Ciencia

El bótox altera la capacidad del cerebro para interpretar emociones, según un estudio

Al impedir el movimiento de los músculos del rostro, esta toxina interrumpe un proceso cerebral que nos permite identificar las emociones de nuestros interlocutores.

Los científicos analizaron la actividad cerebral de mujeres antes y después de inyectarse bótox. Foto: Sean Flynn / UConn
Los científicos analizaron la actividad cerebral de mujeres antes y después de inyectarse bótox. Foto: Sean Flynn / UConn

Los científicos sugieren que, cuando vemos a alguien sonreír o enojarse, los músculos de nuestro rostro simulan de manera inconsciente la expresión del otro, un proceso que a su vez le permite al cerebro identificar y comprender las emociones de nuestro interlocutor.

Sin el embargo, un estudio de Scientific Reports a cargo de científicos de la Universidad de California (EE. UU.) ha concluido que el uso de bótox en el rostro bloquearía estas respuestas inconscientes y, por lo tanto, alteraría la interpretación de las emociones.

Retroalimentación facial

Siguiendo la hipótesis de la retroalimentación facial, los científicos estudiaron la actividad cerebral de un grupo de 10 mujeres, entre 33 y 40 años, que se habían inyectado la toxina butolínica (tipo A) en la glabela, la región entre las cejas y por encima de la nariz donde se encuentra el músculo responsable de fruncir el ceño.

Mediante imágenes de resonancia magnética a la amígdala, los investigadores observaron si la actividad cerebral de las pacientes se alteraban cuando estas veían caras felices, tristes o neutras.

Estas evaluaciones se hicieron en dos momentos distintos: la primera entre cuatro y 14 días antes de las inyecciones de bótox y la segunda entre 13 y 23 días después de ellas.

 Los científicos estudiaron la actividad cerebral de un grupo de mujeres que se habían inyectado bótox en el glabelar, la región donde se encuentra el músculo responsable de fruncir el ceño. Foto: Northwell Health

Los científicos estudiaron la actividad cerebral de un grupo de mujeres que se habían inyectado bótox en el glabelar, la región donde se encuentra el músculo responsable de fruncir el ceño. Foto: Northwell Health

Las conclusiones de los investigadores fueron que, sin la retroalimentación de los músculos faciales producido por el bótox, la capacidad del cerebro para interpretar las emociones comienza a alterarse.

Estudios anteriores también han revelado impactos del bótox en el procesamiento de las emociones. Una investigación de 2011, por ejemplo, encontró un efecto similar en aquellas personas que se inyectan esta sustancia en la frente y en el área alrededor de los ojos, donde se forman las patas de gallo.