”, especialmente si se contrasta con la radiación que emiten anualmente las plantas de carbón.
Otro plan para frenar el cambio climático
Además de la controvertida propuesta de Haverly, otros enfoques científicos también buscan modificar el entorno terrestre para mitigar el calentamiento. Uno de ellos es el impulso a la geoingeniería solar. El Reino Unido, a través de la agencia ARIA (Advanced Research and Invention Agency), financia un programa experimental para reducir la radiación solar que llega al planeta.
Entre las técnicas en evaluación figura la inyección de partículas reflectantes en la estratósfera para desviar parte de la luz solar. Otra iniciativa es la iluminación marina de nubes, mediante la cual barcos especializados liberarían partículas de sal en el aire para aumentar la reflectividad de las nubes oceánicas. Estas estrategias, aún en fase experimental, podrían ofrecer una disminución temporal de la temperatura global mientras avanzan las políticas de reducción de emisiones.