200 años de su nancimiento y 150 de la publicación de El origen de las especies. Nació el 12 de febrero de 1809 y su gran libro se publicó el 24 de noviembre de 1859. ‘“Los monos hacen a los hombres”. Así, radical y hereje, escribió Charles Darwin en una carta a un amigo suyo. La frase, una conclusión tras años de investigación, no fue el dedo acusador sino la punta de la lanza con que se empezó a “matar” a Dios. A partir de entonces, es decir, cuando Darwin publicó El origen de las especies –el 24 de noviembre de 1859–, el mundo se partió en dos: en quienes creían que Dios había creado al hombre y en quienes sostenían que el ser humano era resultado de la evolución. Para Darwin esta lucha tenía larga data. En 1838, 21 años antes de publicar su teoría revolucionaria, había escrito en uno de sus cuadernos: “El hombre, en su arrogancia, se cree una gran obra digna de la intervención de una deidad. Sería más modesto, y yo creo más verdadero, que se considerara creado a partir de los animales”. El próximo 12 de febrero se cumplen 200 años del nacimiento de este hombre cuyo saber puso en apuros a la fe cristiana. Paradójico en quien, como Darwin, aún siendo muy joven, en 1828, asumió la idea de ser sacerdote rural e incluso ingresó en el Christ’s College de Cambridge. Pero este año, no solo se celebra su bicentenario de su nacimiento, sino también los 150 años de la publicación de su libro revolucionario. El mundo, no sin polémica, asiste a este doble acontecimiento. Origen del naturalista Charles Robert Darwin nació en Sherewsbury el 12 de febrero de 1809. Su padre un reconocido médico de su ciudad y, el colmo, su abuelo paterno, Erasmus Darwin, era también un gran médico y naturalista y reconocido poeta. Orientado, es decir, impuesto por su padre, ingresó a la Universidad de Edimburgo para estudiar medicina. No pasaron muchos días para darse cuenta de que estudiar esa profesión era nadar contra la corriente. Casi enfermó ante las prácticas de las intervenciones quirúrgicas. Así que lo más saludable era renunciar, más aún si tenía la fe ciega de que con la herencia de sus padres iba a tener más que suficiente. Pero no, su padre no quería un ocioso en la familia, fue entonces cuando le solicitó hacerse eclesiástico. Pero igual que Edimburgo, en Cambridge todo fue inútil. Más tiempo dedicó a compartir las horas de ocio con sus compañeros que a sus clases. Sin embargo allí, por obra de alguna gracia divina, asiste voluntariamente a las clases del botánico y entomólogo reverendo John Henslow. Con Henslow ocurrió el milagro de su vida. No solo porque le encaminó en la vocación de naturalista, sino también porque fue Henslow quien le presentó al capitán Robert Fitzroy con el que viajaría como naturalista en el barco “Beagle” por diversos mares del mundo. Darwin recordaría que fue como voluntaria, sin paga alguna. El 27 de diciembre de 1831 el “Beagle” zarpó de Davenport con Darwin a bordo. La meta de Fitzroy era realizar estudios durante una travesía de cinco años en América del Sur, las Islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica. En ese periplo es que llegó a Lima, en pleno caudillaje. No se llevó una impresión feliz de nuestro país, sino todo lo contrario. A su vuelta Londres, el 2 de octubre de 1836, Darwin empezó a redactar sus cuadernos de viaje para, años más tarde, publicar El origen de la especies. Se casó con su prima Emma Wedgwood y luego se marcharon a vivir en Down, en donde culminaría su libro. La nueva teoría Pero recién se animó publicar su libro cuando, para su sorpresa, otro científico británico, Alfred Russel Wallace, quien entonces tenía 35 años de edad y trabajaba en el archipiélago malayo, había llegado a las mismas conclusiones de una teoría evolucionista. Así le hace constar en una artículo que le envía a Darwin a principios de 1858. Darwin queda paralizado. Y como reacción confía esta coincidencia a Charles Lyell, un científico colaborador con quien viajó en el “Beagle”. Con Lyell, sin tiempo que perder, presenta un resumen de su investigación junto con el trabajo de Russel Wallace ante la Linnean Society, el 1º de julio de 1858. Adjuntan a los trabajos una carta que Darwin escribió en setiembre de 1857 al botánico norteamericano Asa Gray, en la que le cuenta sobre su teoría evolucionista. Russel Wallace al enterarse no reclamó mayor derecho. La comunidad científica entonces reconoció el trabajo de Darwin, pero, al mismo tiempo, por el lado de la iglesia, se generó un gran polémica. Pero como toda vida acaba, Charles Darwin murió de una dolencia cardiaca el 19 de abril de 1882. Recibió honores de estado y fue sepultado en la Abadía Westminster. Tiene como vecina la tumba de Isaac Newton. Clave debates. La Iglesia Católica, según BBC mundo, está organizando para marzo una conferencia internacional sobre la teoría de la Evolución. Otras iglesias, como las evangélicas, han difundido la teoría del “Diseño Inteligente”, la cual sostiene que la teoría de Darwin y conceptos como la selección natural y mutación de las especies, no son suficientes para explicar la complejidad de la vida. Estadía y visión de Lima Darwin llegó a Lima el 19 de julio de 1835, cuando el Perú era una polvareda. Vivía las guerras intestinas entre los caudillos militares. Se quedó 40 días, pero no hizo mayor investigación por el clima de peligro. Pero dejó su impresión sobre nuestra ciudad: “Lima se halla ahora en lamentable estado de decadencia. Las calles casi no tienen pavimento, y montones de basura se acumulan en todas direcciones, donde los negros gallinazos, mansos como pollos, recogen jirones de desperdicios. Las casas tienen, generalmente, una planta alta así construidas teniendo en cuenta los terremotos con maderas y barro; pero algunas viejas residencias, usadas ahora por varias familias, son inmensamente grandes y rivalizarían en lujo de apartamentos con las más magnificentes de cualquier parte. Lima, la Ciudad de los Reyes, debe haber sido en el pasado una capital espléndida. El extraordinario número de templos la da, aun en el presente, un carácter peculiar e impresionante, especialmente cuando se la mira de alguna distancia”.